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Entrevista | Diana López Varela

"Se ha sustituido el amor romántico por el amor a los hijos"

"Se retrasa la maternidad, porque la maternidad penaliza en elmercado laboral", destaca la periodista y guionista

Diana López Varela. albert beltrán

Habla de la mística de la maternidad. ¿Cómo la definiría?

Es entender a la mujer en su función reproductora. Vivimos un regreso al origen biológico de las mujeres. Hay una dulcificación constante de la maternidad, de que nos completa como mujeres, o que lo mejor que le puede pasar a un hijo o a una hija es estar acompañado de su madre el máximo tiempo posible. Creo que es un arma de doble filo porque vivimos una época de crisis casi perpetua. El sistema necesita equilibrarse, sobraban trabajadores y trabajadoras, los servicios públicos se derrumbaron... y recibimos un mensaje que, de manera bastante sibilina, carga sobre las mujeres la responsabilidad del futuro de la nación, de los hijos y de su cuidado en casa.

¿Nos educan para ser madres?

La maternidad se nos ha impuesto desde la infancia de una forma muy descarada con los juguetes, pero también a través de lo que veíamos en nuestras familias y en la cultura. Era muy difícil encontrar referentes de mujeres buenas que no fuesen madres o que fuesen críticas con la maternidad. Ya sabemos que, por lógica, la solterona y la madrastra eran las malas. A ello se suma la cultura romántica que nos ha empachado desde la preadolescencia. De alguna manera, se ha sustituido el amor romántico por el amor hacia los hijos.

¿Y ese mensaje ahora se actualiza de alguna forma?

Es lo que vemos cada día en el Instagram de mujeres famosas y no tan famosas.

¿Y qué ve ahí? ¿Qué maternidad se proyecta en esa red social?

Una donde los hombres casi siempre están fuera. Las mujeres aparecen siempre como las cuidadoras, las que reparten amor de manera altruista. Por eso me recuerda a la mística de la feminidad, de Betty Friedan. Es esa maternidad intensiva como exaltación absoluta de la felicidad y de la satisfacción. Es una tendencia que empezaron personas famosas, y sin muchas ocupaciones, para proyectarnos la felicidad que se veía en las revistas de prensa. Dibuja, yo creo, a mujeres demasiado recluidas en lo doméstico y evita una visión más realista de la maternidad. Las madres que conozco en mi entorno no son como Verdeliss. No es la felicidad constante. No es el apego de 24 horas al día porque las madres, además de ser madres, son mujeres y son personas.

En un capítulo escribe sobre su aborto y habla del 'secuestro de un cuerpo'. ¿Por qué?

Cuando una mujer se queda embarazada sin desearlo, y tomó medidas para que no ocurriera, se genera una sensación tremenda de injusticia. Porque la maternidad, para vivirla, debe ser consciente y no bajo unas circunstancias en las que tú no estás preparada o no lo deseas. En ese proceso te sientes secuestrada porque tú lo has intentado evitar, pero luego encuentras médicos que muestran una falta de empatía, de perspectiva de género, de ponerse un poco en tu piel. Ves que se pasan los plazos, que te ponen las citas más tarde, lo vives como si obligaran a prolongar una situación ya de por sí dolorosa y desagradable. Te sientes secuestrada en tu cuerpo y en un sistema que, a pesar de que en España el aborto es legal hasta las primeras 14 semanas, en la práctica es complicado por los obstáculos que encuentras.

Habla en el libro, en su caso, del retraso de la maternidad por ser hija de familia de clase obrera...

Hemos crecido viendo cómo la maternidad ha penalizado a nuestras madres, que se han sacrificado mucho para sacarnos adelante, sin reconocimiento social, ni político, ni incluso familiar. Hemos estudiado para tener una cierta proyección profesional pero ves la dificultad de conciliar, de que muchas madres reducen sus jornadas o las relegan a puestos menos relevantes. En España, las madres solas soportan tasas de pobreza más altas que las que son madres en pareja. Se retrasa la maternidad, porque la maternidad penaliza en el mercado laboral.

En su libro añade relatos en primera persona de otras mujeres.

Me he apropiado del lema feminista de lo personal es político porque lo importante no es solo contar mi experiencia, sino las de otras. Lo que no se cuenta no existe y cuando las mujeres contamos nuestras historias conseguimos cambiar el curso de los acontecimientos. De alguna manera, nos resarcimos un poco de tantas injusticias históricas.

¿Por qué todo el peso del aborto siempre cae sobre la mujer?

Porque la anticoncepción sigue siendo un asunto de mujeres. Hemos crecido desde niñas con dos palabras tatuadas: respétate y cuídate. La primera quiere decir que no te acuestes con un chico porque sí. Y la segunda, que te cuides, que te protejas de un embarazo no deseado. Estas ideas no las han recibido en igual medida los hombres. Se reducirán los embarazos no deseados cuando toda la responsabilidad de la anticoncepción no recaiga necesariamente en las mujeres, cuando sea una responsabilidad compartida. Nos miran a nosotras si abortamos, pero nadie pregunta a ellos por qué no se responsabilizan de la anticoncepción. Por eso nos pasamos la mitad de nuestras vidas hormonadas, con anticonceptivos, el DIU, el parche... Y ellos, con llevar un condón en la cartera, parece que ya está resuelta la cosa. Y como no insistas para que se lo pongan... ya sabemos lo que pasa.

¿Qué queda del franquismo en el debate de la maternidad?

Ahora se intentan recuperar discursos natalistas que recuerdan mucho a los que hacía Pilar Primo de Rivera. Son muy parecidos a los de Pablo Casado o Santiago Abascal, quienes hablan de la natalidad como un asunto de Estado, de que las mujeres tenemos que cumplir una función reproductora patriótica. Ojalá tuviesen esa misma vehemencia para hablar de todo lo que nos impide ser madres, y de esas mujeres que no quieren serlo porque no tienen instinto maternal.

Esos discursos que menciona nos responsabilizan de que no traemos suficientes hijos para pagar las pensiones.

Lo que hay detrás es una ineptitud política muy grande, y querer sacarse de encima el desmantelamiento del Estado del bienestar. El principal problema es que en la generación de mujeres y hombres que deberíamos tener hijos, muchos son dependientes económicamente de sus propios padres o incluso de sus abuelos. Tenemos la edad de emancipación más tardía de toda la Unión Europea.

¿Seremos libres en nuestra vida sexual y reproductiva, ante la capacidad que tiene el patriarcado de renovarse?

Aspiro a que algún día las mujeres en España podamos cumplir nuestros deseos profesionales, sociales y familiares con la misma facilidad, al menos, con lo que lo pueden hacer los hombres.

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