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El hombre que pudo reinar

'El humano' muestra cómo, tras un Apocalipsis que acaba con la vida en la Tierra, se produce la deriva megalómana del único superviviente

El hombre que pudo reinar

El argentino Lucas Varela tocó techo dentro del noveno arte contemporáneo con dos obras esenciales en sendos campos diferentes en los cuales exprimió al máximo las posibilidades de este medio. En primer lugar, con Diagnósticos realizó un análisis de la mente humana llevando el cómic a un lugar insólito con la historia de seis mujeres que intentan zafarse de la cárcel de las viñetas Y en segundo lugar, en El día más largo del futuro, el ilustrador realizó una audaz recreación de un futuro poco halagüeño, a modo de distopía fantástica, que se ha convertido en un clásico de la ciencia ficción a través de un mundo regido por las corporaciones y supeditado al sistema burocrático, en donde un oficinista atribulado y un robot dedicado a las tareas del hogar viven sus jornadas más delirantes.

Pero lo más fascinante de ambas obras es que Varela imprimía un ritmo trepidante al lector, introducía al protagonista por espacios insospechados, y, en el segundo caso, evitaba cualquier diálogo entre los personajes. Sobra decir que, con estas premisas, ambas obras siguen siendo referencias ineludibles. Eso sin señalar otros títulos igual de interesantes del artista latinoamericano como Matabicho, El síndrome Guastavino o La herencia del coronel. Todos estos trabajos han servido de precedente para que ahora, en El Humano, Varela, con la ayuda del guionista Diego Agrimbau, muestre todas las posibilidades de su talento como ilustrador.

Con su inconfundible sentido del humor, el argumento se encuadra dentro de esa la ciencia ficción distópica que, tras su eclosión en los años ochenta, parece vivir otra edad de oro. Una nave orbita alrededor de la Tierra durante medio millón de años a la espera de que el planeta, totalmente enfermo por la insensatez humana, se recupere y vuelva a ser un lugar habitable. Su único tripulante, Robert, tiene que lograr repoblar el planeta sin repetir los mismos errores de aquellos que lo llevaron a su extinción, y sin saber qué ha ocurrido en esos quinientos mil años. El superviviente, acompañado de una androide llamada Alpha que muestra mucho más sentido común que él, tiene a su cargo un ejércitos de robots que sufren bajas ante los únicos habitantes que han sustituido a los humanos: una raza de simios de diferentes rasgos y características.

Pero Robert tendrá que asumir una dura realidad, su pareja, June, con la que pensaba reiniciar la humanidad, ha fallecido tras décadas esperándolo. A partir de aquí, y como si de una versión de El hombre que pudo reinar del futuro se tratara, el comportamiento del protagonista resulta errático producto de la soledad y el egoísmo. Agrimbau teje una historia muy minimalista sin giros de guión complicados que posibilita que Varela muestra ese dibujo apaisado y casi bicolor, de negros y rojos intensos, en toda un oda a la locura.

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