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Un final de ciencia ficción

Los nueve acróbatas de Barras Rusas representan una epopeya cósmica como futuro de la civilización en el final de 'Totem' de Circo del Sol

Los nueve integrantes de Barras Rusas en el instante en el que se quitan los cascos y dejan ver con claridad el maquillaje y la vestimenta con alusiones a las culturas milenarias de latinoamérica. lp / dlp

Es el número final del espectáculo Totem de Circo del Sol que trata sobre la evolución humana. Y muestra la parte en la que el hombre, liberado ya de las nociones preconcebidas acerca de la gravedad, se eleva para disfrutar nuevas perspectivas y habitar otros mundos. Es un viaje, por tanto, por el cosmos, a través de la compañia Barras rusas, que ha creado un montaje rescatado del pasado y concebido de una forma espectacular, con un diseño escénico de ciencia ficción en el que aparecen 9 cosmonautas, adecuadamente preparados, que transitan por un paisaje lunar.

La carpa, ubicada en Meloneras hasta el próximo 22 de septiembre, se transforma completamente en este instante especial para recibir la guinda del espectáculo, el momento más importante de la representación, la parte visualmente más elaborada.

Exhibición

Lo que se esconde detrás es en realidad una exhibición por parte de nueve acróbatas del este europeo que van realizando las piruetas más complejas encima de unas palancas horizontales que sostienen sus compañeros y que ellos se van intercambiando continuamente. Todo bajo una música inclasificable que va variando constantemente de registros entre étnica, minimalista o turbulenta. El juego escénico se va complicando cada vez más y en los instantes finales, los protagonistas desafían literalmente las nociones básicas de la gravedad. Un desarrollo in crescendo, situado estratégicamente, con lo que el espectador parece haber asistido a una versión circense de 2001, una odisea espacial, película con la que tiene algunos guiño el montaje como cuando una fila de acróbatas simiescos toma el escenario capitaneada por un triste ejecutivo humano aferrado a su teléfono móvil. Aunque debido al pasado soviético de algunos de los integrantes de la compañía ellos prefieren que se compare mejor con el filme Solaris.

"Empecé a los 6 años con una formación de deportista acróbata. Luego me fui especializando en Montreal con una formación mucho más compleja. Pero, con 17 empecé mi primer espectáculo, Alegría", confiesa Alliaksei Liubezny, de 24 años de edad y uno de los integrantes de este grupo de nueve acróbatas. En su opinión, este show es uno de los más importantes que ha tenido Circo del Sol en toda su historia. Se trata de un espectáculo que los integrantes de la compañía estuvieron representando en diferentes escenarios de Europa y que dejaron de exhibir hace cuatro años. "El Circo del Sol nos pidió un montaje que fuera afín a la línea argumental de Tótem, pero nos pedía algo que tuviera connotaciones más bien futuristas, ya que era para colocar en la parte final de una historia sobre la evolución del ser humano'" recuerda. "El creador del espectáculo nos decía que éramos el último paso de la humanidad, que éramos seres humanos que estábamos centrados en buscar otro planeta para desarrollarnos en una mezcla entre el cosmos y los astronautas. En los disfraces se refleja eso, en el tipo de cascos, detalles en rodilleras, etc.". Por este motivo decidieron "refrescar este montaje que lo habíamos dejamos de representar hace cuatro años, para readaptarlo y vuelto a presentar como algo nuevo que pareciera como el final de la evolución humana".

La formación de Alliaksei Liubezny ha sido la propia de un gimnasta de élite antes de empezar con El Circo del Sol. "He ido a muchas competiciones de acróbata y he participado en todo tipo de campeonatos mundiales, en los que hes trabajado realizando torres o volteretas, pero con las mismas personas", señala el artista de origen bielorruso.

Durante el show los artistas hacen todo tipo de acrobacias. Vestidos con unos trajes luminosos, con partes fluorescentes, y repleto de todo tipo de símbolos de las diferentes civilizaciones, los nueve componentes de la compañía entran de forma cautelosa en el escenario y empiezan a interpretar ataviados con trajes refulgentes inspirados en adelantas y antiguas culturas desaparecidas de América Latina.

Por una lado están los acróbatas y por el otro los porteadores. Los primeros saltan en esas barras, realizando los típicos números del tirabuzón, el doble salto mortal, etc. "Nuestro espectáculo gusta tanto que sé de algunos espectadores que vienen a Tótem lo hacen principalmente por nosotros", asegura. "Y muchas veces esperan de forma paciente los demás números con la intención de disfrutar del nuestro", añade.

Un hipnótico vuelo de volteretas y piruetas en barras sostenidas sobre los hombros de sus compañeros que se van intercambiando sucesivamente.

El espectáculo, como es natural, lanza un mensaje de evolución, ya que todos los montajes de esta compañía incluye un trasfondo de crítica y Tótem es uno de los espectáculos más aclamados. La prestigiosa compañía canadiense contó con la dirección del artista multidisciplinar Robert Lepage para lograr su exhibición más intensa ya que coincidía con la celebración del 35ª aniversario de su creación.

Los acróbatas se ponen unos arneses y simulan que están por el espacio o que el hombre puede volar. El acróbata asegura que con su número se produce una estructura circular en Tótem. Y si el espectáculo comienza con una esfera de espejos que pende de la bóveda que se desenrosca para dar paso al Hombre de Cristal, ataviado con una malla de 4.500 lunas, que desciende en cabriolas para escribir en el aire el inicio del ciclo de la vida. "Lo que viene a continuación son doce números que van desde la aparición de los primeros seres vivos, los anfibios, hasta la conquista espacial', aclara. Todo ello con la intervención histriónica del showman italiano Jon Monastero entre cada número en un montaje que es un canto a todas las civilizaciones y rituales ancestrales, así como una celebración de la diversidad, la multiculturalidad y la vida. "El show va evolucionando hasta llegar a un final que produce la misma sensación que ese inicio", añade. Entre medias, se desarrollan una suerte de saltos mortales, contorsiones, patinaje aéreo, tensión en monociclo, clowns y movimientos acrobáticos de todo tipo. Tras Barras Rusas llega la sorpresa final en la que, para sorpresa de muchos, los 48 artistas -ya sean trapecistas, acróbatas, patinadores, acróbatas, anfibios, clown, músicos y cantantes- se suman a los cosmonautas para despedir al público grancanario con una última coreografía al unísono.

El espectáculo dura dos horas y diez minutos, y está dividido en dos partes con media docena de números cada uno en los que aparecen momentos tan inolvidables como las ágiles habilidades acróbatas de un trío en anillas aéreas, el clown ucraniano Mikhail Uso, el dúo de las Crystal Ladies, el torero malabarista Valentino, el delicado juego de seducción del trapecio fijo, la pareja de patinadoras Denise García-Sorta y Massimo Medini, o el juego de las bolas fluorescentes.

Un espectáculo que celebra el arte de circo en toda su esencia con algunos de sus más destacados profesionales del momento.

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