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Entrevista | Luz Gabás

"El exceso de nostalgia impide ser libre para avanzar"

"Desear vivir en un pueblo no significa desear desconectarse del mundo", afirma

"El exceso de nostalgia impide ser libre para avanzar"

Define la escritora Luz Gabás su nueva obra como "una historia de transformación, de amor en sentido muy amplio y de homenaje a una generación y a la España rural". En El latido de la tierra, la autora reivindica el mundo rural "como patrimonio de todos".

¿El latido de la tierra

Poco, lo justo. Es nostálgica porque mira al pasado pero conforme evoluciona la novela cambia la actitud frente a la nostalgia. Empieza más nostálgica de lo que acaba. Alira, la protagonista, recuerda un mundo idealizado y la nostalgia recupera mundos idealizados. La novela, curiosamente, evita un exceso de nostalgia. Eso sí, si te identificas con la protagonista, ella sí que añora un pasado concreto, pero evoluciona hasta conseguir darse cuenta de que un exceso de nostalgia le impide ser libre para avanzar.

Como todo tiene un porqué, ¿por qué homenajea a la España despoblada?

Antes de sentarme a escribir tenía muy claro quién era quién, qué hacía quién, los capítulos, las escenas... Soy muy cuadriculada a la hora de escribir. Esta novela es muy puzle, se abren muchas puertas, hay muchas piezas y todo tiene que encajar para transmitir lo que quiero. Soy muy de trabajar de escaleta. Puede ocurrir que haya una escena al principio que crea que va a funcionar muy bien en el capítulo cuatro y luego diga no, cuadra más en el nueve, pero lo tengo bastante claro cuando me siento a escribir. Y lo de la España despoblada es porque estaba preparando otra novela, pero una vocecita por dentro me decía que escribiera esta antes porque si no no podría escribir la otra. Me di cuenta de que me faltaba escribir sobre lo más cercano a mí. Al pensarlo, tres cosas vinieron a mi mente, la amistad de la juventud, la música y el entorno, que en mi caso siempre ha sido muy rural ya que muchos somos hijos de esos matrimonios que dejaron los pueblos para establecerse en las ciudades. Mi alma es rural pero he vivido y trabajado en la ciudad.

En los últimos tiempos se produce una reivindicación de esa España despoblada y rural.

Decía Llamazares que ya se ha hablado demasiado y que hay que pasar a la acción. Yo creo que no se ha hablado demasiado todavía, aunque sí quizás, del lamento por lo perdido. Hay que seguir hablando y buscando los halcones y los vales de nuestra propia vida porque es muy posible que se establezca una nueva conexión con el entorno rural.

Porque políticas al respecto, pocas.

No se le puede pedir a la administración que de repente todos los pueblos deshabitados de España tengan más servicios. Hay que apostar por políticas sensatas y razonables que sirvan para que uno libremente pueda decidir vivir en el pueblo y, hoy por hoy, lo fundamental son las comunicaciones por carretera e internet. Con eso, tal como está evolucionando la sociedad, ya podemos empezar a pensar en asentamientos de población. Porque si más personas van a vivir allí, los servicios llegaran solos. De esto no se había hablado hasta ahora y gracias a internet hay personas que se pueden plantear vivir allí.

Sí, porque idealizamos estos lugares pero solo para veranear y desconectar.

Tendemos a idealizar el pasado y me parece muy bonito porque a mí me encanta el siglo XIX pero vivir allí siendo mujer y sin dentista es complicado. Esa es solo una cuestión de por qué yo no regresaría a ese pasado. Tendemos a idealizar la vida en el campo. Yo tengo la impresión de que con las nuevas tecnologías es diferente porque no tienes la sensación de aislamiento. Si, por ejemplo, eres una persona con inquietudes culturales el poder ver películas en tu casa, el poder comprar y recibir te da la sensación de que no estás tan desconectado del mundo. Desear vivir en un pueblo no significa desear desconectarse del mundo. En los últimos años ha cambiado el discurso y eso es importante. Hasta no hace mucho se asociaba el campo con el garrulismo y eso está empezando a cambiar. Cada vez hay más personas que deciden irse al campo y esa imagen del cateto garrulo de pueblo está terminando. Las nuevas tecnologías han tenido mucho que ver porque la información llega a la vez a todos los lugares.

¿Qué es El latido de la tierra

Una historia de amor y de amistad generacional. Es una parte de la historia de España de las últimas décadas, de los españoles que nacimos en los sesenta y que vivimos en nuestro país esta transformación de un mundo agrícola a un mundo moderno.

¿Su libro es la historia de un lugar o una historia de personas?

La novela es como una alegoría y tiene muchas metáforas, muchos símbolos, de manera que cada lector la puede interpretar a su manera. No tienes que tener un patrimonio en el pueblo para entender la carga heredada de Alira, que puede ser emocional, de exceso de responsabilidad, de que sientas que te han educado en una dirección cuando tú querías ir en otra... Todo tiene muchas lecturas y eso también es un signo de nuestra época y de cómo nos educaron. Hay una escena en la que están las amigas y una le dice a la otra: 'Cuando salí a estudiar pensé que me iba a comer el mundo y luego el mundo me comió a mí'. Con sus diferentes caracteres, los personajes hacen sus reflexiones y los lectores se pueden identificar con ellos.

El apego del que hablan los personajes se puede aplicar a muchas cosas.

A una relación anterior, por ejemplo, o a cómo nos aferramos a ellas cuando a lo mejor no es sano ni deseable. Esta novela reformula muchas cosas y nos obliga a reflexionar sobre lo que para nosotros tiene sentido de verdad.

La amistad, por ejemplo.

Esta fue para mí la parte más sencilla de tratar. La amistad para mí es muy fácil; hacia el amigo hay que tener cariño y lealtad, y con esto funciona. No debes pedir nada más a una amistad. Para mí la lealtad es entender al amigo como es, no como eres tú ni como querrías que fuera, independientemente de su ideología o forma de vida. Las amistades de antes eran más variadas y no tan polarizadas como las de ahora.

¿Sus personajes son reales?

Son identificables. Son mezclas y no se refieren a nadie en concreto. El pueblo, el escenario de todo, es un fundido de varios lugares que he recorrido o imaginado; los personajes estaban grabados en mi cabeza y, de alguna manera, han salido.

Los nombres que utiliza son muy curiosos.

Alira, por ejemplo, es el de una lectora a quien le firmé un libro en Barcelona y me encantó su nombre. Mis protagonistas tienen que tener nombres especiales porque es eso lo que los eleva a la categoría de protagonistas.

¿La próxima novela ya está en marcha?

Tengo documentación. La promoción permite reposar e ir despidiéndose de ella pero también es verdad que ya me apetece recogerme, sentarme, leer, tomar notas... para eso necesito casi un año. Yo soy de las lentas porque necesito reposar.

¿Es disciplinada?

Sí, porque si no no salen los proyectos. Cuando ya tengo la documentación y sé cómo lo voy a articular es cuando me siento a escribir.

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