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AMALGAMA

La asamblea abolicionista

Hace varios meses, el grupo parlamentario de Unidas Podemos en el Congreso registró una propuesta de ley para la libertad sexual

La asamblea abolicionista

Hace varios meses, el grupo parlamentario de Unidas Podemos en el Congreso registró una propuesta de ley para la libertad sexual, que incluye una reforma del Código Penal, que introducirá un número 172 quater que dirá: "Será castigado con pena de multa de 3 a 9 meses o trabajos en beneficio de la comunidad de 31 a 50 días el que se dirija a una persona en la vía pública con proposiciones, comportamientos o expresiones de carácter sexual o sexista que, sin llegar a constituir trato degradante ni atentado contra la libertad sexual, creen para la víctima una situación intimidatoria". En razón a esto, las conocidas expresiones de Pablo Iglesias, refiriéndose a una dama: "La azotaría hasta que sangrase", o la de Pablo Echenique: "Chúpame la minga, Dominga, que vengo de Francia. Chúpame la minga, Dominga, que tiene substancia", podrían dar para 9 meses de multa penal. Pero vamos a intentar, de forma neutral y objetiva, ver cuál es el origen y el destino de esas nuevas formas de interpretar antropológicamente el mundo. No todas las mujeres están conformes con estos criterios de impostación legal, por ejemplo, Catherine Deneuve defendió el "derecho a ser importunadas" por los hombres, y otras significadas y valiosas mujeres del panorama político conservador, en España, denostan que tengan que ser protegidas por la ley, pues no se sienten amenazadas por nada, ni nacidas víctimas, y aluden a otros feminismos no politizados.

La forma más avanzada de feminismo y posfeminismo, vinculada a la política, predica que el género es cultural, no anatómico y, por tanto, los roles hombre, mujer, neutro, sin o con, son elegibles e intercambiables a voluntad. Predican un individualismo de máximos, pero, a la vez, toman de enemigo al heteropatriarcado como una institución, asimismo de etiología cultural, que ha crecido en las sociedades ancestralmente como la mala hierba, y ya es hora, al igual que con la esclavitud, de borrar todas esas estructuras periclitadas. El pasado 8 de febrero, en una crucial manifestación en Madrid, una activista trans proclamó: "La revuelta será puteril o no será". No es baladí entender que las políticas españolas que han generado estos cambios no han sido nada originales, pues lo que han hecho, como siempre, es copiar legislaciones exteriores; por ejemplo, desde 2014 se condenan en Bélgica los piropos con multas entre los 50 y los 1.000 euros, en Francia están en ello, y en Portugal se incluyen penas de cárcel para los piropos dentro del ambiente del denominado acoso callejero. Vayamos al manifiesto de la Asamblea Abolicionista feminista de Madrid, el 3 de marzo, que critica duramente a la Comisión 8M Madrid: "Tras la invitación a una revuelta puteril en la supuesta Revuelta Feminista del pasado 8 de febrero y un año de asistencia a sus reuniones, las mujeres de la Asamblea Abolicionista de Madrid, queremos compartir los comportamientos completamente antifeministas, antiasamblearios y antidemocráticos con los que funciona el 8M Madrid y reivindicar un feminismo histórico y crítico con el sistema patriarcal con las mujeres como sujeto político? las asambleas de la organización 8M ofrecen una apariencia de horizontalidad y participación de todas las asistentes. Unas veces, dan comienzo con una ronda de abrazos, otras con discursos pseudomísticos sobre clases de yoga". Se extiende la critica a que 8M Madrid proteja el trabajo sexual y su sindicación, a que sean lúdico-festivas sus asambleas, en las que no molestan "al poder patriarcal", y a que propugnen "eventazos" en los que los vecinos se lo pasan muy bien. En efecto, las activistas feministas clásicas (llamadas despectivamente terfs, acrónimo de feministas radicales trans-excluyentes) han sido, en algún caso como el de Lidia Falcón, expulsadas de su partido (el comunista), y señaladas como enemigas de una libertad más total, defendida esta por Irene Montero y Ada Colau, nuevas Herbert Marcuse con vulva.

Podemos detectar en esta división una casuística intergeneracional, ya que las más viejas son antiheteropatriarcales acérrimas, antiputeriles, antialquileres de vientre, y duramente antitransgénero. Las más jóvenes, por el contrario, se apuntan al máximo, a desdibujar todo ahormamiento, realmente son transhumanistas, pues el límite humano se les ha quedado corto, y han enfocado el transhumanismo a través de la libido, con el ímpetu y el sentido de, dicho procazmente, "a follar, a follar, que el mundo se va a acabar". Detrás de todo esto hay, en el sentido de Marcuse, Fromm o Reich, una represión sexual social que, para unos, es necesaria para conformar la sociedad, y para otros es justamente la cadena que aprieta a los individuos de una sociedad y provoca el fascismo y la jerarquía heteropatriarcal. Entendemos que no es sino la forma en la que las corrientes libidinosas sociales se van yendo de un extremo a otro, tocando ahora el ciclo transhumanista y transexualista del todo vale, de forma que, o se llega a esa libertad máxima para esperar una nueva reacción de la sociedad como un todo, o se volverá al clásico y biológico heteropatriarcado, la familia mamífera, a través de la cual hay inmensos estudios, desde Hegel y Marx a la Escuela de Frankfurt, que saben que ésa es la estructura que lleva a la democracia, mientras que la transexualista es una superestructura en la que, a la vez que los hijos no son de los padres, sino del Estado, éste se termina por decirle a todos cómo gestionar sus libidos y, tengamos a bien seguro que, así como existen los impuestos, existirá un ordenamiento de orgasmos.

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