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Teatro

Un crimen teatral desde la crisis

La segunda producción del 'Laboratorio Galdós', dirigido por Mario Vega y basado en el asesinato de la calle Fuencarral, vive su estreno absoluto en el Pérez Galdós

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Presentación de la obra 'El crimen de la calle Fuencarral'

Si el portazo feminista de Ana (también a nosotros nos llevará el olvido), la primera producción fraguada al abrigo del Laboratorio Galdós, reverbera en los espejos del espectador desde el naturalismo dramático, El crimen de la calle fuencarral, el segundo asalto de este proyecto de experimentación escénica, enfila la búsqueda de la verdad desde la farsa burlesca. Y frente al ambicioso juego audiovisual que reviste la escenografía del primer montaje, que le valió una nominación a los Premios Max a su director, Mario Vega, esta nueva propuesta teatral que vive su estreno absoluto esta noche en el recinto galdosiano se construye sobre la nada, por lo que la sucesión de sus 33 personajes solo se sustenta, a partir de un ejercicio de eliminación, en el cuerpo y voz de sus cuatro intérpretes: Marta Viera, Efraín Martín, Ruth Sánchez y Abraham Santacruz.

Esta transmutación deliberada de las fórmulas escénicas se inscribe en el proceso de investigación teatral en que se basa el proyecto Laboratorio Galdós, coproducido por la Fundación Auditorio y Teatro de Las Palmas de Gran Canaria y Unahoramenos Producciones dentro del Bienio Galdosiano, que rinde homenaje al centenario de la muerte del escritor grancanario el próximo 2020. En esta línea, las dos primeras producciones de la trilogía programada por el laboratorio, que redondea un tercer montaje el año próximo, buscan la honestidad escénica desde una vocación experimental, lo que sitúa El crimen de la calle Fuencarral en las antípodas de su predecesor, si bien ambos han transitado los mismos senderos experimentales basados en abrir sus ensayos a la participación e interacción directa del público hasta la víspera de su estreno. Por tanto, el resultado de este espectáculo vivo que hoy sube el telón culminó su viaje creativo ayer, en el transcurso de la escritura de estas líneas.

Minimalismo

Y si Ana (también a nosotros nos llevará el olvido) explora la vertiente dramática de Galdós dentro de los corsés patriarcales de su Tristana en la pluma de la dramaturga canaria Irma Correa, con una espectacular potencia visual -que constituye el sello habitual de la compañía-, El crimen de la calle Fuencarral, con una puesta de escena minimalista, ausculta el entramado de corruptelas de los sistemas de poder en la España decimonónica a partir del funesto suceso que glosó Galdós para el diario bonarense La Prensa, y que adapta el dramaturgo colombiano Fabio Rubiano.

"Quien se espere un resultado similar al de Ana, se va a encontrar con todo lo contrario", advierte Vega. "Cuando asumimos esta coproducción con el Teatro Pérez Galdós entendimos que, si queremos que esto sea un laboratorio de investigación teatral en un espacio público, solo tenía sentido desarrollarlo si a lo largo de estos tres años ofrecíamos contenidos diferentes, autores diferentes, visiones teatrales diferentes, modelos de puesta en escena diferentes y resultados artísticos diferentes".

Sin embargo, el hilo que atraviesa el conjunto de producciones de Unahoramenos estriba en la lectura sociopolítica que destila la entrelínea de sus propuestas. En este sentido, " El crimen de la calle Fuencarral tiene unas aristas sociales impresionantes, porque dividió a la sociedad y marcó el nacimiento de la prensa sensacionalista en España, donde hasta los directores de los medios de comunicación se asociaron entre ellos para prolongar el juicio y seguir vendiendo periódicos", señala Vega en relación al argumento, que gravita sobre el sonadísimo asesinato acaecido en 1888 en la arteria madrileña y cuya supuesta culpable, Higinia Balaguer, criada de la víctima, se convirtió en la última persona ejecutada a garrote vil en una plaza pública en la historia de España. "Esta historia la cuentan cuatro trabajadores de la rotativa de un periódico, que empiezan a interpretar las noticias como un divertimento en el que cambian continuamente de personaje, desde el fiscal o abogado defensor hasta una perra narcotizada", avanza Vega. "Pero cuando después de casi una hora de divertimento llega el momento de la ejecución, ponemos un espejo".

Espejo

Pero es precisamente en el espejo del público donde el equipo de Unahoramenos ha cimentado y moldeado este montaje desde su semilla cuando el pasado agosto se iniciaron los ensayos participativos en el Teatro Pérez Galdós, que este año agotaron todas las plazas. "Nosotros les mostramos una creación muy verde, cruda, como un borrador, lo cual supone una exposición dura, sobre todo, para los actores", señala Vega. "Pero este proceso experiencial, donde los asistentes comparten una opinión que es valorada y que genera un debate, no solo les hace partícipes, sino que promueve un sentimiento de propiedad y de complicidad en el que la ciudadanía vive el teatro desde un lugar en el que nunca lo habían visto".

En cuanto a la influencia de este sistema de ensayo-error sobre los derroteros del montaje, el director señala que "no me interesan tanto sus propuestas de creación, sino que nos pongan en crisis". "Y esas crisis se llevan al equipo artístico, se debaten y las ponemos a prueba, porque nos ponen a nosotros a prueba", manifiesta. En el caso concreto de El crimen de la calle Fuencarral, las impresiones del público ahondaron en el planteamiento inicial de la austeridad escenográfica.

Entre otras anécdotas, Vega revela que "este espectáculo contaba con una grúa homologada de cuatro metros de altura que fabricamos para el asesinato a garrote vil, donde la actriz volaba en la parte superior. Pero se va a quedar en el almacén". "También fabricamos mucho atrezzo con un material de periódico precioso y lo suprimimos", relata, toda vez que "resultó que algunos espectadores ni siquiera percibieron el cambio, y nos dimos cuenta de que los actores son capaces de construir personajes absolutamente creíbles solo con su voz y su cuerpo".

Este proceso de reescritura interpretativa comportó "un trabajo muy exigente, sobre todo, para los protagonistas, pero en el que hemos conseguido una pieza diferente, donde todo lo que sucede está pensado y discutido". Además, una de las novedades este año es que, antes de cada ensayo, cada uno se sometía a una hora y media de entrenamiento físico de alto rendimiento. Y pese a la humildad que constituye el proceso de mostrar, tejer y destejer las costuras de su proceso creativo por parte de Unahoramenos, Vega destaca que "para nosotros, la humildad viene de la mano de la gente, que te está regalando su punto de vista". "El ensayo-error es un proceso creativo muy enriquecedor para toda la cadena de valor y luego, además, se refrenda con un resultado artístico, cuando ni siquiera sería necesario que lo hiciera porque, en un laboratorio, el resultado es lo de menos, pero es que, encima, lo justifica, porque cuando antepones al proceso, el resultado es mejor", afirma. "El laboratorio ha cambiado la filosofía de la compañía y mi mirada como creador", concluye, "no sé cómo va a ser la vuelta a la normalidad después de este viaje".

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