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Amalgama

La postepidemia

Las secuelas psíquicas, de desequilibrio mental para los individuos, y la generación de nuevas dinámicas sociales, es lo que nos espera cuando la peste ceda

La postepidemia

Las secuelas psíquicas, de desequilibrio mental para los individuos, y la generación de nuevas dinámicas sociales, es lo que nos espera cuando la peste ceda. El mundo tenderá a hacerse un panóptico más perfeccionado a efectos del control superior, la democracia dará más fuerza a las elites y la quitará a las masas, y éstas, consecuentemente, se harán más ovejunas porque han sido quirúrgicamente desprovistas de su libertad individual.

Wilhelm Reich, gran reformador psicoanalista, decía en su La función del orgasmo, (Paidos, 1945) acerca de la forma de abordar los secretos de las estructuras mentales: "El conflicto entre la explicación psicoanalítica de los trastornos psíquicos, por una parte, y la neurológica y fisiológica, por la otra, había llegado a ser muy violento. Psicógeno y somatógeno se erguían como antítesis absolutas".

Reich exponía como problemas que se encontraban en ese laberinto, a la postencefalitis y la epilepsia. Y decía, al respecto: "En 1918, Viena soportó una grave epidemia de gripe. Muchos de los que sufrieron la aguda enfermedad desarrollaron gradualmente un síndrome caracterizado por una parálisis general de la actividad vital. Los movimientos se lentificaban, las caras rígidas parecían máscaras, el lenguaje se deterioraba; cada impulso parecía estar como sujetado por un freno. Al mismo tiempo, la actividad psíquica interna aparentaba estar intacta. Esta enfermedad fue llamada postencefalitis letárgica y era incurable. Nuestras salas estaban colmadas. Los pacientes ofrecían un espectáculo deprimente.

En mi impotencia, tuve la idea de hacerles practicar ejercicios musculares, esperando vencer la notable rigidez extra-piramidal? Adquirí diversos aparatos e hice que los pacientes se ejercitaran conforme a cada caso. Observándolos, me sorprendió la expresión facial peculiar de cada paciente. Uno de ellos mostraba los rasgos característicos de la facies criminal. Su conducta con el aparato correspondía exactamente a esa impresión. Un maestro de enseñanza secundaria mostraba la cara estricta del profesor; en la ejecución de los ejercicios era un poco profesoril. Los adolescentes tendían a evidenciar hipermotilidad. En general, la enfermedad asumía formas más exaltadas en la pubertad y más letárgicas a una edad avanzada". Reich siguió estudiando esa dicotomía entre estructura caracteriológica e inhibición neurovegetativa, pero, si nos fijamos, fue un efecto más de su época contemporánea, estábamos en el culmen de la sociedad victoriana en la que se produjo el origen típico de la neurosis clásica, la época del despertar del feminismo justo, la época del crash bursátil de 1929 con otra epidemia de suicidios, el Titanic? y la Gran Guerra.

Todo ello sin respiro, pero también la época del jazz, de las drogas químicas en libertad, un cierto desparpajo para vivir en medio de la muerte acechante por todos lados y, por cierto, el despertar de las teorías que construyeron grandes relatos, como el psicoanálisis, el marxismo o el evolucionismo, hijos de finales del XIX, pero desarrollados plenamente en esa primera mitad bélica del siglo XX. Como todo es cíclico parece que se repite. La noosfera, es decir, la antroposfera, que atañe al humano, está que tiembla. Ahora bien, si nos abstraemos de la casuística particular en la que puede costar la muerte individual a algunos, los números serían: vamos a suponer 1000 millones de contagios como en la gripe común, con un 4 por cien de mortalidad (sería a lo mejor hasta el 10 por cien, pero sólo por falta de medios). Se trataría de entre 40 y 100 millones de muertos en todo el mundo. Una barbaridad, pero todavía 7.600.000.000 humanos quedarían vivos. Es decir, el mundo sigue. La mortandad en la guerra de Siria ha sido mucho peor en términos relativos. Es, en parte, un tema mental. Si pensamos ontológicamente que hay un ser superior, un ser existente con certeza pero con el que ni nosotros, ni él (del que formamos parte) nos comunicamos por la palabra, ese ser hace, sufre y resuelve por y para sí mismo, y los humanos somos como las uñas, o los pelos, se cortan por cuestión de higiene y no pasa nada, vuelven a crecer.

Lo lógico es que, en adelante, nos encontremos con una situación en la que la vigilancia, las posibilidades de confinar en un gran panóptico en el que todo esté controlado, se potenciarán y generarán nuevas formas de vida, como cuando antes se podía fumar en los quirófanos o en los aviones, o se podía deambular sin control por los aeropuertos, o se podía gastar gasolina sin límite porque era regalada, y luego de los diferentes accidentes, la crisis del petróleo de 1973, el terrorismo de 2001, etc. Se incorporó un control asfixiante. Éso es lo que viviremos en la postepidemia, sin pausa. Reich decía: "Las neurosis están muy difundidas, como una epidemia". Y postulaba que "Es posible prevenir la viruela mediante una rápida vacunación. Las medidas necesarias para la prevención de las neurosis, en cambio, presentan un cuadro oscuro y aterrador. No obstante, no pueden eludirse. El éxito sólo puede residir en la destrucción de las fuentes de la miseria neurótica". Y las fuentes de la miseria neurótica, en el sistema reichiano, son atacar la raíz misma de la represión social, que se ejerce, sobre todo, en la libido, a fin de que la sociedad pueda ordenar y jerarquizar las pulsiones, ya sea reprimiéndolas u ordenándolas. Podríamos llamarla la epidemia del 8M.

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