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Crítica Cierre del 36º Festival de Música de Canarias

Un triple carisma: Eschenbach, Lozakovich y la Orquesta de París

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Clausura del 36 Festival de Música de Canarias

Concluyó el Festival 2020 en clima de apoteosis. El joven violinista sueco Daniel Lozakovich (18 años), el director alemán Christoph Eschenbach (80 años) y la Orquesta de París, líder de todas las francesas, fueron justamente aclamados al final del Concierto en mi menor de Mendeslsohn, que sonó a gloria. Pero la ejecución de la tercera Sonata para violín solo ( Balada) del belga Eugene Ysaye, bis ofrecido por Lozakovich, llevó la ovación a la incandescencia, con gran parte del público puesto en pie. Estas ocasiones de gozar en casa de la excelencia concertística de las primeras capitales del mundo restauran lo que quiso ser el Festival desde su fundación y se ha cumplido en la gran mayoría de sus ediciones. Podemos enterrar en el olvido los errores que lo pusieron en riesgo de desaparición.

Toda una lección ha sido la armonía entre el jovencísimo solista y el veterano maestro Eschenbach (tan admirado aquí como gran pianista y ahora no menos grande director) en una versión extraordinariamente expresiva de Mendelssohn, obra maestra que nunca cansa con intérpretes de este nivel. Lirismo, elegancia y virtuosidad a tope fluyeron flexiblemente en todos los momentos cantables y en los desarrollos expansivos que seducen sin agobiar. Aunque parezca difícil, este "tópico" del repertorio puede sonar nuevo, inspirador e incitante cuando es interpretado por los jóvenes talentos con el apoyo de grandes batutas y orquestas. Así fue el impacto en esta oportunidad, protagonizada por un formidable violinista que, además, es futbolista, boxeador, tenista y ajedrecista. Sin duda tiene el secreto multiplicador del tiempo, porque de otra manera no es posible tener "en dedos" piezas tan bellas y endiabladas como la Sonata de Ysaye, un ejercicio casi indomable de dobles cuerdas en todas las alturas del violín.

La segunda parte fue para una lectura brillante y genuina de la Sinfonía fantástica de Berlioz, armada por Eschenbach y la admirable orquesta parisina sobre la pura literalidad de la partitura, sin exagerar en los acentos morbosos de los dos últimos movimientos (programáticos y vulgares en otras manos, como la banda sonora de una mala película de terror). Muy de agradecer esta depuración que restaura la voluntad de un enorme compositor incidiendo en los acentos más nobles e íntimos sin merma de la grandeza, como corresponde a una orquesta que tiene la responsabilidad de un gran legado.

No sería justo cerrar estos comentarios sin testimoniar la gratitud debida a Juan José Márquez, viceconsejero de Cultura del Gobierno de Canarias, y a Jorge Perdigón, director del Festival. Su propósito de restaurar la excelencia concluye con un logro pleno. ¡Bravo por ellos y sus equipos!

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