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Premiada en el Festival de Cine de San Sebastián

"La incomodidad de la Guerra Civil es una razón para hacer películas sobre ella"

Los directores de 'La Trinchera infinita', premiada en el Festival de San Sebastián por su recreación del encierro de un topo durante el franquismo, critican el boicot contra el filme de Amenábar

Antonio de la Torre se mete en la piel de un topo en La trinchera infinita.

La dictadura franquista es uno de los capítulos más largos y asfixiantes de la historia de España. Y así lo refleja 'La trinchera infinita', que cuenta la historia de Higinio Blanco, un hombre que, por miedo a ser fusilado, se encierra en un agujero que cava en su propia casa, sin saber que vivirá en ese escondite provisional durante 33 años, desde 1936 hasta 1969. Sólo a través de su mujer, que le irá contando lo que acontece, junto con la radio y los periódicos, podrá conocer lo que ocurre en el exterior.

Con 'La trinchera infinita', los directores Jon Garaño, Aitor Arregi y José Mari Goenaga, acompañados de los actores protagonistas, Antonio de la Torre y Belén Cuesta, cosecharon un gran éxito en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, donde obtuvieron la Concha de Plata a la Mejor Dirección, y premio al Mejor Guión. Todo un aval para su esperado estreno, el próximo 31 de octubre.

-El éxito de 'Handia', 'Loreak' o 'En 80 días', demuestra que la codirección es una fórmula que os permite hacer buenas películas y al mismo tiempo crear un sello de autor que os identifica. ¿Cuáles son los pros y los contras de esta filosofía?

-Aitor Arregi: Llevamos trabajando así desde que nos conocemos. Ésta es la primera vez que firmamos los tres, porque normalmente hemos dirigido siempre en pareja. Somos personas con ciertas inseguridades y el proceso de hacer una película es un proceso largo, donde es normal tener altibajos y está bien que otro pueda coger el testigo cuando la fuerza decae. La ventaja principal es que la peli es muy debatida y meditada. En cuanto a desventajas, que todo se hace eterno, pues los debates pueden durar hasta altas horas de la noche, así que te desgastas bastante (risas).

-José Mari Goenaga: Me alegra que digas que se nota un sello coral. Cuando empezamos teníamos la sensación de que trabajar en grupo iba a ir en detrimento de esa autoría, relacionada siempre con una sola persona, pero es verdad que nuestras películas salen de la confrontación de los pareceres de los tres y de ahí surge nuestro sello autoral, un sello autoral colectivo.

Tráiler de 'La Trinchera infinita'.

-Aunque en esta ocasión no hayáis rodado en euskera y la trama se desarrolle en Andalucía, defendéis que también es una película vasca.

-J. M. Goenaga: Es una coproducción entre el País Vasco y Andalucía. Somos una película vasca que ha sido desarrollada por vascos, tanto en guión, como en dirección y producción. Parte se ha rodado aquí también en platós con equipo técnico de aquí también y quieras o no, esa mirada existe, pero yo diría sobre todo que es una película andaluza. En ese sentido ha sido muy importante contar con la colaboración y la complicidad de los actores y con el equipo de dirección artística, para recrear ese mundo que a nosotros, a priori, nos quedaba un poco lejos.

"Partíamos de un guión al que le faltaba un poco tocar suelo andaluz, así que involucramos a los actores para que lo adaptasen a su realidad"

Partíamos de un guión al que le faltaba un poco tocar suelo andaluz, así que involucramos a los actores para que lo adaptasen a su realidad. Era muy importante que los actores fuesen andaluces para que hiciesen una lectura de ese guión y dijesen "yo esto no lo diría así" o "esto no se diría en Andalucía en aquella época porque mi abuelo me acuerdo que lo decía de esta otra manera".

-Esas fronteras que existen en política, parece que en el cine se difuminan, como demuestran colaboraciones como éstas...

-A. Arregi: Es que al final hacer una película cuesta mucho y necesitas muchas patas: la parte humana, la económica... Uno pasa por encima de esas fronteras porque ves al otro como un aliado necesario para que la película se lleve a cabo.

Belén Cuesta y Antonio de la Torre en una escena de la película.

-En la última edición del Festival de San Sebastián habéis coincidido en Sección Oficial dos películas sobre la Guerra Civil y la dictadura. Y además de 'Mientras dure la guerra', de Alejandro Amenábar, recientemente se estrenó 'Sordo', de Alfonso Cortés-Cavanillas, en Málaga. ¿Por qué creéis que ahora mismo despierta tanto interés este capítulo de la historia?

-Arregui: Realmente, cada proyecto viene de una fuente totalmente distinta y su inicio se remonta años atrás. Amenábar llevaba con esta historia muchísimos años y nosotros también, desde 2012, pero casualidades de la vida o no, han coincidido en su estreno.

En el último año hay temas que han adquirido más fuerza en el debate social, como la exhumación de los huesos de Franco o la irrupción de un partido de extrema derecha en el Congreso. Todo eso hace que se vuelva a hablar y que estos temas, que estaban en un segundo plano, hayan vuelto a estar en primer plano. Entonces parece que estos estrenos se han dado en este contexto, pero cuando nosotros escribimos el guión todos estos temas no estaban presentes en el panorama político y social.

"Amenábar llevaba con esta historia muchísimos años y nosotros también, pero casualidades de la vida o no, han coincidido en su estreno"

Sin embargo, cuando estábamos montando, veíamos que ciertas cosas de la película cobraban más vigencia y se establecía un diálogo, entre la película y la actualidad, mucho más fuerte de lo que en un principio hubiésemos imaginado.

-¿Cómo fue el proceso de documentación?

-Goenaga: La idea de hacer esta película surgió tras ver el documental '30 años de oscuridad', que hablaba de la experiencia de distintos topos. Nos pusimos en contacto con las productoras de aquel documental, Irusoin y La Claqueta, que ya contaban con toda la documentación que recabaron en su día, y con Luiso Berdejo, el coguionista, escribí la historia de Higinio, un caso ficticio. También nos ayudaron mucho dos libros: 'Los topos', de Manu Leguineche y Jesús Torbado y 'Escondido: El calvario de Manuel Cortés', de Ronald Fraser, sobre la vida del alcalde de Mijas (Málaga) como topo.

Todo lo que no ve Higinio se convierte en un temor todavía mayor.

-Habéis visto el boikot realizado a 'Mientras dure la guerra', que antes de su estreno recibió amenazas de la Legión y recién estrenada un grupo de defensores de Franco han desalojando una sala de cine en Valencia. ¿Qué pensáis al ver estas reacciones ante una película?

-Arregi: Es un periodo que todavía duele, que incomoda. Y mucha gente lo disfraza diciendo que hay que mirar 'palante' y que es la guerra de nuestros abuelos, pero realmente es una cuestión que todavía nos afecta hoy en día. 'La trinchera infinita' habla un poquito de eso, de cómo los conflictos, más que cerrarse, se van transformando y se convierten casi en infinitos.

Es raro que la gente no tenga absolutamente ningún problema en ver una de las películas que se estrenan constantemente sobre la Segunda Guerra Mundial, pero que cuando se habla de la Guerra Civil algunos digan que ya se han hecho demasiadas y que para qué hablar de eso otra vez. Yo creo que esto ocurre porque hay guerras más incómodas que otras. Es más fácil mirar fuera que dentro porque lo de fuera es fácil de digerir, pero mirarse a sí mismo te hace hacerte preguntas. Precisamente creo que esa es una razón clara para seguir haciendo películas de ese periodo. La Guerra Civil es un periodo que da opción de hacer buen cine porque la incomodidad se fermenta en buena narración porque hace que el espectador se cuestione cosas.

"Esta historia trasciende el momento histórico en la que se enmarca y se convierte en una alegoría del miedo"

-Curiosamente, en vuestra película no aparece Franco directamente, pero a través de unas palabras de Rosa (Belén Cuesta), queda totalmente ridiculizado por su voz. ¿Es de alguna manera un guiño, una manera de mostrar vuestro posicionamiento?

-Goenaga: No sé yo si tanto. Queríamos acercarnos al conflicto de una manera muy llana, muy humana. Porque existe la macrohistoria y los conflictos en mayúsculas, pero también el cómo convive la gente de a pie con todo eso. No queríamos hacer grandes proclamas ni hacer un panfleto, sino hablar de una conversación inofensiva, que seguramente en aquella época no podrías tener en la calle, pero que se podría dar en cualquier casa, hasta en la de una familia que apoyase a Franco. Era la manera de acercarnos a la realidad de una forma que nos une a todos.

-¿Créeis que los topos existen también en la actualidad, que seguimos teniendo miedo a expresar nuestras opiniones políticas?

-Goenaga: Hombre, la película al final habla de esto. Del miedo a mostrarse, del miedo a expresar lo que piensas, lo que sientes, del miedo a dar el paso... La figura de los topos nos atrajo desde el principio precisamente como alegoría del miedo. En el caso de esta historia es el miedo a cruzar el umbral de tu casa, pero puede ser el miedo a salir del armario, a dejar a tu mujer, a cambiar de trabajo... Es un miedo con el que creo que todo el mundo se puede identificar. Al final, esta historia trasciende el momento histórico concreto en la que se enmarca y se convierte en una alegoría de todos esos miedos.

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