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Sótanos de la normalidad

El peruano Faverón Patriau escribe una historia de perversidad moral entre fanatismos y locuras en 'Vivir abajo'

Gustavo Faverón Patriau. LP

El tráfico de la literatura hispanoamericana es ahora más fluido en España gracias a editoriales independientes que apuestan por autores y autoras alejados del canon, cuya edad y trayectoria difícilmente cruzarían el charco si la perspectiva editorial siguiera únicamente volcada en reincidir sobre lo seguro. Gustavo Faverón Patriau (Lima, 1966) es uno de esos autores. Sabemos que fue el coeditor del volumen Bolaño salvaje (Candaya, 2008) y autor de El anticuario (Candaya, 2014), novela protagonizada por un hombre encerrado en un psiquiátrico que por las noches reúne a los pacientes y les obliga a escuchar sus historias. Muy bien engrasada desde el punto de vista estilístico, con un lenguaje exigente y plástico a la vez, Faverón Patriau levanta en aquel caso una oscura historia con un impulso gótico en una Lima enloquecida, perversa, con forma de espiral.

Buceando en internet, me sorprendió en su momento que el origen de la misma estuviera en una experiencia personal de semejante calado. Resulta que un buen amigo del autor, la persona más culta que conocía, que tenía la biblioteca privada más importante de Perú con primeras ediciones de las tragedias de Shakespeare o el único ejemplar de la primera edición de la segunda parte del Quijote que no estaba en la Biblioteca Nacional de Madrid, dicho sujeto, de forma repentina, mata a su novia a balazos y es ingresado en un centro psiquiátrico.

El autor perdió el contacto con él, pero el día que se decidió a visitarlo, salió de dicho encuentro convencido de que se trataba de la misma persona que él había tratado durante años y que, inevitablemente, mantenía la misma amistad y cariño hacia él. El anticuario surge del cruce entre esta historia y el libro que Gustavo Faverón estaba escribiendo en ese momento sobre el Perú de los años ochenta, con el choque entre Sendero Luminoso y el gobierno peruano en primer término.

Vivir abajo surge también del cruce de otros dos libros que preparaba el autor y el resultado incide en lo mismo: la cultura y la barbarie no son antagónicas, también se cruzan y a menudo conviven bajo el mismo rostro. En este caso, la historia gira en torno a dos investigaciones: la de George Bennett que necesita saber quién fue realmente su padre y la del narrador, que a su vez necesita saber quién fue realmente George Bennett. La confluencia entre ambas discurre por los vericuetos de una estructura en cuatro partes: los diarios y cuadernos del narrador en torno a la figura del cineasta George Bennett; el monólogo de una mujer que cuenta la infancia y juventud de Bennett en Maine; el viaje de Bennett por Sudamérica en la década de los ochenta y, finalmente, la reconstrucción por orden cronológico de todo lo anterior por parte del narrador.

Vivir abajo es más sencilla estilísticamente que El anticuario, pero a su vez más compleja en términos ideológicos y de alcance mucho mayor. Su organismo está constituido por una red de historias cruzadas que ocurren en tiempos aparentemente desconectados, en líneas cronológicas diferentes y que están contadas a través de muchos filtros. En este caso, ya no se trata de un personaje enloquecido y aislado de la sociedad, sino de decenas de personajes que parecen desequilibrados y tienen apariencia de normalidad: "La gente 'normal' no está menos torcida y oscurecida que la otra". La locura vista como un rasgo definitorio de lo humano que tratamos de domesticar, pero que regresa constantemente. La locura como norma reprimida.

El título alude a la oscuridad y casi clandestinidad en que transcurre la mayor parte de la historia de la humanidad. Gustavo Faverón concibe en Vivir abajo una reconstrucción de la historia reciente de Latinoamérica a partir de la memoria privada de unos personajes con muchas vueltas. La influencia de la novela gótica anglosajona y el gótico sureño de Faulkner, Flannery O'Connor, Carson MacCullers o Bolaño aderezan esta historia de perversidad moral que se mueve entre fanatismos y locuras que a fin de cuentas pueden aflorar en cualquier parte: "En la Historia lo único que parece una certeza es que hay una tragedia a punto de ocurrir, siempre, y nadie sabe quién la cometerá, porque casi todos son capaces de hacerlo". Una novela de incertidumbres que propone un viaje dantesco por los sótanos de la normalidad. Viene para quedarse entre nosotros.

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