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Dios Salve al Reino Desunido

'El corazón de Inglaterra', Jonathan Coe, es algo más que una novela sobre el 'brexit'

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Jonathan Coe (Birmingham, 1961) es un escritor que muestra inquietud por los asuntos de calado y a fuerza de proponérselo se maneja bien en ellos. No sucede igual cuando disimula el interés que supuestamente le despiertan autores experimentales como B. S. Johnson o Flann O'Brien, que sin embargo no emergen de su escritura. Su prosa es menos complicada, más bien todo lo contrario: muy precisa nos conduce de manera divertida por gloriosas transiciones y saltos de párrafo, engarzando miniaturas diseñadas con estilo y un peculiar sentido del humor que lo sitúan cerca de Graham Greene y, por lo que concierne a la sonrisas más explícitas, del gran Evelyn Waugh. Sus supuestas apetencias literarias quedan, por tanto, para la intimidad; Coe es sobre todo un novelista tradicional, interesado en el personaje y en la trama. Cuando aborda historias familiares, al lector no le resulta difícil remontarse a Elizabeth Gaskell, Dickens o Trollope, salvo que los novelistas victorianos no estaban tan encadenados a la realidad como los actuales y gozaban de una mayor libertad para inventar.

El corazón de Inglaterra es la última entrega de una trilogía, tras El Club de los Canallas y El Círculo Cerrado que diseccionaban la Gran Bretaña de Thatcher y la de Blair y que persigue las vidas de un grupo de amigos de Birmingham desde la década de 1970 hasta la actualidad, con tres personajes centrales: Benjamin Trotter, el escolar pasivo y reflexivo de la primera de las novelas, su sobrina Sophie, y su compañero el periodista Doug Anderton. En El corazón de Inglaterra, Trotter ha cumplido los 50. Perdida la fe, en El Círculo Cerrado se había separado de su esposa. Ahora descubrimos que vendió su piso y se retiró a un apartado molino rural para terminar su inacabada: una extensa obra total que le ha entretenido durante décadas.

Sophie es la hija de la hermana de Benjamin. La madre, Lois, víctima traumatizada por los atentados con bombas en un pub de Birmingham en 1974, es una historiadora del arte que, para su sorpresa, se casa con un hombre aburrido pero decente llamado Ian. Doug sigue siendo un columnista con éxito de un periódico de izquierdas. Su matrimonio no funciona pero continúa viviendo en la casa de Chelsea con su hija Coriander, una adolescente radical. Paul, el hermano de Benjamin, que en la entrega anterior se convertía en parlamentario laborista, no aparece por ningún lado. Tampoco Cicely, el primer amor de este último y madre de su único hijo. Pero él piensa en ellos a menudo, y de vez en cuando recuerda que existen. El lector lo agradece. No podemos olvidarnos de Colin, el padre de Benjamin, que en el inicio del nuevo ciclo, 2010, asiste a la muerte de su esposa, que el hijo llora durante una noche en medio de espasmos y sorbos de whisky mientras escucha las canciones de Shirley Collins sobre la vieja Inglaterra. Un preludio de lo que viene a continuación.

Coe cubre en El corazón de Inglaterra el colapso financiero, la victoria del gobierno de coalición liberal-conservadora de 2010 y los disturbios de Londres de 2011, y prosigue con la votación del brexit casi hasta el día de hoy. De hecho el brexit se convierte en el distintivo de la novela: las noticias y las tormentas en las redes sociales marcan en cierto modo su ritmo. También la política en general, como sucede con el desafortunado encuentro de Gordon Brown con la "intolerante" vecina Gillian Duffy, en la campaña electoral en Rochdale, y el micrófono abierto que traicionó al líder de la izquierda y trajo consigo la posterior debacle electoral laborista. Memorables son las reuniones extraoficiales que Doug mantiene con Nigel Ives, empleado de la oficina de comunicaciones del primer ministro David Cameron. En marzo de 2016, Nigel le dice a Doug que cree que el brexit y la elección de Donald Trump son simples fantasías que no merecen ser seriamente refutadas. Incluso cuando dentro de los planes del Gobierno está convocar el referéndum de leave o remain, y surge la idea de que sería más correcto llamarlo brixit en vez de Brexit, comenta que no hay que preocuparse por elegir la palabra adecuada porque la salida del Reino Unido de la UE sencillamente no se va a producir. Doug, el periodista, vive en una lujosa mansión en Chelsea y teme estar perdiendo contacto con el hombre común de la calle. Con su hija ya ha desintonizado hace tiempo. Coriander plantea puntos de vista intransigentes sobre el racismo, la desigualdad y la política identitaria, imposibles de compartir por un socialdemócrata agiornado. Según ella, el muro paterno, aparentemente comprensivo, es más difícil de derribar para las aspiraciones de justicia social que defiende que cualquier barrera tory.

El padre de Benjamin, Colin, ha votado conservador en todas las elecciones desde 1950. Se queja de que la lengua inglesa está siendo arrinconada en su propio país. La propaganda nacionalista no ha tenido que trabajar muy a fondo para convencerlo. Al final de la novela, alguien es agredido en público por hablar un idioma diferente. La madre de otro personaje se despacha con un infame discurso contra la inmigración y, a la vez, sospecha de la mujer lituana que limpia su casa. Otros critican la absurda corrección política imperante. Los privilegios de los blancos y las políticas preferenciales salen con frecuencia a escena. Entre todo este caldo de cultivo brexiter surgen pensamientos fructíferos del cosmopolitismo sin fronteras y acerca de si el peligro de apelar al nacionalismo para obtener réditos políticos es un fuego que puede controlarse o, por el contrario, el causante de la propagación de un incendio de consecuencias imprevisibles. La pregunta tiene hasta ahora la respuesta que ya conocemos.

Cuando Coe relata el asesinato de la diputada laborista Jo Cox se concreta la idea del delirio escalofriante desatado en los últimos años. Pero, al mismo tiempo, los personajes principales de la novela aprenden lecciones y algunos de ellos llegan a conclusiones más o menos felices. De hecho, su intención ideológica se acerca a los puntos de vista centrados de Benjamin y Doug, precisamente los dos protagonistas coetáneos del autor. Coe reconoce que gran parte de la ira por causa de la corrección política y el resentimiento de las personas que ya no se sienten en casa en su propio país no son injustificados y tampoco pueden ignorarse. Sin embargo, cuando alguien mira con nostalgia a los años setenta como una época en que los ingleses se sentían cómodos unos con otros, recuerda cuán dividido estaba el país entonces. Conclusión: las personas y las familias pueden ser víctimas de momentos histéricos extraños.

En El corazón de Inglaterra hay mucho más que un análisis político de la situación en el Reino Unido: por el interés humano que despierta se puede leer como una novela sobre la mediana edad, los problemas familiares, y el peso de los remordimientos. Y, lo más importante de todo, Coe hace sonreír con un sentido de la mordacidad y del humor que para sí quisieran otros escritores actuales.

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