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Los indiscutibles del Patio Herreriano

El museo de arte contemporáneo de Valladolid, edificado en el Renacimiento, custodia distintas creaciones de seis artistas canarios

Los indiscutibles del Patio Herreriano

En ocasiones existen frases recurrentes que de tanto uso acaban por perder su significado. No es el caso del Patio Herreriano de Valladolid, este museo seguirá siendo hasta el final de sus días, un marco incomparable.

Y en el interior de este imponente claustro del Monasterio de San Benito, obra de Juan de Ribero Rada, edificado en el Renacimiento, se localizan, entre otras, obras de artistas imprescindibles como Dalí o Tápies, y además las creaciones de seis canarios: Manolo Millares, Óscar Domínguez, Martín Chirino, José Herrera, Miguel Rio Branco y Carlos Schwartz.

Llama la atención la variedad y la calidad de las pinturas y esculturas. Para el director del Patio Herreriano, Javier Hontoria, "la presencia de estos creadores resulta indiscutible".

El origen de este Museo y su fundamento siempre ha sido el de dotar a esta institución con las obras más representativas del siglo XX. De hecho, la recopilación de piezas se realizó acudiendo personalmente a los talleres de los artistas para ver y adquirir la mejor de sus obras.

De Manolo Millares hay nada menos que cinco piezas, y entre todas destaca su Aborigen nº 1 de 1951. Un cuadro impresionante, que como recuerda el crítico de arte y experto en la obra del pintor grancanario, Alfonso de la Torre, "se trata de una de las más importantes creaciones de Millares, y que perteneció a Eduardo Westerdahl. Manolo se la cedió para su museo en el Puerto de la Cruz".

También señala de la Torre, que esta pieza "representa el paso de Millares a la abstracción. Está lleno de pintaderas".

Manolo Millares se refiere a esta obra en la carta a Rafael Santos Torroella reproducida en el catálogo de la exposición de Madrid 1992, y remitida desde Las Palmas de Gran Canaria en 1951: "Eduardo Westerdahl posee en su colección una de mis primeras pinturas de esta índole (...) para realizarla he venido estudiando cuidadosamente la vida de los primitivos habitantes de Gran Canaria: los guanches, así como sus famosas pintaderas y cerámicas que, en gran variedad, se encuentran en nuestro Museo Canario (...) Casi todos los fondos de estas obras pertenecen a la citada cerámica, es decir, al barro; al ocre, al rojo-amarillo y a los tonos grises azulados de las partes tostadas, Sobre estos fondos, a veces muy ricos de color, desarrollo las formas siguiendo unas normas de composición, y el color por una armonización estudiada (rojos, azules, negros y blancos) con resultados que me alientan a proseguir, por la belleza que creo ver en el conjunto".

Millares pintó esta obra en un estudio cedido por Miguel Alonso (suegro de su hermano Juan Luis) en Las Palmas de Gran Canaria, en un entresuelo de la calle Albareda, 34.

Y dice: "Vi los cielos abiertos. Por primera vez tenía un estudio propio donde nadie me molestara. Aquí se desarrollaron mis Pictografías canarias y la serie Aborígenes, que alternaba obligatoriamente con ciertos retratos de Don Miguel, Doña Lila, su señora, y de mi sobrino Juan Miguel. Era un estudio agradable con amplios ventanales desde los que se podía ver perfectamente el Puerto de La Luz. Sus dimensiones eran más bien pequeñas pero suficientes".

Bienal

Millares continúa: "Se convocaba entonces en España la I Bienal Hispanoamericana y para ella se hizo una selección en todas las provincias del país (...) el único que fue citado en varias publicaciones fue mi cuadro Aborigen nº 1, hoy en poder de Eduardo Westerdahl en Tenerife".De Óscar Domínguez en el Patio Herreriano se encuentran cuatro piezas. Obras que proceden de distintas etapas, de años en los que plasmó lo cósmico, las mujeres desmontables y sus destacadas decalcomanías, un proceso donde el azar de las manchas de color generaba figuras y paisajes fantásticos que emplearían también otros surrealistas a partir de Domínguez.

La realidad es que en la actualidad los cuadros del pintor que había nacido en Tacoronte son perseguidos como grandes piezas que se intentan recuperar y sobre todo poseer.

Resulta complicado y también fascinante acercarse al mundo, a los mundos de Domínguez. Maud Bonneaud escribió: "Óscar Domínguez ha instalado el minotauro en su vida y en su pintura: narcisismo y autorretrato.

Su minotauro, por otra parte, no es malo: está bien educado, sabe telefonear y algunas veces pedalea en bicicleta.

Hay momentos en que se convierte en minotauro-bicicleta. Hay momentos en que se convierte en minotauro-torero: es el suicida. Otras en que es mundano y bebe champagne con un caballo que lleva espuelas. El toro parece, con las últimas noticias, haberse reconciliado con el matador".

El Museo de Valladolid atesora tres piezas del gran Martín Chirino. Una de ellas es Paisaje de 1978. Esta obra forma parte de una serie que procede del desarrollo de Raíces y Mediterráneas. El hierro se retuerce y ondula simulando un movimiento vegetal y desplegándose en sentido horizontal.

Como señalaba Ángel Ferrant, la propia extensión de la escultura invita a recorrerla como un paisaje.

La amplitud y la aparente ligereza sugieren también el sentido de vuelo que desarrollaría Chirino de forma más específica en sus Aeróvoros.

Además, el Patio Herreriano mantiene piezas de otros tres canarios. Las fotografías de los reconocidos Miguel Rio Branco, procedente de Brasil, pero natural de Gran Canaria y con obra permanente en el Reina Sofía y Carlos Schwartz de Tenerife, que en la actualidad está creando una serie cuyo nexo de unión son aquellos personajes que se pueden catalogar como locos por los libros.

También puede verse una pieza de José Herrera, su Espacio para habitar de 1994. En una entrevista para el diario El Día, Herrera explicó de manera concreta cómo puede describirse su trabajo: "realmente, yo no soy escultor. Trabajo con el espacio, entendiendo éste como espacio de silencio, vacío, íntimo, de energía, de luz, soledad, introspección, conocimiento, poético... y a través de las formas y los materiales, se convierten si cabe, en instalaciones".

El Patio Herreriano posee una colección de arte contemporáneo español desde 1918 hasta la actualidad. Sus funciones principales son mostrar y estudiar el arte contemporáneo a través de proyectos específicos y programas de exposiciones temporales, así como constituirse en referencia y herramienta ineludible para su estudio y difusión a nivel internacional.

Esta sugerente colección comenzó a adquirir piezas importantes desde finales de la década de los 80, y su intención es mantener esta línea de calidad incuestionable.

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