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Entrevista | Cristina López Barrio

"Mis personajes comparten la falta de libertad para contar su historia"

"Esta novela ha sido un reto como profesional porque es una forma de narrar muy diferente a lo que había hecho", indica la escritora

La escritora madrileña Cristina López Barrio, ayer, en Las Palmas de Gran Canaria. JOSÉ CARLOS GUERRA

Rómpete, corazón se configura como una novela híbrida, que combina la intriga de la novela negra con la fábula de cuento de hadas y el trasfondo histórico de El Escorial. ¿Por qué decide imbricar todos estos géneros?

Yo he sido muy lectora de novela negra y de autores como Agatha Christie o Dashiell Hammett, así como de los cuentos de hadas, pero entendidos en su origen enraizado en el mito. Entonces, investigué las relaciones entre ambos géneros, de sus estructuras clásicas, y fui trazando puentes. Por ejemplo, ambos empiezan con una desgracia y terminan con el reestablecimiento del orden o la justicia, que en el caso del cuento de hadas se plasma con un final feliz, donde el villano obtiene su merecido, y que en la novela negra, aunque no siempre haya un final feliz, sí que la resolución del caso supone un reestablecimiento de ese orden quebrantado.

Su estructura narrativa es la de un relato fragmentario que intercala las voces de seis personajes en primera persona y temporalidades diferentes. ¿Diría que la propia trama le pedía esa multiperspectiva poliédrica?

Esta novela ha sido un reto como profesional porque ha sido una forma de narrar muy diferente de lo que había hecho hasta ahora. Ya Niebla en Tánger se estructuraba como una novela dentro de otra, pero como escritora me gusta experimentar, lo cual también tiene un riesgo, porque Rómpete, corazón no sigue una narrativa tradicional lineal, sino que hay esas seis voces en primera persona y, además, un desorden en el tiempo. También es una novela muy mestiza porque, por un lado, es muy visual, casi como un guion cinematográfico, pero, por otro lado, tiene mucho de dramaturgia, porque empieza en el conflicto, cuando todo ha sucedido, que es muy del teatro de Shakespeare. En este sentido, creo que he hecho una novela muy contemporánea porque se da un mestizaje entre literatura, cine y teatro que tiene mucho que ver con los tiempos de ahora, pero también con ese discurrir de la conciencia en el que vamos dando saltos porque, aunque el ser humano es narrativo, nuestro pensamiento no es lineal.

¿Es cierto que una de las influencias de este puzle literario fue un taller impartido por Guillermo Arriaga, colaborador asi duo de la filmografía de Iñárritu?

Sí, siempre me ha interesado mucho el cine y, sobre todo, el guion cinematográfico. Este fue un curso de videoconferencias que ofrecía la escuela de Penguin Random House, en el que me apunté porque me apasionan las películas de Iñárritu. De hecho, 21 gramos me marcó mucho para escribir esta novela, porque Arriaga es un guionista muy dramático que explora lo que les ocurre a los personajes en situaciones límite. Y yo también sigo esa línea porque tengo una tendencia al exceso y al drama, que plasmo en esos momentos en que los personajes tienen que tomar decisiones trascendentales en sus vidas.

¿Cuál ha sido la influencia de Shakespeare, de quien toma un verso para dar título a la novela?

En este verso de Hamlet se refleja uno de los personajes, Aurora, a quien le ocurren unas circunstancias parecidas a las del príncipe Hamlet, que es la muerte trágica del padre y el casamiento de su madre con el hermano de su padre. Pero lo cierto es que el verso completo, que dice: "¡Rómpete, corazón, pues debo refrenar la lengua!", habla de las circunstancias de todos los personajes, porque todos comparten su falta de libertad para contar su historia. Cada uno guarda secretos, culpa, vergüenza; y ese silencio, o ese no ser libre para poder hablar o poder vivir, hace que se te rompa el corazón.

También aborda el reverso del amor a través de una relación de violencia machista, que encarna la pareja de Ricardo y Blanca.

Me interesaba hablar de los límites del amor porque, cuando traspasa determinados límites, deja de ser amor. El personaje de Ricardo, basado en Ricardo III de Shakespeare, dice que "el amor lo exige todo hasta la cordura". Y yo quise meterme en la cabeza de estos personajes y explorar cómo se vive el amor en una relación de dependencia emocional, donde una de las personas sufre una vampirización por parte de su pareja, que va minando su autoestima a medida que la otra persona la va absorbiendo y aislando. Yo hablé con una psicóloga para que me ayudara a meterme en la piel de una mujer que sufre este maltrato psicológico, que es algo muy duro porque, cuando hay una situación dolorosa que no afrontas, el ser humano se autoengaña y hasta se culpabiliza. Me interesaba explorar esa dualidad en la que se produce una tristeza y, a la vez, una incapacidad para poder cortar esa relación.

Este 2020 se cumple una década desde que aparcara la abogacía para dedicarse por completo a la escritura. ¿Cómo ha cambiado su mirada desde entonces?

El tiempo me ha dado una perspectiva sobre mi obra, en la que hay algunos temas recurrentes -dicen que los escritores tenemos tres obsesiones que se repiten y yo las tengo-. Pero creo que hay una evolución que se debe, sobre todo, al oficio, porque son 10 años dedicada a esto, y a que he buscado otras formas de expresarme, otro tipo de narrativas y otro tipo de historias. Yo empecé a escribir cuando era muy joven; luego ejercí como abogada, pero mi verdadera vocación siempre fue la escritura. Y cuando haces de tu vocación tu profesión es estupendo pero, cuando se trata de algo creativo, también es una presión, porque tienes que pagarte la hipoteca. En esa tesitura optas o bien por seguir un camino más tradicional que suponga más ventas, aunque no arriesgues, o bien eres fiel a ti misma y cuentas la historia que quieres contar en la forma en que crees que se ha de contar. Y yo creo en esto último: si funciona, mejor, y si no, volveré a ponerme la toga, pero habré sido coherente conmigo misma.

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