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Entrevista | Alicia Lasala

"Esta ha sido la etapa más importante de mi vida en cuanto a expresión"

"Dibujo mucho la figura humana; la proporción y lo que transmite el cuerpo resulta muy bello", destaca la pintora

Desde lo más profundo es el emblema de su primera exposición individual. ¿Qué es lo que brota y se libera desde esa profundidad?

Brota lo que soy y que he ido descubriendo a medida que he ido pintando. Me volqué en la pintura hace dos años y medio, pero me he dedicado a ello desde muy pequeñita. Mi padre pintaba y tengo hermanos pintores. Yo, en determinados momentos de mi vida, pero no a tiempo completo. En 2018 me detectaron un cáncer de mama y la pintura fue mi terapia. Me fui conociendo a través del lienzo que, en un principio, cuando es blanco, te asusta, pero a mí me sucedía lo contrario, el lienzo blanco me daba ganas de expresar lo que iba pasando por mi vida, tanto sentimientos como miedos, dolores y angustias. Fui expresando todo lo que iba saliendo, lo que iba sintiendo. De alguna manera me fui sorprendiendo porque se fue haciendo más profundo. Esta exposición fue surgiendo de adentro hacia afuera.

A simple vista, su pintura es puro onirismo, visiones de pesadilla. ¿Qué experiencias vitales la inspiran?

Son replanteamientos que uno se hace. Creo que a través de momentos duros uno se plantea muchas cosas en la vida, desde cómo está viviendo, hasta a qué le da importancia, qué vale y qué no o las relaciones humanas. En realidad, todo lo que expreso son cosas bonitas, salvo uno de mis cuadros llamado Desgarro sobre la pérdida de un bebé que tuve, pero todo lo demás tiene que ver con relaciones humanas, con soltar las cosas, con aprender de cada experiencia que nos toca y si es dura, mejor, porque es cuando más aprendemos. También he representado a gente nueva que se nos acerca y que aparece como ángeles que te ayudan.

¿Qué más ha querido representar?

Tengo otro lienzo llamado Abrazos porque hay personas que te abrazan y todo el dolor que uno tiene se te va en ese abrazo. Muestro asimismo relaciones de abuelos con nietos, que sería la voz de la experiencia, o acallar el ruido de la mente que siempre nos está hablando y no nos deja disfrutar de cada momento hasta del simple aire, de respirar. Antes de empezar estas obras me puse a anotar en un cuaderno los temas importantes para mí. Y ello me sirvió de inspiración para planteármelos.

El rostro humano es constante, pero siempre con los ojos cerrados o vendados. ¿Qué sueñan o quieren ignorar?

El ojo cerrado para mí es sentimiento. Creo que, cuando a veces cerramos los ojos sentimos de forma más profunda. El cuadro de ojos vendados tiene como título Mirar con ojos nuevos. Estamos acostumbrados a ver la vida de una manera y siempre la percibimos igual. Somos como ciegos en ese sentido. Ahí aparece una mano grande que quita la venda como diciendo: míralo de otra forma. Ya verás que vas a encontrar cosas bonitas. Sorpréndete de lo que ves todos los días aunque sea una flor. El ojo vendado significa eso, mirar todo con ojos nuevos para sorprendernos.

Y la figura humana también le llama la atención, ¿no?

Dibujo mucho la figura humana porque me gusta el cuerpo humano. Llevo años yendo a clase de dibujo al natural con modelos donde se dibuja el desnudo. Para mí la proporción del cuerpo humano es algo bellísimo. Me gusta mucho lo figurativo y lo que transmite el cuerpo. A veces una expresión con las manos lo es con la mirada. Por eso aunque el cuadro aparezca con los ojos cerrados no representa algo triste. De todas formas, cada uno después ve en cada obra lo que siente y le transmite porque el arte es lo que le dice a cada espectador.

El cáncer sufrido por usted es el punto cero de un cambio radical en su iconografía. ¿Fue la causa del cambio desde una plástica más amable hasta el atormentado expresionismo actual?

Empecé a pintar a raíz de la enfermedad. Había pintado antes, pero mi punto de partida fuerte fue ese. En ese camino he ido expresando todo lo que ha ido pasando por mi cabeza y mi cuerpo porque uno pierde también, en esta enfermedad en particular, la identidad exterior. Se pierde el pelo, las cejas y las pestañas. Uno se mira al espejo y no se reconoce. Realmente esa parte es durísima. Interiormente te das cuenta de que sigues siendo tú. Eso también es lo bonito, que lo exterior es simplemente exterior. Lo que hay que fomentar, cultivar y hacer que crezca es el interior y lo otro, como todas las cosas duras de la vida, pasa. En ese pasar hay un aprendizaje tremendo.

¿Por qué los rostros se mezclan y abigarran en estas obras, sin centrarse en uno solo que protagonice el cuadro?

Porque vivimos relacionados con gente, no estamos solos. Pienso que estar acompañados nos ayuda a crecer. Casi todos están acompañados y se trata de las personas de la familia, amigos y de gente nueva que aparece. Puede tratarse de conversaciones con uno mismo, pero el diálogo y la empatía para mí son crecimiento.

Además de las formas humanas, la cromática de esta pintura evoca también una especie de oficio de tinieblas con enorme fuerza expresiva. ¿Rechaza el lenguaje de la felicidad?

No, todo lo que pinto es felicidad. No sé lo que pueda parecer por el color, pero para mí esta ha sido la etapa más importante de mi vida en cuanto a crecimiento personal, a expresión. Nunca he sido una persona triste. Siempre saco el lado positivo, lo bonito de todo lo que me toca. No camino mirando para atrás y quedándome en las cosas que me pasaron, todo lo contrario.

Sus lienzos no se atienen a una sola técnica ni a los mismos materiales, sino que mezclan varios en una dialéctica de mucha garra. ¿Cómo definiría esa identidad entre lo psíquico y lo físico?

Me gusta investigar constantemente. Me parece que hay que aprender cosas y probar. Salvo un cuadro que es en acrílico todo lo que trabajo son óleos, pero elaboro mucho los fondos. Estoy, a veces, meses para realizar un fondo y probar colores. Trabajo mucho con las manos, los dedos, espátula, pinceles, trapos y distintas técnicas para lograr diferentes relieves. Voy probando para hacer manchas. A veces, haciendo ese fondo me empiezan a aparecer figuras. Comienzo con una y empiezan a aparecer el resto que se han ido formando con el fondo que hice sin pensar en nada en particular. No me gusta quedarme siempre con lo mismo sino averiguando y probando.

Su formación artística se ha centrado básicamente en la Escuela Luján Pérez. ¿Cómo valora su aportación, ya centenaria?

Ha sido fundamental porque en esta escuela de arte libre para mí a la hora de expresarme he contado con profesores de un nivel altísimo en distintas categorías. Los hay muy especialistas en anatomía y otros en la materia y el color. Una va pasando por los carboncillos para aprender el volumen, las sombras y las luces y después se aprende el color. Es todo un proceso con un crecimiento. Por ejemplo, en la parte de dibujo al natural hay poses de 20 minutos. Empecé con una en ese tiempo, luego con dos en el mismo tiempo y más tarde con tres. Fui adquiriendo una experiencia rápida. Miraba, encontraba las proporciones y las plasmaba. Después, en esos mismos periodos llevaba el fondo ya pintado y dibujaba encima. De modo que yo en una hoja blanca enseguida veo un color y un cuadro. No es una hoja de dibujo. Tengo ya cinco o seis cuadernos de 100 hojas.

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