Raphael se atreve con la pista de baile, a su manera, y con los arreglos bien medidos, sin estridencias, para dar una vuelta de tuerca, la más atrevida en su dilatada carrera artística, según sus propias palabras, a un repertorio que sus incondicionales conocen y practican de memoria cuando su ídolo está en acción. A sus 76 años, el cantante jienense ha apostado -y arriesgado- al revestir su cancionero con un barníz sinfónico y electrónico, cuyo resultado ha sido el álbum REsinphónico, que se publicaba el pasado año, y la gira del mismo nombre que anoche trajo a Raphael al pabellón Gran Canaria Arena, en Siete Palmas.

Quiso Raphael con este proyecto, registrado con orquesta sinfónica en los estudios Abbey Road de Londres y con el músico Lucas Vidal como productor y arreglista, dar un paso más allá en lo que han sido sus últimas producciones, y oxigenar las canciones con un corpus sinfónico y bases cercanas al eurodance y secuencias de baile y programaciones de los 90.

Sinphónico & RESinphónico, el álbum que liga dos proyectos sinfónicos de 2015 y 2018, son la pauta del espectáculo que volvió a encandilar a sus incondicionales. Anoche, en su regreso al mismo pabellón que lo recibió en octubre del pasado año con la gira de Infinitos bailes (2016), el disco con músicos españoles que se prestaron a componer para el maestro, caso de Iván Ferreiro, Rozalén, Diego Cantero o Mikel Izal, autor del tema que da título al álbum, Raphael tuvo al público a su lado, como siempre ocurre. Un patrimonio que lo administra sabiamente y que igualmente lo alimenta sin que se repita el menú.

Renovado

Unas 5.000 personas, según datos de la organización, acudieron a a la llamada de este renovado Raphael que se presentó en el Arena con una orquesta de 50 músicos, entre profesionales de la Banda Sinfónica de Tenerife y otros que le acompañan en gira, dirigidos por Rubén Díez. Y nada es igual cuando la cuerda impregna sus piezas de cabecera, en las que guarda silencio y esboza una sonrisa de satisfacción de quien siente que el público ha hecho suyas todas y cada una de esas canciones.

Distintos arreglos sin que pierdan esencia, que le dan un carácter épico, como una banda sonora con los ritmos bien marcados para que la voz del artista oscile en los parámetros que marca el tiempo y la edad.

Empezó el concierto unos quince minutos sobre el horario previsto. Una demora propiciada por las pruebas de sonido que no afectó a la ruta trazada por el artista: dos horas y media de directo aproximado, con 34 temas en el atril. La obertura de Yo soy aquel daba entrada al artistas en medio de una sonora ovación, que se atemperó ligeramente con los acordes, a pie cambiado, de Infinitos bailes. Una premonición de lo que quedaba por delante con un Raphael que pide pista para que se baile su música y para seguir avanzando. La retirada no es una palabra que maneje su vocabulario.

Lo que manda es la música, y ante un repertorio y espectáculo como el que brindó anoche, poco hueco quedaba para la palabra. Tampoco hizo falta.

Con unas visuales que recordaban al público la nueva montura que conduce el artista -neones, bolas de cristal- , despachó Loco por cantar y Aunque a veces duela, para luego encarar Inmensidad y No vuelvas. A la media hora escasa de directo entró con Digan lo que digan, y la versión dance de Mi gran noche. El público se vino arriba contagiándose del ritmo y haciendo coros mientras la letra se proyectaba en pantalla.

Medios tiempos

El concierto entraba en otra dinámica, porque las secuencias de baile no valen para todas ni todos. Llegaban los medios tiempos, la mano en el corazón y el surco de la melancolía con Los hombres lloran también, Volveré a nacer, Ahora, Provocación y La Noche.

Llevaba casi una hora de concierto y la voz de Carlos Gardel revistió de tango el pabellón. A dos voces, a piano y bandoneón, con una vieja radio que evocaba otros tiempos y otras música, Raphael hizo Volver y Malena, para regresar a Yo sigo siendo aquel.

Dos horas y media dan para mucho y todavía quedaba mucho por ofrecer para regocijo de una audiencia que celebraba cada acorde, cada gesto, como si fuera el último que tuvieran de un artista que les robó el corazón . Canciones como Estuve enamorado, A que no te vas, Si pero no, Por una tontería- en una lectura a piano-, Adoro, El tamborilero, Cuando tu no estás o Estar enamorado, dieron paso a los guiños habituales en los directos de Raphael a Violeta Parra y Francis Cabrel, Sonaron Gracias a la vida y La quiero a morir.

La recta final del concierto tenía curvas y algunas sopresas fruto de la estética sonora que luce Raphael en 2019. En carne viva y Ámame fueron estampas de paso hacia Qué sabe nadie, para que el arrebato del público fuera a más con la lecturas dance de Yo soy aquel, y la explosiva Escándalo, en la que Raphael demostró que si hace falta rapear, también sabe hacerlo. Con Como yo te amo bajó el telón de una noche con la que Raphael se retrató con lo mejor de su catálogo musical y escénico.

El artista se despide del público canario con este concierto y el que le aguarda hoy sábado en Santa Cruz de Tenerife. Por delante, el WiZink Center de Madrid, el 19 y 20 de diciembre, con todo vendido. El próximo año sigue en gira con este proyecto por Latinoamérica con escalas en México, Colombia y Ecuador, entre otros destinos donde se le venera.