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Entrevista | Imanol Arias

"Interpretar, para mí, es una forma de seguir manteniendo mi dignidad"

"Nunca me he sentido el mejor, he tenido una enorme admiración por los demás", señala el actor

Una escena de la obra teatral 'El coronel no tiene quien le escriba' con Imanol Arias. IZEN

Ha vueltoa al teatro con El coronel no tiene quien le escriba , pero en su currículum acumula muchos más títulos de películas y series que de teatro. ¿A qué se debe?

El teatro es como la casa de la amatxo, la casa de mamá. Empiezas en él, te formas en él y luego puedes irte y crear tu familia. Nunca dejas de pertenecer a él, pero puede ocurrir que el cine y la televisión te entretengan mucho, que es lo que me pasó a mí. Cuando era pequeño no entendía la vida si no era actuando en el escenario, yo quería ser actor de teatro y a Madrid llegué con esa pretensión. De hecho, mis inicios fueron en el teatro, tuve mucha suerte y fue todo muy rápido. Llegué a ser primer actor de la Compañía Nacional con 22 años, después de la mili, con Adolfo Marsillach. Hasta que apareció un señor que se llamaba Humberto Solás, un director de Cuba que iba a hacer una coproducción con España y me dijo que si quería ir allí. Me fui dos años, aprendí y luego ya pasó mucho tiempo hasta que regresé al teatro con la Comedia sin título y Calígula, de José Tamayo. Lo que en realidad ha ocurrido es que en mi camino se han mezclado el cine y otras cosas, pero igual que se regresa a lo orígenes familiares, uno siempre vuelve al teatro. Ahora mismo es algo que me colma, mi hobby es, los fines de semana, montarme en un tren o en una furgoneta e irme por ahí a conocer gente.

Su papel del Coronel es heredado de Juan Diego, que enfermó y no pudo continuar con este montaje. Cuéntenos cómo llegó a sus manos.

Vamos a aclarar que Juan Diego enfermó, pero muy poquito. Lo que tuvo es un catarrazo que no le permitía respirar bien y no le dejaron actuar. Eso suponía aplazar el proyecto y había compromisos. Así que un día me llamó el productor de Zebra estando yo en Sevilla y me contó la historia, me lo pensé ese día y le dije que sí, que estaba dispuesto a llevar el trabajo de Juan por todos los sitios que hiciera falta.

¿Hay algún papel que considere que le ha cambiado la vida o que le haya enseñado más en su trabajo?

A mí, más que los papeles, lo que me ha enseñado en este oficio son las personas con las que me he encontrado en el camino, a ellas se lo debo todo. Esto es un trabajo que no se puede hacer en solitario, siempre lo haces en compañía de otros y eso determina mucho tus afectos, tu rigor, tu trabajo. Yo siempre he aprendido de mis compañeros. Nunca me he sentido el mejor, he tenido una enorme admiración por los demás. Hablo de directores, actores, actrices, técnicos, hasta de conductores con los que he trabajado mucho tiempo. Todas esas personas son las que me han ayudado y las que me han enseñado. También es verdad que he sido un poco maniático y he hecho todos los cursos del mundo. Después de hacer protagonistas de teatro me retiré y me fui a Nueva York a estudiar, además he trabajado en el extranjero...pero, antes que todo eso, está la gente, esa es la clave.

¿Destacaría algún nombre?

Muchos. Le digo cien y me quedarían otros trescientos. De los grandes creadores destacaría a Vicente Aranda, Adolfo Marsillach, José Tamayo, Pedro Masó o Imanol Uribe. Todos ellos son gente maravillosa por la que siento admiración, respeto y cariño. También están los compañeros con los que he trabajado, mi amigo Carmelo Gómez, Victoria Abril, Ángela Molina, Juan Echanove... y por supuesto, Ana Duato y toda la familia de Cuéntame.

Hablando de Cuéntame , ¿ no se siente ya más Antonio Alcántara que Imanol Arias después de veinte temporadas?

No, porque mi relación con los personajes no es nada dependiente. En cuanto dejo de trabajar con ellos los suelto. El caso de Antonio Alcántara es especial porque sí tengo bastante de él, porque este personaje se basó mucho en mi padre. Desde que murió la verdad es que su luz no es tan fuerte, pero porque las circunstancias que estamos viviendo ahora ya no las viví junto a él, pero Manu Arias sigue siendo el prototipo.

Cuéntame le ha reportado muchas alegrías, pero también algún sinsabor y algún desencuentro con actores que ya no están en la serie. ¿Con la perspectiva que da el tiempo daría marcha atrás en algo?

Yo no siento que haya vivido desencuentros en Cuéntame, el más gordo fue un malentendido con Pilar Punzano que luego ella aclaró. Aparte de eso, no he tenido más problemas con los compañeros. Para mí los compañeros no son una parte de la que tenga que cuidarme, al contrario. No me arrepiento de nada. Entrar en una serie tan larga es una alegría y cuando te tienes que marchar es muy difícil de gestionar. Nos ha pasado a todos. Y supongo que nos pasará a nosotros también cuando terminemos. Hay que intentar gestionarlo bien porque es un trabajo que te ha ocupado mucho tiempo. Por Cuéntame han pasado 1.900 actores con personajes. Sumando los que han tenido papeles pequeños, son más de 3.000 personas y ha habido un incidente. La verdad, no lo veo como una tragedia.

Verse envuelto en un escándalo como los papeles de Panamá no debió ser plato de buen gusto. ¿Qué aprendió de aquella experiencia?

Es un tema que ya está pasado porque fue en el 98 [saltó a los medios en 2016], yo ya estoy a otra cosa. Era curioso porque se hablaba no de ilegalidades, sino de si era digno o no tener algún capital fuera. Yo supongo que al jáquer que sacó estos papeles no le pagarían ni con dinero en A ni con ningún contrato. Con respecto a la actitud de la prensa en este tema creo que la necesidad de la verdad produce carnicerías que puede que sean necesarias, pero no sé si a veces informar es tan importante para los medios como buscar al culpable.

¿Cómo ve el panorama para los actores en España comparándolo con el de sus inicios?

Hay muchos más actores y hay mucho más trabajo, pero está complicado. El panorama ha cambiado muchísimo. Ahora hay muchas posibilidades porque la ficción española ha triunfado en las plataformas digitales internacionales. Hacemos éxitos al nivel de los americanos o de los ingleses, pero cobrados como en Tailandia, somos la nueva Tailandia de la confección de ficción. Eso no es tan malo, es una realidad nada más, yo no me quejo de eso, lo que digo es que hay mucho trabajo, pero ahora los jóvenes lo tienen complicado porque hay muchas ofertas, muy diferentes y muchos actores con los que competir. Está difícil, pero creo que vivimos un buen momento porque atendemos al espectador, que es el que decide lo que quiere ver. Eso hace que el audiovisual esté tomando un nuevo camino y es muy importante estar ahí porque si no, te quedas atrás. Pero es realmente difícil, yo admiro mucho a estos actores jóvenes que pelean y salen adelante. Les veo trabajar y son muy buenos. Hay muy buena calidad.

¿Qué busca a estas alturas en la interpretación?

La interpretación para mí es una forma de conectarme con sentimientos reales y recrearlos. A estas alturas lo que realmente busco es la sensación de tener un cuerpo capacitado para subir a un escenario o ponerme delante de una cámara y vivir de manera lo más real posible historias que puedan interesar a la gente. Interpretar, para mí, es una forma de seguir manteniendo mi dignidad. La dignidad del Coronel es esperar una carta, la dignidad a la que yo aspiro es poder estar en pie hasta que sea necesario, sin aspirar a nada más que a encontrarme a compañeros y seguir creando.

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