"El 5 de junio de 1851 el alcalde de Las Palmas de Gran Canaria decretó oficialmente la epidemia de cólera que asoló la ciudad causando más de dos mil muertos entre una población de apenas catorce mil habitantes".

Algo se ha comentado en estos días de cuarentena sobre el confinamiento de Galdós durante la epidemia del cólera de 1851 en Gran Canaria pues, además de las consecuencias sanitarias y económicas, la crisis del coronavirus ha tenido una desgraciada incidencia en la celebración de I Centenario de la muerte de Galdós, ocurrida el 4 de enero de 1920. El confinamiento decretado por el estado de alarma ha paralizado la intensa actividad que la comisión "Canarias, la Tierra de Galdós" venía desarrollando con especial incidencia en Las Palmas de Gran Canaria, «la ciudad de Galdós".

Acababa de cumplir Galdós los ocho años cuando en el domicilio del subdelegado de Medicina, don Antonio Roig, se reunió el Protomedicato de la isla y el corregidor don José María Delgado declaró oficialmente la epidemia de cólera en Gran Canaria.

El obispo Codina, uno de los «héroes» de aquella epidemia, junto con Domingo J. Navarro, único médico superviviente en la ciudad, dejó escrita una «Breve noticia de la invasión del Cólera en La Ciudad de Las Palmas» en la que comenta que, aunque ya en febrero y marzo se habían producido varias muertes extrañas en las casas principales «que hicieron sospechar a algunas personas de la Península, que por experiencia sabían los síntomas del Cólera, que podría ser la tal rara enfermedad [€] los facultativos no tuvieron o no manifestaron esta sospecha [...] a pesar de que a fines de mayo los casos fueron más frecuentes y fulminantes».

Sobre la introducción de la epidemia en la isla tenemos dos versiones: los que citan como primer caso a una lavandera, llamada María Luz de Guzmán, que se contagió al lavar la ropa entregada por la marinería del bergantín Trueno, procedente de La Habana, y los que citan a Francisco Ortega, un roncote que se había contagiado faenando en el banco pesquero africano. Ambas personas vivían en el risco de San José.

El caso fue que, declarada la epidemia, cundió la alarma y la gente acomodada fue la primera en huir de la ciudad a sus propiedades en los campos, como fue el caso de los Pérez Galdós, que se instalaron en la finca de Los Lirios del Monte lentiscal, a orillas de la Caldera de Bandama.

Al margen de la epidemia, de la que el pequeño de la familia tuvo información diaria durante el confinamiento por los comentarios y lamentos de los mayores, Benitín, que ya había dado muestras de su capacidad creativa en la calle del Cano con sus pinturas y recortables, tuvo tiempo sobrado para construir la maqueta artística de un pueblo o una ciudad medieval a base de cartón, madera, piedras, cristales, y otros materiales reciclados para el caso, demostrando con esta construcción sus dotes arquitectónicas, que luego desarrollaría en diferentes proyectos, entre ellos la construcción de su casa en Santander, además de los dibujos contenidos en su Álbum arquitectónico.

La colorida maqueta quedó depositada donde fue construida durante el verano y parte del otoño del 51 en «la casa del Monte».

Pero no sería esta la única vez que Galdós vivió un confinamiento por causa de una epidemia. En el verano de 1865, siendo estudiante de derecho y colaborador del diario progresista La Nación, fue la primera ocasión que decidió no venir a pasar las vacaciones a Las Palmas. No fueron los estudios los que impidieron su venida (nunca demostró vocación alguna por el Derecho y apenas asistía a clase) sino el temor de perder su puesto en el periódico: «mientras la Universidad le echaba, la literatura le atraía y llamaba con irresistible fuerza», dice Pérez Vidal.

No contaba Benito con que por segunda vez en su vida tendría que sufrir un confinamiento por el mismo motivo: el cólera. También en esta ocasión la epidemia entró por mar al puerto de Valencia, traída desde el norte de África. El primer caso mortal en Madrid de produjo el 15 de agosto y rápidamente se extendió la epidemia con un saldo de más de tres mil muertes en poco más de dos meses.

Tampoco se libró Las Palmas aquel año de una nueva epidemia de cólera. Prueba de ello fue que en El Ómnibus de 23 de agosto de 1865 en el que se publicó la segunda parte del análisis crítico que Galdós hizo al libro Las Auroras, de Rafael Fernández Neda, se da amplia información sobre la extensión de la epidemia en la ciudad y se publican las normas municipales «con las medidas que deberán adoptarse en el caso desgraciado de presentarse algunos casos de cólera en esta ciudad, con el fin de evitar su desarrollo y propagación€ extinguiéndolo en su nacimiento»:

¿Qué huella dejó el cólera en la producción literaria de Galdós? Los dos terribles acontecimientos vividos por Galdós, de oídas el del 51en Las Palmas, y los vividos en Madrid en el año 65, en las que ambas ciudades se moría del cólera, de horror, de hambre y miseria, de necesidad y desesperación, cuando los muertos se hacinaban amontonados en las calles sin dar tiempo a enterrarlos («Saquen los mueltos» era el grito desesperado de los chinos que por motivos políticos habían sido deportados desde La Habana a Las Palmas), pasado el tiempo tuvieron fiel reflejo en, al menos, tres obras suyas: los Episodios Nacionales: Zaragoza (1879) y Un faccioso más y algunos frailes menos (1879), y el cuento titulado Una industria que vive de la muerte (publicado en La Nación, Madrid 2 y 6 de diciembre de 1865) donde describe los hechos recientes acaecidos en la epidemia madrileña, que celebró su final con un Te Deum celebrado en la iglesia de Santa María de la Almudena el 19 de noviembre de 1965.

Hoy, en el trascurso del tiempo, podemos estar seguros de que los que vivió Galdós en Madrid, siendo un joven estudiante de Derecho con 22 años de edad, y los anteriormente vividos en Las Palmas, siendo un niño de tan solo ocho años, pero con una increíble capacidad de observación de la realidad circundante, se mezclaron en este cuento y los dos Episodios Nacionales, como una recreación literario-histórica que acompañó a gran parte de su producción literaria.

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