Polifacético y tremendamente inquieto en su vocación cultural, Juan del Castillo Westerling presenta un perfil singular en el contexto del arte en Canarias en el siglo XIX. Sin duda, la suya es una de las personalidades más complejas y especiales que alumbró la escena de la cultura de su ciudad natal, Las Palmas de Gran Canaria.

La Casa de Colón inaugura el día 16 de julio, a las 20.00 horas, la exposición Juan del Castillo Westerling. Crítica y sátira en el Siglo XIX, comisariada por el profesor Jonathan Allen, que se centra en su colección de caricaturas que dibujan una particular ventana al universo social de su época.

La muestra permanecerá abierta al público hasta el 1 de septiembre con entrada gratuita, y podrá visitarse de lunes a viernes, de 10.00 a 21.00 horas, los sábados de 10.00 a 18.00 horas, y los domingos y festivos, de 10.00 a 15.00 horas.

"Estampas a veces cómicas y burlonas de dandies, aristócratas, hombres públicos, cupletistas, tenores y damas que se pasean en sus calesas. La exposición revela las aristas de la sociedad del momento. El escrupuloso detallismo de Juan del Castillo Westerling, su capacidad para sintetizar los rasgos de la personalidad, y su talento para fijar en su momento y en su lugar preciso la tipología de una época nos ofrecen un diorama excepcional y en color de la España decimonónica que complementa la gran visión galdosiana de ese mismo periodo convulso y clave para la historia contemporánea de la nación", apunta el comisario de la muestra Jonathan Allen.

Juan del Castillo Westerling (1831-1900) fue un artista especial: ejerció de pintor y botánico, coleccionista y filántropo, genealogista y también hombre público. La suya era una familia de la élite del momento, hijo del cuarto Conde de la Vega Grande de Guadalupe, Agustín del Castillo Béthencourt. Él mismo era caballero de la Orden de Calatrava. Un aristócrata inspirado por los principios de la ilustración, que se convirtió en uno de los líderes del Partido Moderado en Gran Canaria (defensor de la causa de los Borbones) y que en su representación ostentó varios cargos públicos: fue vicepresidente de la Diputación Provincial entre 1872 y 1873, y tres meses Sub-Gobernador, en 1875.

Sin embargo, su inquietud se extendió también al ámbito empresarial y a las ciencias, además de a la cultura. La calidad del tinte de sus muestras de cochinilla canaria merecieron, por ejemplo, un premio en la Exposición Universal de Viena de 1973, y motivaron el interés comercial por su exportación a Europa. También destacó por el invernadero cerrado que construyó en su casa-jardín de Vegueta, y por su posicionamiento a favor del impulso de un Jardín Botánico en la Isla. Además, promocionó el valor de la palmera autóctona (Phoenix canariensis).

Como pintor, completó su formación en Madrid con Madrazo. Allí, en la capital, demostró su talento para caricaturizar la sociedad de la que también participaron otros canarios como Benito Pérez Galdós, Felipe Pérez del Toro y Fernando de León y Castillo.

La exposición Juan del Castillo Westerling. Crítica y sátira en el Siglo XIX presenta en la Casa de Colón unas hasta ahora desconocidas imágenes para el público canario. En la década de 1850 el joven Del Castillo Westerling comenzó a trazar unos dibujos satíricos con los personajes masculinos y femeninos que más le impactaban. Una motivación en la línea de las corrientes críticas de la modernidad española por entonces. El público del centro museístico de Vegueta podrá contemplar una muestra representativa de estas obras.

En ellas, algunos de sus protagonistas son víctimas de ideologías del pasado, caballeros que defienden el honor a toda costa en esos lances que causaban estragos. Otros son políticos profesionales que tientan con ofertas engañosas. Y otros, señoritos soñadores y holgazanes absortos en sus sueños. Las mujeres de estos dibujos no destacan por su hermosura, y sí por estar encorsetadas dentro de una sociedad de cuyas libertades disfrutan los hombres.

Estas caricaturas ven la luz casi ciento sesenta años después de ser dibujadas, para ocupar el lugar que merecen dentro de la historia del ejercicio de este género en Canarias. Detrás de ella siempre surge la firma de un autor que, gracias a su posición y sus viajes, pudo adquirir un profundo conocimiento del mundo del arte en Europa. Un coleccionista que aprendió en los foros de Francia e Italia el circuito de las obras y el funcionamiento del negocio.

Como pintor, siempre rindió tributo a su maestro Madrazo, centrándose especialmente en el retrato (en el que llegó a destacar) y en la copia de iconos clásicos.