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Teoría de la dictadura

Teoría de la dictadura

Es reciente la publicación, en Francia, del texto Théorie de la dictature (Editorial Robert Laffont, 2019), de Michael Onfray. La filiación anarco-izquierdista del filósofo Onfray es bien conocida, y es por eso que su texto produce ronchas, ronchas bien grandes, en los filósofos y críticos que siguen como corderos la deriva del paradójicamente denominado "progresismo". Sólo con una visión rápida de lo que se dice del último texto de Onfray, por ejemplo, en Kaosenlared.net, se ve el monumental enfado, apenas disimulado con buenas dosis de cinismo (cfr., por ejemplo, las críticas del filósofo Iñaki Urdanibia o del analista Miguel Gómez M.).

La cuestión es que Onfray, da la sensación, se ha cansado ya de constatar la estupidez "progresista", y en su perspicacia pensante, se da cuenta de que lo políticamente correcto nos lleva al abismo, un abismo cuyo final es: la Dictadura. Esa dictadura la ve Onfray en un resultado que está ya previsto en Orwell, tanto en su obra 1984, para el diagnóstico, como en su obra Rebelión en la granja, para su praxis. Onfray llama la atención y dice: "Lo que se nos presenta como progreso es una marcha hacia el nihilismo, un paso hacia la nada, un movimiento hacia la destrucción... el culto actual al progreso simplemente porque es progreso, por aquellos que se llaman a sí mismos progresistas, se asemeja a una genuflexión ante el abismo, antes de la siguiente fase, la de precipitarse en ese abismo como las ovejas de Panurge".

Onfray remata: "El progreso se ha convertido en un fetiche, en la religión de una época sin sagrado, la esperanza de un tiempo desesperado, la creencia de una civilización sin fe". No es solo Onfray quien se fija en la estupidez que nos abate, hay otros filósofos como el también francés Jean-Francoise Braunstein, autor de La filosofía se ha vuelto loca (Grasset & Fasquelle editores, 2018) quien despliega toda la panoplia de idioteces, propias de pensamiento ovejuno y que afecta, sobre todo, a los denominados estudios de género, bioética, eutanasia, transexo y ecologismo. Francia, por haber sido el faro del "progresismo", es un laboratorio en el que las subnormalidades deberán haber alcanzado un grado sublime, al punto en que estos filósofos, nada sospechosos de ser fascistas (el epíteto que se coloca automáticamente a quien no comulga con el pensamiento ovejuno del "progresismo"), empiezan a reaccionar con fuerza.

Volvamos a Onfray: somos un archivo, a través de los teléfonos móviles, los ordenadores, las cámaras de vigilancia, por la domótica que invade el hogar, por los relojes digitales que examinan los cuerpos, por las tarjetas de crédito inteligentes, por los radares y cámaras, por las cajas de audición para las encuestas de panel, y un inacabable etcétera. Vivimos en un mundo GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon). Onfray propone siete tesis, de las que nos fijaremos en la segunda: la lengua es atacada, se abandona el aprendizaje de la ortografía, se liquida la enseñanza de la gramática, de la escritura gráfica, y "a esto se añade: la fascistización de la lengua según el principio promulgado por Roland Barthes durante su lección en el Colegio de Francia, la tontería que genera a raíz de su politización la polémica estéril sobre los usos de lo masculino y lo femenino, sobre la feminización de profesiones, sobre la escritura inclusiva, sobre la reforma ortográfica, sobre el aprendizaje de lenguas extranjeras, incluso cuando la lengua materna es pisoteada".

Pareciera que Onfray se ha dado un paseo por España: "Con esta dieta cerebral, las estadísticas de lectura obviamente se han vuelto angustiosas: cada vez hay más analfabetos, incluyendo en la educación superior, cada vez menos lectores, incluidos los profesores y sus estudiantes, la gente cultivada ha desaparecido, y no ha sido reemplazada por otra categoría, la capacidad de leer textos complejos se ha derrumbado".

Onfray pasa por la tercera tesis, la abolición de la verdad, la cuarta tesis, la instrumentalización de la historia. La moralina, dice Onfray, llega a la denominación de "extrema derecha" a cualquier cosa que no quepa dentro del esquema ovejuno "progresista". Y de esta forma es "extrema derecha" cualquier derecha que no suscriba Maastrich, que no comulgue con el europeísmo, que hable de la masonería, que no sea pacifista, que condene la violencia callejera, y aquí sobreviene el problema: "el problema con el mal uso de esta palabra es que, cuando surge una derecha extrema real, por ejemplo la de los supremacistas anglosajones, los medios para luchar contra ella ya no existen, porque, cuando la extrema derecha está en todas partes, no se encuentra en ninguna parte". Lo mismo ocurre con el abuso de la misoginia, la falocracia, el racismo, el sexismo, el antisemitismo, de manera que, al ser desacopladas estas expresiones de su significado histórico, ocurre que: "Cuando se dispara a la historia, la propaganda es la que hace la ley".

En su quinta tesis Onfray plantea que la naturaleza se apropia y se borra, al humano se le coloca fuera de los ciclos naturales, solares, estacionales o cósmicos, y así hay derecho de pernada sobre la naturaleza: "La cuestión del sexo, el género, ya no surge en términos de naturaleza, sino de cultura... El cuerpo se ha convertido en un archivo cultural y no en un dispositivo natural".

Y séptima tesis: "El Imperio está en marcha", en palabras de Onfray: "en un mundo donde la libertad ha sido destruida por los progresistas, el progreso está siendo constantemente monitoreado, espiado; ya no hay una vida privada, íntima y personal", un mundo con el lenguaje empobrecido por los progresistas, con la verdad abolida por los progresistas, y donde ser progresista significa, sobre todo, nunca cuestionar nada. Finalmente, "un mundo donde el odio ha sido propagado por los progresistas, el progreso es creer que uno piensa cuando uno simplemente odia; es buscar un enemigo sin el cual uno no puede vivir". Esta es la Dictadura contemporánea, la que generan los que se autodenominan... progresistas. ¡Michael Onfray está desconocido, pero ya era hora!

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