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análisis

Diez visiones de las Islas

La galería S/T Espacio Cultural inaugura la exposición colectiva 'Equivalencia II', donde una decena de artistas muestran diferentes facetas del panorama artístico canario

Un instante de la inauguración de la exposición colectiva 'Equivalencia II'. lp / dlp

Emplear una galería como si de un estudio abierto se tratase ha sido una fórmula recurrente para que diferentes artistas puedan crear y exponer sus trabajos en colaboración. Como es natural, este tipo de iniciativas, destinadas a fomentar la creatividad y la experimentación en un ambiente de intercambio cultural, suelen deparar agradables sorpresas.

Tal es el caso de Equivalencia II, una exposición colectiva que se inauguró este fin de semana en la galería S/T Espacio Cultural, reuniendo la obra de artistas como Idaira del Castillo, Óscar del Mar, Israel Jiménez, Nicolás Laiz Placeres, Julia María Martín, Pura Márquez, Laura Mesa, Iván Santiago, Alfons Simó y Cristina Toledo.

Estos diez artistas, que hacen honor al título de la exposición a través de la paridad de género, componen la segunda edición de esta colectiva, que después de un lustro vuelve a mostrarnos otra selección de las diferentes propuestas artísticas que se realizan en el archipiélago, porque todos sus componentes son canarios, ya sea de origen o adopción.

Naturalmente, tras seleccionar lo que se mueve a nivel del arte contemporáneo en las Islas, se ha dejado que establezcan entre ellos un diálogo artístico que ha tenido como resultado esta colectiva.

Israel Jiménez ha presentado ocho cuadros en los que confronta la parte emocional de los objetos con la puramente económica. Para ello se ha inspirado en la mitología griega, tomando el mito de Caronte y el óbolo que había que poner en los ojos y la boca de los muertos para pagar el viaje que hacían a bordo de su barca a través del río Aqueronte en el inframundo. Con la original idea de sustituir las monedas por los más variopintos objetos de la cultura pop (que van de los más infantiles a los más serios) ha creado una serie de retratos al óleo de personas reales, a los presenta amortajados y sobre la madera del bote del barquero del Hades.

Cajas de luz

Por su parte Iván Santiago aporta a la exposición unos cuadros que realizan una denuncia radical a la industria alimenticia y su influencia sobre la población mundial. Con dos collages que muestran un conjunto de blísteres alrededor de envases alimenticios, ironiza acerca de la naturaleza de los alimentos ultraprocesados y las estrategias de marketing creadas para convencer al consumidor. Del mismo modo, ha creado dos cajas de luz con las que descontextualiza dos célebres eslóganes creados para jugar con las emociones del consumidor y crear modas alimenticias, dejando ver todo lo que realmente hay detrás de esas sugerentes pero engañosas palabras.

Idaira del Castillo aporta cinco composiciones un tanto enigmáticas con las que ha traducido a su propio lenguaje lo que le llega del exterior, dando lugar a algo diferente, con lo cual su mundo real se mezcla con el imaginario para luego devolverlo al espectador estableciendo un diálogo que lo transporta a otro tiempo y espacio. De este modo a través de un intercambio lúdico pretende provocar un juego, una incógnita que le lleve a preguntarse qué es exactamente lo que está viendo.

Alfons Simó presenta la que quizás constituya la propuesta más siniestra de toda la exposición, porque a través de una serie de objetos propios de la cultura sadomasoquista plantea una reflexión sobre el poder y el control que éste ejerce a través de las prácticas políticas y económicas más perversas. Así, utiliza diversos instrumentos empleados en el sadomasoquismo con los cuales reflexiona acerca del neoliberalismo y su naturaleza explotadora que paradójicamente hace de la pérdida de la libertad individual y la sumisión una realidad que legitima los roles de aquello que se desea ser.

De un modo muy diferente, Óscar del Mar juega con el concepto de la materia oscura para buscar las formas que se esconden en las piedras, dividiéndolas y pintándolas como si fueran meteoritos que ocultasen en su interior colores sorprendentes. Lo mismo hace con especies vegetales presentadas como formas negras, fuera o dentro de tubos de ensayo. Sus piezas proceden de los barrancos de San Miguel de Abona, y en cada una se refleja alguna experiencia que ha tenido cuando los recorría.

Julia María Martín presenta ocho obras que de no estar enmarcadas en madera bien podrían ser consideradas esculturas, pero de un minimalismo algo naif que utiliza lo textil como medio plástico, de tal manera que su trabajo parte de la mutación del género pictórico y su desmontaje, transformándose hasta convertirse en un medio escultórico e instalativo.

Con tres creaciones fotográficas Pura Márquez muestra unas figuras femeninas tomadas de cintura para abajo o sin el rostro, para que sólo sirvan de soporte de diferentes tipos de frutos, como unos bodegones en los que la escenografía se combina con la fotografía inventando nuevos paisajes relacionados con la botánica y confundiendo a propósito lo natural y artificial se confunden dentro de panoramas de colores saturados cercanos a la postal turística.

Materiales fotográficos

Las obras de Cristina Toledo muestran un claro interés por la transformación de la fotografía en pintura, para, modificando su naturaleza, cambiar la relación que el espectador establece con una representación y potenciar su capacidad de transmitirnos significados y preguntas. Sus cuadros han sido creados a partir de materiales fotográficos de diferentes procedencias, aunque reelaborándolos como otro tipo de representaciones para sugerir nuevas lecturas. Pero a pesar de que esta recopilación se haga por azar, los cuadros que componen esta exposición, como el resto de su obra, ha sido seleccionado de tal modo que están relacionados temáticamente entre sí, tratando cuestiones como la representación de la identidad o los mecanismos de control impuestos a través de lo visible.

La expresión plástica más elemental y austera es la que propone Laura Mesa, quien trata de redefinir nuestra relación con lo real y su representación, para lo cual emplea el dibujo, planteando una relectura de sus procesos y materiales junto a una reflexión inspirada por la obra de filósofos como Heidegger y Deleuze. El resultado son unas creaciones compuestas formalmente alrededor a la densidad del grafito y la tinta china, dibujos sólidos que buscan cuestionar la naturaleza del dibujo y en consecuencia, el dibujo de la propia realidad.

Nicolás Laiz Placeres presenta cuatro piezas entre las que destaca la extraída de su serie Ídolo de Tara (2017), en la que la célebre figura aborigen en vez de aparecer modelada en cerámica, lo hace en resina y plástico reciclado que el propio artista ha recogido de las playas de Lanzarote, convirtiendo esta imagen cultual en un mero suvenir turístico.

Equivalencia II reúne una decena de propuestas que muestran una parte de lo más interesante que actualmente se realiza en el Archipiélago.

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