Si Melendi está aquí es gracias a una mentira. Una suerte de cuento que le contó su madre mientras le miraba dibujar, sabiendo que en ese pequeño cuerpo algo se cocía. Y con esa voz que "Dios me ha dado", se permitió creer y sonriéndole a su público le confesó que "crecí considerándome un poquito artista", la semilla ya estaba y las historias vinieron a él para cantarlas. Los amores, los primeros besos, los tejados y esos planetas que quedan lejanos y mudos en soledad, ayer Melendi le sonrió a la vida delante de las 3.500 personas que asistieron al Gran Canaria Arena anoche en un concierto que alargó la fiesta durante dos horas. El Festival Mar Abierto fue la excusa perfecta para venir una vez más a tierras canarias y presentar la gira Mi cubo de Rubik, su décimo álbum de estudio que se suma a los más de catorce discos de platino que atesora en una carrera que comenzó allá por 2001 con su primer disco Sin noticias de Holanda. Hoy prosigue la travesía en el Pabellón Santiago Martín de Tenerife.

Luces apagadas, ambiente agitado, ya el grupo de rock que lidera Said Muti había calentado los ánimos, y llegó el momento, móvil en alto y que comience el espectáculo. Solo de batería, suena una línea de bajo, aparece el rasgueo de las guitarras, los cascabeles resuenan, y como un suspiro aparece Melendi. Ahí está, el aplauso del público ruge entre las gradas y cantando Canción del amor caducada vuelve a sentirse como en casa. Este cubo es negro y gris y juega con las luces blancas para darle el colorido a las letras que corean el público.

Allí estarían Carmen, Juana, Luci, Tania y Almudena, que venían de Gáldar con la cara del cantante impresas en las camisetas para verlo por primera vez. A ellas y a tantas familias y jóvenes, de todas las edades, los saludaba desde el escenario. Melendi se acercó a su público, desde el último de la fila hasta aquellas que en primera le dieron un cartel fluorescente con su nombre escrito y rodeado de luces, "esto parece algo navideño", rió, y les brindó unas palabras.

"Primero, no puedo más que darles las gracias por su tiempo, y segundo, no quiero que esto sea un concierto más, tal vez sea por mi ego, pero quiero que me conozcan un poco más", ofreció.

Las gotas de sudor que impregnaban su frente no dejaban que borraran su sonrisa. Se acomoda y les cuenta en Mi primer beso qué fue eso de enfrentarse por primera vez al amor. Y sentado, gesticulando con las manos, casi interpretando este espectáculo que sin adornos ni coreografías, se convirtió en una entrega.

Eres tan dura..., y las palmas se alzan y arrancan por bulerías rememorando los acordes que antaño hicieron llorar en Un violinista en tu tejado. Melendi se sentó y su voz, ruda y tersa, se mantuvo firme por Autofotos, Besos a la lona y cómo no, gritó "¡Vámonos!", y ellos lo siguen, tanto que esta noche están allí por él, saltataba el público mientras resonaba Caminando por la vida en el pabellón. Esos acordes llenos de sonrisas y alegrías, que alegran un poquito más el corazón vestido de rastas que se convirtió en una vuelta de tuerca por el año 2005, cuando aún la crisis no había entrado a las puertas de las casas y las familias.

"Seré un alumno de la vida eternamente y seguiré aquí, en el presente", dijo emocionado al recordar en Agua y aceite a su Joaquina Fernández, recientemente fallecida, "que me hizo estar donde estoy ahora".

En un poema recitó sus andares por la vida que lo ha llevado desde su tierra a los rincones de toda España y jaleó a sus seguidores para que gritaran, que a él de pequeño le daba vergüenza todo pero ahora ese calor se lo lleva allá donde vaya.

Dijo que para la próxima gira piensa bailar bachata, moverse un poco por esos ritmos latinos que se adivinan en Desde que estamos juntos o el éxito Déjala que baile que publicó junto a Alejandro Sanz y el rapero Arkano. Ahora las canta solo, perdón, nunca solo, para ello gritan su nombre desde las butacas, el pie de pista, allí quienes graban estos preciosos instantes a los que acompaña Cenizas en la eternidad y La promesa. Éxitos de antaño y nuevas canciones que se entremezclaron sin que ningún estribillo derara de ser acompañado.

Destino o casualidad, Tocado o hundido, contraposiciones que se han ido alternando a lo largo de su carrera, y ya de aquellos jaleos y polémicas que se acabaron se lleva las Cenizas en la eternidad.

"Esperemos que lo dé todo", decía horas antes Yanira, que venía desde Arucas, y así fue.

Generoso con su banda, dándoles sus tiempos, Melendi cumplió durante dos horas el repertorio de una veintena de canciones que pidió los bises reglamentarios. No se vaya usted todavía, parecía que pidieran las más de tres mil voces; y lo llamaron a que volviera, que todavía quedaba un poco de fiesta.

Le pidió al ángel de la guarda en Tu jardín con enanitos que le diera valor. Melendi mira a su público de frente, le hace carantoñas, no se olvida que gracias a ellos está ahí puesto que se ha convertido en uno de los cantantes con más éxito del panorama nacional. "Hay miradas que me transmiten mucho", dice, y con las Lágrimas desordenadas les dice adiós a la generosa nómina de seguidores quienes aguantaron hasta el final.

Ya pasaron los años malos, dicen, ya se fueron los fantasmas, augura, Melendi canta tranquilo, desnudo y ofrece a su público lo único que tiene: sus historias.