Responder a los clamores del público bisando en tres funciones sucesivas el aria básica de la obra no es, ni mucho menos, habitual. Tal vez sea la segunda vez que ocurre en las 53 temporadas de ACO, cuyos Nemorino anteriores han tenido a su servicio a tenores de la talla de Alagna, J.D. Flórez y Albelo.

El veinteañero peruano Iván Ayón Rivas ha triplicado la gentileza del bis. Presente el crítico en la tercera, con la Furtiva lacrima (tópico donde los haya) ha sentido el escalofrío ante una voz bellísima y una línea impecable que interioriza la emotividad de la melodía para proyectarla memorablemente, como si estuviera estrenándola. Lírica de gran cuerpo y extensión, con esmalte excepcional y gran versatilidad de color y carácter, esa joya vocal es tan buena en el cantabile sensitivo como en el juego de vocalizaciones ágiles, festivas y en parte bufas de L'elisir d'amore (cuyo libretista, Felice Romano, desarrolla para Donizetti una alusión cómica al mito eterno del filtro amoroso que, entre otros, inspiró a Warner un drama genial).

A la nómina de grandes tenores americanos (Flórez, Camarena?) que disfrutamos aquí de la mano de ACO, se une ahora Iván Ayón Rivas, llamado por su voz y expresividad musical y escénica a alcanzar muy pronto el primer nivel del divismo internacional.

Junto a él, otra debutante en la plaza, la también veinteañera soprano italiana Maria Mudryak, da brillante presencia escénica a una Adina de voz extensa y poderosa, cuyo agudo, bastante duro, se hará excelente con el ataque, los reguladores y las transparencias de la maduración. Eficaces actores y buenos cantantes, los barítonos Simone del Savio presentan con sabiduría vocal y teatral el tramposo Dulcamara y el sargento Belcore, chulito y pechugón. Nuestra soprano Tania Lorenzo compone, con la gracia y el rigor habituales, una Giannetta excelente.

Acertadamente boterista, la producción y dirección escénicas de Victor García-Sierra (procedente de Parma) incrustan la acción en el mundo simbólico y textual del circo: ágiles variables sobre un decorado único, luminosamente cromatizado, cuyo dinamismo trueca en poética penumbra para el aria tenoril bisada y las escenas finales.

Los colectivos orquestal (Filarmónica de Gran Canaria y coral (Coro de ACO preparado por Olga Santana) dan respuesta vivaz al concepto dinámico y la agilidad del maestro José Miguel Pérez-Sierra, con algún borrón en los rápidos cambios de tempo.

Y muy oportuna, en este año galdosiano, la nota de programa que glosa la estrecha relación con la Música del "máximo novelista español del siglo XIX".