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Entrevista | Jorge Herralde

"El trabajo del editor es leer, tener criterio y perseguir la calidad"

"Los jóvenes que a los 18 o 19 años construían su biblioteca particular ahora están con el móvil", destaca el editor, fundador de Anagrama

El editor Jorge Herralde. LP

¿El pasado marzo publicó la obra Un día en la vida de un editor

Había publicado varios libros de textos breves referentes a autores, editores y al oficio. Ahora que se acercaban los 50 años de la fundación de Anagrama, pensé en un libro más amplio que contara toda la trayectoria de la editorial, y la mía, a partir de textos heteróclitos, desde conferencias y cartas a entrevistas, construyendo un mosaico de la historia de Anagrama y del oficio del editor.

Cuando fundó la editorial, ¿cómo definió el proyecto que quería hacer?

Antes de Anagrama había tenido ciertos proyectos editoriales literarios muy complicados que al final no proliferaron. Cuando fundé Anagrama era una época muy alborotada políticamente: Mayo del 68, la Guerra del Vietnam, Cuba... Decidí que sería una editorial, aunque no totalmente, política y antifranquista. Una plataforma de la izquierda radical no estalinista, con libros de Trotski, Rosa Luxemburgo, Mao Tse Tung o autores de la Internacional Situacionista. Eso provocó una serie de encuentros importantes con la censura, que se explican en el libro. Tuvimos el honor, entre comillas, de ser la editorial más represaliada entre finales de la década de los 60 y los 70.

Y sin embargo han conseguido celebrar medio siglo de vida.

A finales de los 70 hubo el famoso desencanto con la llegada de la democracia, con Suárez. Él venía del Movimiento, y lo que se instauró no tenía nada que ver con las aspiraciones de ruptura y reforma que tenía tanta gente en esa época. Una serie de editores lo pasamos bastante mal porque el libro político dejó de leerse drásticamente a finales de los setenta.

Actualmente la editorial es conocida por sus propuestas narrativas.

Siempre ha habido literatura, aunque haya estado un poco sofocada por el peso de tantos libros políticos. En los 70 había una colección que se llamaba Serie informal, en la que tanto se podían encontrar sonetos de Shakespeare como Tom Wolfe o Donald Barthelme. Y también Llorenç Villalonga, de quien soy muy fan. Sus cuentos Dos pastiches proustianos, que publicamos, me parecen una joya. Esa década fue intensa pero muy catastrófica económicamente. Luego llegaron las colecciones Panorama de narrativas y en el 83 Narrativas hispánicas, que aposentaron Anagrama como una editorial de excelente literatura contemporánea.

¿La fundación de Anagrama era, hablando en términos muy absolutos, el camino que eligió Jorge Herralde hace 50 años para poner su granito de arena para cambiar el mundo?

Ingenuamente, un poco sí. Pretendíamos, si no cambiar el mundo, ayudar a cambiarlo. Quizás no éramos tan ingenuos.

Usted fichó a algunas de las mujeres más potentes de la actualidad, como Marta Sanz o Sara Mesa. ¿Marcan el paso de la literatura española?

Tanto a Sanz como a Mesa las publicamos desde hace unos ocho años, y hemos editado toda su obra. Son dos de las escritoras que más me gustan del panorama actual en lengua española.

Siempre ha defendido las voces desconocidas.

Creo que una de las mejores sensaciones de un editor es cuando te llega un buen escrito de un autor absolutamente desconocido, lo empiezas a leer y en las primeras páginas ya notas que allí hay una voz diferente. Y lo sigues leyendo y lo vas, metafóricamente, empujando para que sea bueno. Saber que serás el primer editor de ese autor es fascinante.

¿Puede existir un equilibrio entre hacer dinero y cultura? El debate sobre lo que publican muchas editoriales por cuestiones puramente económicas está sobre la mesa.

El trabajo del editor es leer, tener criterio y perseguir la calidad. La comercialidad ya vendrá después, si viene. Desde el principio lo tuve claro: solo la cultura es importante. Pasaremos momentos mejores o peores, pero al final consigues que la gente se fíe de tu catálogo, que es lo fundamental de un editor. Esta fiabilidad la hemos conseguido tanto en España como en América Latina.

¿El papel de la literatura ha cambiado desde Internet?

Han cambiado las ventas, desde la crisis del 2008. Pero lo que han provocado las nuevas tecnologías es que los jóvenes que antes, a los 18 o 19 años, iban construyendo su biblioteca particular, ahora están con el móvil, las tabletas o los videojuegos. Con esto, el papel de la edición literaria es más difícil, tiene menos difusión que hace años. Pero los auténticos editores, los que viven con entusiasmo su oficio, sobreviven. A parte de las editoriales que llevamos resistiendo, en estos quince o veinte años han surgido muchas que van aguantando. No soy optimista, porque sería idiota, pero tampoco soy pesimista total.

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