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análisis

Saulo Torón en su Cinema Paradiso

El operador de proyección y empresario de cine Saulo Torón Macario murió el pasado 6 de agosto en Las Palmas de Gran Canaria

Una vida ligada al cine. En la imagen superior, Saulo Torón Macario posa en La Habana (Cuba) durante una visita realizada en 1997. Abajo, Saulo Torón Macario, en el centro de la imagen, cargando bombas en un avión en Sidi Ifni, en 1958, mientras cumplía el servicio militar. Allí, en la antigua colonia española en territorio marroquí, le tocó vivir los horrores de la guerra. familia torón déniz

Fue un hombre de cine inimitable que nació en el hospital de San Roque el 15 de diciembre de 1936 y murió el pasado 6 de agosto a los 82 años en el hospital Doctor Negrín de Las Palmas de Gran Canaria. Saulo Torón Macario deja en esta mota de polvo viuda, dos hijos, tres nietas, un nieto -el cuarto Saulo Torón de la saga- y a su única hermana. En un contexto más propicio para el desarrollo industrial del sector cinematográfico, en una sociedad más justa en el reconocimiento a sus mejores profesionales, Torón Macario hubiera tenido, seguramente, una vida diferente, más intensa y excitante. Con su hermana, María Isabel Torón, y con su viuda, María Luisa Déniz, se ha escrito este texto.

Dedicó al cine toda su vida. Donde más, como operador proyeccionista con los principales distribuidores y exhibidores de cine de la ciudad -y Canarias- de su tiempo, la familia de Jesús Rodríguez Doreste. Pero Torón Macario, grande como un bregador de lucha canaria, rubio como el lino, con un parecido excepcional a Burt Lancaster, tuvo también sus propios cines, distribuyó películas y vivió aventuras en África. Además, trabajó en los primeros cineclubs de la ciudad y con las incipientes instituciones públicas locales de cine desde que estas empezaron a dar sus primeros pasos. También era él quien distribuía y proyectaba en los muchos cines parroquiales de Las Palmas de los 60 y 70 del siglo pasado y en numerosas fiestas de la capital y pueblos de la Isla.

Figurante

Saulo Torón también probó suerte en películas. Su padre decía que "nunca lo vio levantarse temprano tan diligente para estudiar", afirma María Isabel Torón. Es seguro que participó de pajullo (figurante) en La estrella de África (Alfred Weidenmann, 1957) y casi seguro en Peter Voss alrededor del mundo (Georg Marischka, 1959), las dos producciones alemanas, porque pasaba bien por alemán. ¡Ah, y si hubiera visto el empate del Racing de Santander en el minuto 95 el sábado pasado en el Estadio de Gran Canaria, se hubiera agarrado un berrinche de padre y señor nuestro, porque en aficiones deportivas había sido un sufridor nato: era seguidor -y socio- de la Unión Deportiva, aunque los pobres resultados de las últimas décadas lo habían terminado por hartar. Antes de la fundación del club amarillo, su padre ya le había hecho socio del Victoria. De joven también había jugado al fútbol.

Igual que el niño Totó se fajaba con el proyeccionista Alfredo para que este le enseñara el oficio, así Saulo Torón Macario peleaba con su padre para conocer el oficio de su vida. La película Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988) una de las cumbres del cine europeo de los 80, Premio Óscar a la Mejor Película Extranjera, es fiel espejo de él. Igual que Alfredo, él también se vio obligado a amputar las películas que iba a proyectar en el Colegio de Los Jesuitas de Las Palmas. La escena es como sigue: en un pase previo, él en la cabina y en un butaca de la solitaria sala un cura con una campanilla que hacía sonar cuando consideraba que aquello no era propicio para que lo vieran los chicos. Y Saulo Torón cortaba los besos.

Clásicos

"A mi marido le gustaba el cine antiguo", apunta María Luisa Déniz. María Isabel Torón, quien añade que "él podía decir que Lo que el viento se llevó (Víctor Fleming, 1939) le parecía grandiosa, pero en realidad le gustaban más Casablanca (Michael Curtiz, 1942) y El tercer hombre (Carol Reed, 1949). Se sabía de memoria muchos diálogos". A Saulo Torón le encantaban los musicales, Siete novias para siete hermanos (Stanley Donen, 1954), por ejemplo, y los de la nadadora Esther Williams. Y El mago de Oz (Victor Fleming, 1939). Le gustaba mucho el actor indio Sabú en El libro de la selva (Zoltan Korda, 1942). Y era un enamorado de Tarzán, de quien imitaba con perfección su característico grito pidiendo ayuda a los animales de la selva.

Era un chico poco disciplinado con una voz privilegiada para el canto, como reconoció Alfredo Kraus, quien conservaba en su casa el cartel de su película Gayarre (Domingo Viladomat, 1959), un regalo de Torón cuando el filme del tenor canario tuvo su estreno nacional en Las Palmas. De carácter retraído y tímido, su padre, Saulo Torón Navarro, lo volvió a ver estudiar motivado -y levantarse de la cama como si tuviera un resorte en la espalda- cuando se presentó, sin contar aún veinte años, al examen que lo acreditaría oficialmente como operador de proyección. "Lo examinaba el ingeniero José Bosch", recuerda su hermana, "y mi padre habló con un íntimo para que lo suspendieran y se le quitara lo que entendía que era una manía". Los exámenes eran en el cine Cuyás. Fue imposible suspenderlo. "¡Oh, fíjate que el propio Pepe Bosch reconocía que sabía más que él! Le hicieron todo tipo de pruebas para ver si lo trincaban y poderlo suspender, hasta trabajar con los ojos cerrados, pero no hubo forma. Es la única vez que recuerdo ver a mi hermano quedarse dormido con los libros sobre el pecho".

La adicción al cine había empezado a inyectarse en su sangre muy pronto. Y sí se sabe cómo. Había nacido ochomesino y de salud delicada. Por eso, por miedo a que el niño se quedara solo en casa y se atiborrara a golosinas, sus padres lo llevaban "a todas las funciones del Teatro Pérez Galdós, a todas", enfatiza María Isabel Torón. "Después se ponía en casa a imitar a los actores y cantantes. Mi hermano tenía una voz preciosa de barítono". María Isabel Torón recuerda que le encantaba cantarle a una mona que había en la casa de enfrente. "Como la mona estaba en la casa de un modista, le cosieron una bata con un lazo enorme a modo de disfraz para cantar". Además, su padre tenía butaca fija en el cine Viejo del Puerto, en la calle Albareda, adonde acudía todas las noches. Por parte de padre, su tío Paco era aficionado a la fotografía.

La suerte estaba echada, su hermana María Isabel lo recuerda desmembrando las ópticas de los prismáticos y catalejos de la familia. "A todo le quitaba la lupa para ponérsela a los aparatos de juguete. Experimentaba con todo tipo de aparatos, los desarmaba y probaba su funcionamiento".

Regañinas paternales

Ya de adolescente, su madre, María Isabel Macario Brito, lo buscaba en las cabinas de los cines de la ciudad para traérselo a casa después de una buena regañina. Podía jalar de él en el Pabellón Recreativo (en la calle Juan de Padilla), el Goya (en Ingeniero Salinas), el Pabellón (por el parque Santa Catalina). "Lo acechaba y, si veía una cabeza rubia, ese era Saulito, pedía que lo bajaran, lo llevaba para casa, castigo que te pego, mi hermano penado", recuerda su hermana. "Mi padre llegó a tirarle varias veces los trozos de películas que se traía de las cabinas al solar que había enfrente de casa. Y Saulo, cuando él se iba a la oficina, los recogía y escondía en el sótano".

Al proyeccionista Alfredo le gustaba proyectar películas en el Cinema Paradiso del centro de la plaza del pueblo siciliano de Giancaldo porque sentía que hacía feliz a la gente. Tenía razón. Alguien las tiene que idear y producir, sí, pero alguien también las tiene que distribuir. Y alguien también que exhibir. Nadie ama más todas las películas que los que se dedican al cine como profesión.

Aprendió el oficio en los cines de barrio del circuito Marrero (entre otros, el Sol, Goya, Colón, Carvajal), pero pronto empezó a trabajar con los Rodríguez Doreste, propietarios, entre otros, de los cines Cairasco, Capitol y Royal, estos después multicines, y más adelante de los del centro comercial La Ballena. Con esta familia, cuya oficina estuvo encima de lo que hoy es la heladería Guirlache de la calle Triana, llegó a ser el encargado de las proyecciones. "Recuerdo que testaba las películas en la sala de pruebas que Jesús Rodríguez Doreste tenía en un sótano de su casa en Paseo de Chil. Vimos muchas. Saulo iba a hacer la prueba de las tres de la tarde y almorzaba ahí", recuerda María Luisa Déniz. En muchas ocasiones, Saulo Torón pintaba con acuarelas los cristales con los carteles de las películas que se proyectaban entonces antes de las películas como publicidad. "De la Península llegaban muchos cristales pintados", rememora su hermana, "pero solo daban para los cines importantes, así que él los pintaba de forma artesanal para los cines de barrio. Y pintaba bien. Le gustaba mucho la tinta china".

Sáhara Occidental

Pero Saulo Torón debió de tener momentos de crisis laboral con los Rodríguez Doreste porque, a mitad de los 70, fichó por la compañía explotadora de minas de fosfatos en el Sáhara Occidental Fos Bucraa, entonces perteneciente al Instituto Nacional de Industria (INI) del estado español. Allí fue operador de proyección y programador para los pases que se organizaban para los empleados en El Aaiún durante "dos o tres años", afirman las dos mujeres. En ese tiempo, Saulo Torón vivió la Marcha Verde marroquí. De hecho, estaba proyectando cuando sintió en las calles el inicio de la rebelión. Tras la anexión del territorio por parte de Marruecos, aguantó en Fos Bucraa hasta que la empresa cedió la propiedad española, en 1977. Saulo Torón Macario aseguraba orgulloso que él había sido el último español en salir de Sáhara Ocidental, puesto que detrás de él no se subió nadie más a la última avioneta de repatriados que despegó de El Aaiún.

Torón Macario había conocido África antes, en 1958. Y también allí conoció la guerra. "Hizo el servicio militar voluntario en aviación y lo mandaron a Sidi Ifni", recuerda su hermana. La ciudad marroquí era entonces territorio español y por su conocimiento de la técnica de proyectar películas, fue llamado para los pases de los quintos cuando el proyeccionista del cine desertó. También en aquella sala de cine oyó cañonazos, los primeros zambombazos de su vida, que recordaría siempre. Le obligaron a desalojar el cine. "Toda su vida le marcó lo que vio, los bombardeos, muerte, desastre, sucesos que afectaron a gente que conocía", asegura María Isabel Torón.

Vida familiar

Saulo Torón veía su vida reflejada en la del niño Totó y como el Salvatore Di Vita adulto se dedicó en cuerpo y alma al cine, pero, a diferencia del protagonista de Cinema Paradiso, no lo antepuso a crear una familia. La vida de Saulo Torón Macario estuvo ligada a María Luisa Déniz desde los 23 años. Vivieron siete años de noviazgo y, el mismo día que él cumplía 30 años, el 15 de diciembre de 1966, se casaron en la iglesia de Santa Brígida. Ella era hija del alcalde de la villa, Pedro Déniz Batista. Vivieron durante 20 años en el piso 14 del edificio Avenida del número 17 de la calle General Franco (hoy Primero de Mayo). Después, a partir de 1986, en el 118 de la calle Tomás Morales, junto a la Clínica del Pino.

María Luisa compartía la pasión con él. Fui testigo de su trabajo como taquillera cuando su marido proyectaba en el Teatro Guiniguada para Filmoteca Canaria en los 90. De la fijación de Saulo por el cine, María Luisa recuerda cuando el pasado 28 de abril fueron los dos a votar, al pasar por la calle Pamochamoso. "Saulo se paró mirando con ojos encendidos el viejo cine Colón, que estuvo allí, siempre lo hacía", asegura. Del matrimonio Torón Déniz nacieron dos hijos, Saulo y Alberto, tres nietas y un único nieto, que también se llama Saulo.

Saulo Torón Macario tuvo cines de arrendamiento, como el cine de Arinaga, el Doramas (en Guanarteme) y el Universal (junto al parque Santa Catalina). Y también muchas películas en soporte de 16 y 35 milímetros cuando fue el distribuidor en Las Palmas de la casa de películas CB Films. Además, era él quien proyectaba en los cines parroquiales de Las Palmas. "El clero le debe mucho a mi hermano", sostiene María Isabel Torón. "Recuerdo ver un montón de películas en blanco y negro en Los Salesianos. Tras adquirir su lote de películas y aparato proyector a Antonio Manchado, toda la Isla le alquilaba películas, en todas las fiestas donde se iba a proyectar cine". Las películas en 16 milímetros eran entonces un circuito alternativo de difusión. "Él se ocupaba de arreglar y conservar las películas", recuerda su hermana.

Además, Saulo Torón Macario fue el proyeccionista del colegio de Los Jesuitas, que disponían de un cine grande, en 35 milímetros. También proyectaba todos los sábados en el Cine Fórum de Vegueta, ubicado en el salón de conferencias de San Vicente Paúl, con coloquios bien nutridos de público después de las películas. Y los domingos proyectaba en el cine club Lumière, que empezó donde era la sede de la Mapfre Guanarteme en León y Castillo y después pasó al cine Avellaneda. Y en el mismo recinto también más tarde cuando fue sede de Filmoteca Canaria. "Mis hijos ya eran estudiantes entonces y su padre les enseñó el oficio para que las pusieran cuando él no podía", recuerda María Luisa Déniz. Antes, en 1983, Torón Macario había tenido un papel fundamental en la recuperación para Filmoteca Canaria de La hija del mestre (Carlos Luis Monzón, 1928), primera película de tema canario de la historia, rodada en San Cristóbal. Él fue quien la encontró en muy mal estado dentro una saca debajo del poyo de la cocina de la vivienda del dueño de cine San Cristóbal, el señor Díaz. Saulo Torón también fue quien preparaba las películas que se iban a exhibir en las primeras ediciones del festival de cine de Las Palmas.

Con este bagaje, SauloTorón Macario se conocía todas las historias de las familias de los sectores de la distribución y exhibición de la ciudad, también de las instituciones públicas, todos los chismes. Cuando decidió donar su material, eligió dárselo a Filmoteca Española. "Era poco dado a hablar", señala su hermana, "algunas cosas le ponían de muy mal humor". Desde que se jubiló, a los 73 años, no volvió a pisar un cine. Sí veía películas, y las grababa dos veces en discos de DVD, como antes había hecho en cintas de VHS. Las nuevas tecnologías han dejado obsoleto todo ese material. En esas miles de copias, estén en un garaje, un cajón o el vertedero, también está su espíritu inquebrantable.

Fragmentos del paraíso

"Él estaba en el mundo del cine pero era de un criterio distinto, tenía otra idea de lo que era", afirma María Isabel Torón. "Quizás más idealista, puede ser. Tenía un fondo íntegro y la prueba es que todas las empresas tuvieron de él un gran concepto. Es una persona generosa, buena, con sus prontos a veces, pero era un hombre con un gran fondo. Amaba el arte del cine". En Cinema Paradiso, Alfredo, ya ciego, le dice a Salvatore adolescente para consolarlo de su primer gran desengaño amoroso en el diálogo más memorable de la película: "La vida es distinta a las películas". Sí, en cierto modo, todas las películas son vidas idealizadas, pequeños fragmentos del paraíso, la esencia de Saulo Torón Macario se construyó con la suma de miles de ellos.

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