Casa África acoge dos exposiciones que hablan sobre la infancia y la juventud africanas y que se organizan en colaboración con Unicef y Cooperación Española respectivamente. Las exposiciones se denominan Afrotopía y La elocuencia de los sin voz. Ésta última se refiere a la infancia en Mauritania y es un proyecto fotográfico de Araia Tamayo Álvarez con la cooperación de esta agencia de Naciones Unidas dedicada a la infancia sobre el terreno y la Embajada de España en Mauritania, surgido con motivo del 30 aniversario de la Convención sobre los Derechos del Niño.

La primera, Afrotopía, toma el título de un libro del economista y escritor senegalés Felwine Sarr, publicado por Casa África, y es el resultado de un proyecto de formación para jóvenes fotógrafos africanos en el marco del programa Acerca de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. El proyecto fue diseñado y llevado a cabo en Níger, Mali y Senegal por el fotógrafo Héctor Mediavilla Sabaté, que también es el comisario de esta exposición. Ambas exposiciones se inaugurarán mañana, jueves, a las 19.00 horas y contarán con la presencia de Araia Tamayo y Héctor Mediavilla, además de Nereida Castro, del comité de Unicef en Canarias, y diferentes personalidades. Ambas se podrán visitar, de forma gratuita, en horario de 9.00 a 18.00 horas, de lunes a viernes.

Mauritania es un país sahelo-sahariano con más de la mitad de la población por debajo de los 18 años. Regularmente golpeada por la sequía y las inundaciones, se caracteriza por sufrir crisis nutricionales recurrentes. Las problemáticas expuestas en La elocuencia de los sin voz representan los grandes desafíos y las prioridades de acción del programa de cooperación entre Mauritania y Unicef, que busca contribuir a la mejora de las condiciones de vida de las niñas y niños. Entre estos desafíos destaca la situación de las mujeres y niñas, ya que este país ocupa la posición 159 de 189 en el índice de desigualdad de género mundial en 2018. Las mujeres y las niñas mauritanas tienen un control limitado sobre su salud y su vida reproductiva y por extensión, sobre su interacción con el mundo.

En Mauritania, una niña de cada 4 (una de cada 3 en zonas rurales) se convierte en madre antes de los 18 y la mutilación genital femenina alcanza a más de la mitad de las niñas. Los embarazos precoces son frecuentes y conllevan riesgos para la salud y la educación de las adolescentes. En lo que se refiere a datos generales sobre la infancia, 3 adolescentes de cada 4 no están escolarizados, el 37% de los niños trabajan (el 26% de ellos, en situaciones peligrosas), 2 niños de cada 3 no tienen acceso a letrinas, 4 niños de cada 10 no tienen registro de nacimiento y el 80% de niños han sufrido métodos disciplinarios violentos en el seno de sus familias. La responsabilidad de recogida del agua queda en manos de las mujeres y niños, que a veces tienen que recorrer largas distancias a diario y se exponen así a peligros de diversa índole.

A nivel general, las riquezas del país no están distribuidas de forma equitativa y no se reflejan lo suficiente en los servicios sociales de base. Finalmente, su intensa urbanización y la acumulación poblacional refugiada maliense crean importantes presiones sobre los servicios públicos y debilitan los mecanismos de protección social tradicionales, en detrimento de los derechos de los niños y niñas. El programa de Unicef para Mauritania apunta hacia una respuesta sistemática para proteger eficazmente a las niñas y niños, reforzando los esfuerzos del Gobierno y llevando a cabo acciones de sensibilización a adolescentes, familias, comunidades y líderes religiosos.

El término Afrotopía es una propuesta para mirar al continente africano desde una perspectiva de descolonización mental, acuñada por el escritor, economista y músico senegalés Felwine Sarr en un libro del mismo título, publicado en 2016 dentro de la Colección de Ensayos de Casa África. En él, el escritor propone una utopía activa en la que África tiene que dejar de mirarse en el espejo de occidente y desarrollar su propio proyecto, con una visión propia de su futuro, repensando el paradigma actual y alejándose de los parámetros impuestos desde el exterior. Cada alumno del taller de Mediavilla eligió libremente un proyecto fotográfico que pudiese desarrollar en un máximo de tres semanas. En cada país, se discutieron y valoraron colectivamente las distintas ideas que nacían de los fotógrafos para que se ajustasen al tema central.

En Dakar, participaron dos fotógrafas y siete fotógrafos, jóvenes de entre 22 y 35 años, con perfiles, experiencias e inquietudes diversas. La excepción fue Assane Sow, de 45 años, fotoreportero con más de veinte años de carrera en los principales diarios senegaleses, que deseaba desarrollar un trabajo más personal, más "artístico", mostrando una gran motivación para transformar su mirada periodística (la que esperan y valoran sus jefes) en una voz propia, que naciera de sus inquietudes personales y de su visión del mundo en el que vive.

En Niamey, Apsatou Bagaya, gran fotógrafa nigerina, fue la encargada de realizar la selección de los participantes en el taller. En Níger, a diferencia de Senegal, no hay escuelas de fotografía ni de cine o comunicación visual, por lo que es mucho más difícil aprender a desarrollar este tipo de oficios. De los catorce seleccionados, tres eran mujeres: todo un éxito en un país en el que las fotógrafas apenas existen y donde Apsatou es una maravillosa excepción que se está convirtiendo en fuente de inspiración para chicas más jóvenes. Resultó ilustrativo que los temas elegidos se decantasen por ensalzar tradiciones sin negar la globalización.

Finalmente, el grupo de alumnos de Bamako tenía otro perfil. Eran muy jóvenes, menores de 25 años, estudiantes del segundo curso de multimedia en el CAAM. La fotografía no era su prioridad, puesto que la mayoría se decantaba por contenidos multimedia, grafismo o vídeo. Sin embargo, aprovecharon la ocasión con ese entusiasmo de la primera juventud, las ganas de experimentar y de arriesgar sin tener miedo a la crítica o al fracaso. A pesar de su inexperiencia, los talleristas malienses sabían de qué querían hablar y cuál era el mensaje que querían transmitir.