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Crisis del coronavirus Cultura en tiempos de coronavirus

El escritor Santiago Gil novela el confinamiento en 'El imposible amor'

El autor grancanario publica una 'nouvelle' que entrecruza la crónica periodística con la ficción romántica - Ya ultima la segunda parte

El escritor grancanario Santiago Gil. CÉSAR RUSS

"Muchos aseguran que la creatividad se apaga cuando lo único que importa es la supervivencia", recoge -paradójicamente- una de las reflexiones de El imposible amor. Una nouvelle en los días de la Covid-19, la nueva obra de Santiago Gil escrita en pleno confinamiento en su domicilio en Vegueta y publicada en formato electrónico por el sello digital Attikus Editores, con portada del artista Augusto Vives. El escritor y periodista grancanario relata la progresión de la crisis sanitaria y el estado de alarma nacional contra la pandemia del coronavirus en un diario o crónica periodística que entrecruza, a su vez, con una ficción romántica marcada por el distanciamiento social.

El resultado es un testimonio literario en formato de novela corta, que abarca el tramo de la cuarentena social en España comprendido entre el 29 de marzo y el 18 de abril, donde el autor infiltra sus inquietudes, temores y anhelos en materia social, política, periodística, literaria e, incluso, metaliteraria a través del personaje de Alfredo, quien narra su propio encierro a través de un monólogo en primera persona.

"Después de 14 días en estado de estupefacción sentí que, como escritor y periodista, mi deber y responsabilidad era aportar algo desde la literatura porque estamos viviendo en primera línea una situación histórica que, por primera vez, nos interpela a todos, al mismo tiempo, como planeta", apunta Gil, quien puntualiza además que "aunque tengo como norma no escribir nunca en el fragor, esa inmediatez era la única manera de captar ese miedo y ese abismo que se abría ante nosotros los primeros días".

Madrid

El imposible amor sitúa a su protagonista en Madrid, epicentro nacional de la pandemia donde residió años atrás el propio autor, y que le brindó la oportunidad de sazonar el texto con guiños continuos al Madrid de Benito Pérez Galdós, tanto en el plano vital como novelesco, en el contexto del centenario de su fallecimiento este 2020. Sin embargo, el conjunto de la nouvelle está atravesada por el eco de las influencias literarias de Gil, desde las asociaciones kafkianas que despierta el encierro doméstico a la poética amorosa de García Montero.

Pero el conflicto esencial de la obra radica en un amor interrumpido por el decreto del estado de alarma, junto a la angustia, la impotencia y la incertidumbre de una separación que sirve al narrador como pretexto para ahondar en otras angustias, otras impotencias y otras incertidumbres.

"Las primeras dos semanas de la cuarentena me quedé en estado de shock, sin poder leer ni escribir, porque me sentía como el personaje de una novela o una película, algo así como Mia Farrow en La rosa púrpura del Cairo", revela el escritor. "Por eso, me planteé abiertamente tratar de entender a través de la ficción esta realidad que, por otra parte, parece casi una ficción, donde hemos tenido que ceder una parte de nuestro mayor patrimonio, que es nuestra libertad", añade.

Así, el relato baila entre la vertiginosa espiral de cifras de muertes y contagios durante la cuarentena, y la historia de amor en paréntesis al estilo de Casablanca, donde los amantes se enamoran en pleno derrumbamiento del mundo. Y Gil enhebra ambas vertientes con líneas de pensamiento y vivencias propias en las que, además, desvela los propios mecanismos de la escritura en un ejercicio de metaliteratura. "En estos días que vivimos tengo todo el derecho del mundo a escribir y a pensar de esa manera. De hecho, también es la primera vez que escribo sin saber si habrá algún ser humano que lea esto algún día. No tengo papeles para imprimir estas palabras hasta que acabe la cuarentena", recoge uno de los pasajes de la nouvelle.

Además, el texto dibuja los distintos paisajes y escenarios cotidianos que proliferaron de puertas para adentro en todas las casas, que hoy conforman nuestro presente diario y que abonarán nuestros recuerdos de este tiempo excepcional, como los aplausos en el balcón, las videollamadas como única forma de comunicación con el exterior o las salidas furtivas al supermercado, pertrechados con guantes, mascarillas y temores.

También Gil aprovecha la tesitura para reflexionar sobre los horizontes de los libros, el periodismo, la democracia y los cuidados de los colectivos más vulnerables, como las personas mayores o los menores en situación de exclusión, donde la crisis mundial de la Covid-19 ha puesto de manifiesto la fragilidad de un sistema que ya descuidaba sus pilares más básicos: "la educación, la cultura y la igualdad social", apunta el escritor.

Y tampoco podía faltar una reflexión sobre la soledad en tiempos de la hiperconexión, pues, tal como indica Gil, "paradójicamente, durante el aislamiento muchos hemos estado más conectados que nunca con quienes queremos". "Quizás estábamos realmente solos y no nos dábamos cuenta", cavilan los personajes en otro pasaje , toda vez que Alfredo confronta la hegemonía de las pantallas con la verdad de la piel: "Las videoconferencias han terminado con la intimidad de las palabras".

Con todo, Gil ya apuntala una segunda parte de la nouvelle, planteada como continuación de la primera pero narrada desde el punto de vista de Eugenia, el interés amoroso del protagonista. Bajo el título La mirada de Eugenia, el texto retoma el tiempo detenido del confinamiento a partir del 18 de abril y repite el formato de novela corta, a caballo entre la realidad y la ficción, así como el formato digital.

"Aunque suelo dejar un año entre una novela y otra para ver si supera la criba del tiempo, me gustó la posibilidad de poder compartir de forma digital algo que está sucediendo casi en tiempo real, como los folletines de las novelas del siglo XIX, porque es una forma diferente de encarar la literatura, que te permite llegar al lector de forma universal", manifiesta Gil. Frente al miedo inicial al virus, el enfoque de la secuela es rotundo: "el miedo a un mundo nuevo".

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