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AMALGAMA

El 'Haiga' y el payaso

Tras los tiempos pacíficos devienen los tiempos de crispación y el lenguaje hiriente

El 'Haiga' y el payaso

En tiempos de paz, cuando la abundancia existe, el lenguaje se hace gracioso y, siguiendo los principios de langue y parole de Ferdinand Saussure, transforma el habla, y nos encontramos con apelativos como el famoso Haiga. Se compró un Haiga, pensaba yo de pequeño que se trataba de una marca de vehículo, como el Simca, el Alfa Romeo o el Ford, famosos también en aquella época. Sin embargo, era la forma de hablar, tosca, con usos incorrectas, de nuevos ricos carentes de estudios, es decir, del uso indebido del verbo "haber". El vocablo está, incluso, definido en el DRAE: "Automóvil muy grande y ostentoso, normalmente de origen norteamericano". Y el origen estaba en los nuevos adinerados que venían de América, con mucho dinero, y hablaban llana e incorrectamente ("asín" por "así", "me se" por "se me", "haiga" por "haya"). El nuevo rico pedía "el coche más grande que haiga", y así se quedó el sinónimo irónico del vehículo lujoso: el Haiga.

Pero tras los tiempos pacíficos devienen los tiempos de crispación, desaparece la abundancia y el ambiente se llena de otro lenguaje: el lenguaje hiriente. Y así ocurre aunque, paradójicamente, el nivel de estudios es superior, pero pletórico de odio. Uno de los fundadores de Podemos, el profesor Juan Carlos Monedero, acaba de emitir un programa en el que calificó a ciertos manifestantes que comenzaron a pedir la dimisión del Gobierno en una céntrica calle madrileña, de "gilipollas", "golpistas", "pijos", "indecentes", "descerebrados" y "hemofílicos". Argumentaba, según su parecer, el profesor Monedero, que querían "dar un golpe de estado" con los paseos y las cacerolas: "Un puñado de presuntos hemofílicos del barrio de Salamanca de Madrid, de esos que siempre han vivido en los pisos superiores del Titanic y se creen tan guapos como Leonardo DiCaprio", decía Monedero en su programa televisivo, y seguía: "han decidido cagarse en los más de 70 sanitarios fallecidos y en los más de 50.000 contagiados, han decidido cagarse en la decena de guardias civiles y policías muertos por el virus. Como son algo descerebrados, lo han hecho en forma de fiesta, en la calle". Y luego pasó a comparar a Angela Merkel con Hitler: "Cuando esta gente no está en el Gobierno y puede, da un golpe de Estado. Si ahora recurren a las caceroladas es porque no pueden convocar a un sector faccioso y traidor del Ejército, a los banqueros, a la jerarquía de la Iglesia, o a Merkel y a Salvini, como recurrieron a Hitler y Mussolini para dar un golpe en 1936".

A las pocas horas, la Federación Española de Hemofilia solicitó al profesor Monedero una rectificación, al sentirse vilipendiados por su verbo. Otro caso, también paradójico, con nivel superior de estudios, el del vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, distinto pero escondiendo la misma visceralidad. Marcos de Quinto, asimismo exitoso economista de una formación política opuesta, y llevado por la crispación ambiental, dijo públicamente en una red social que en una de las más graves crisis de España no podíamos permitirnos "estar a expensas de este payaso de vicepresidente". Iglesias contestó por la misma red: "Hay pocas profesiones más hermosas y dignas que la de payaso. Si defender el Ingreso Mínimo Vital y la justicia social en Europa me da el honor de serlo, solo puedo decir: Payaso a mucha honra, señor de Quinto", y acompañaba a esto la imagen de un payaso: el Joker, enemigo de Batman y recién retratado por la película dirigida por Joaquin Phoenix.

El catastrófico y distópico Joker es un payaso asesino y su relato termina en una revolución sin sentido, en la película, la revolución violenta de malos desastrados contra malas elites. Violencia. Se le criticó a Iglesias que no hubiera elegido a un payaso más nacional, por ejemplo un Gaby, un Fofó, un Fofito, unos Tonetti, un Pompoff, o el payaso Miliki, Emilio Aragón, exiliado cubano, huido del comunismo de Fidel Castro. Iglesias eligió el Joker americano, porque los payasos pacíficos y rientes no le cuadran en su ambiente de crispación. El payaso de Iglesias es un payaso que produce miedo, un miedo que es muy frecuente en las películas porque utilizan el principio del Valle Inquietante, que sale de un experimento ya antiguo que demostró que cuando un ser representativo, pero artificial, empieza a tomar vida y parecerse al humano se le toma afecto, hasta que el parecido se acerca a un 70 por cien al comportamiento humano, en cuyo caso se le empieza a temer con horror, inquietud y ansiedad, para luego volver a sentir confianza cuando llega al 100 por cien de parecido: esa gráfica es como un valle, y de ahí: valle inquietante.

El New York Times dio cuenta de que, en Estados Unidos, en 2016, se extendió la costumbre de los creepy clowns, personas que se vestían de payaso y se quedaban paradas en las calles, produciendo pavor en los paseantes. Así pasó en veinte estados. La familiaridad indefinida con los payasos, en otro estudio más reciente, de 2008, de la Universidad de Sheffield, constató en 250 niños de 4 a 16 años de edad, que los payasos les producían ansiedad y antipatía, si no era en el contexto de la payasada circense. Vemos, pues, que detrás del formalismo profesoral -sociólogos, politólogos, economistas- se parapeta el odio en tiempos de preguerra, el payaso asustón, la moral del albañal, cuando la paz comienza a diluirse y empieza a desaparecer la gente llana que quería un Haiga. Pero, afortunadamente, todo es cíclico, y la paz y la risa volverán.

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