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Patrimonio

La noche de los hechizos de amor

El Museo Canario celebra, por San Juan, una visita guiada con numerosos documentos de la Inquisición que relatan la actividad de hechiceras y brujas en el Archipiélago

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Visita guiada del Museo Canario por la noche de San Juan

Hubo un tiempo en Gran Canaria en el que se creía que para encontrar el amor tan solo bastaba con que una hechicera escribiera el nombre de los pretendientes sobre alcachofa que, tras ser asadas y pasar toda la noche a la intemperie, revelaban la identidad del futuro enamorado. Se trataba de una práctica común durante la Edad Moderna que debía realizarse concretamente durante la víspera de San Juan, al ser esta una velada tradicionalmente vinculada a la magia en la que se llevaban a cabo diferentes rituales. Así quedó recogido en numerosos documentos de la Inquisición que conserva el Museo Canario, algunos de los cuales se pudieron contemplar ayer en el enclave cultural donde se celebró el encuentro E ntre brujas y papeles: ritos, conjuros y hechizos en el archivo de la Inquisición de Canarias.

Se trata de una iniciativa enmarcada en el programa mensual Una Noche en el Museo de la entidad cultural, en la que el archivero Fernando Betancor Pérez es el encargado de dirigir la visita por parte de la historia más esotérica del Archipiélago. Y es que la hechicería, la adivinación, el curanderismo y, en menor medida, la brujería, formaron parte de la cultura popular en el isleña desde fechas muy tempranas, siendo 1529 el año en el que por primera vez se alude a estas prácticas en Gran Canaria. El enclave ubicado en el casco histórico de la capital aglutina unos 400 procesos abiertos por los inquisidores y numerosas testificaciones por este tipo de delitos entre los siglos XVI y XVIII. Una veintena de estos escritos son los que componen la muestra elegida para el desarrollo de la actividad que, dado el alto número de inscripciones que ha tenido, volverá a realizarse el próximo viernes, según informa la propia institución.

Estaño y sal

Edictos, denuncias, testificaciones, acusaciones, moniciones y sentencias se reparten a lo largo de siete vitrinas en las que también se descubren las trayectorias de algunas hechiceras y brujas, así como algunos de sus rituales. Los primeros en salir a colación durante el encuentro son, precisamente, aquellos que tenían como fecha clave la noche de San Juan en la que además de las alcachofas asadas, se pasaba a los niños por el mimbre como método de sanación o se echaba una clara de huevo en un vaso que tenía que pasar toda la velada a la intemperie. "Según la forma que se viera a la mañana siguiente, se interpretaba quién iba a ser el enamorado", explica Betancor, quien también cuenta que durante esta madrugada también se aprovechaba para recoger semillas de helecho que más tarde servía para elaborar los amuletos que las hechiceras vendían.

En la visita, los participantes también reciben algunas nociones sobre la importancia que tenían el estaño o la sal en otros ritos que se realizaban durante todo el año. La última, sobre todo, se empleaba también "para conseguir el amor entre los siglos XVI y XVII", siendo una de las formas para ello derramarla sobre fuego al tiempo que se recitaba el conjuro en que se pedía que de la misma forma que la sal hacía saltar a las llamas, la persona en cuestión a la que se amaba también 'saltase' a quien solicitaba el hechizo.

Otra de las curiosidades de esta muestra es el libro de magia manuscrito que fue copiado en 1527 y en el que se recopilan diferentes formas para invocar al diablo, así como conjuros para conseguir cualquier fin. Se trata de una de las piezas más especiales de esta colección ya que "en Canarias no existe ningún ejemplar similar y es uno de los pocos que hay de este tipo en España", cuenta el archivero antes de ahondar en las historias de algunas de las hechiceras más populares en la época y que protagonizan otra de las vitrinas de la exposición. Es el caso, por ejemplo, de María Felipa, conocida como la Negra, quien se hizo famosa en el siglo XVIII por reincidir en la práctica de la hechicería por la que llegó a ser juzgada hasta cuatro veces por el tribunal de la Inquisición que la desterró, sin éxito, a otras Islas de las que siempre terminaba volviendo a Gran Canaria.

El empleo de los santos es otra de las temáticas que se abordan durante el encuentro, siendo Santa Marta una de las más invocadas dada la dualidad de su condición de beata y dominadora del demonio. "Por eso se la invocaba para rituales de amor en los que sobre todo se pedía que los hombres no mirasen a otras mujeres", relata Betancor antes de señalar que este rito era algo muy común de otros lugares, lo que demostraría junto a otras prácticas "que la hechicería que llega a Canarias es europea, aunque tiene influencia africana".

Finalmente, las brujas son las otras protagonistas de esta iniciativa ya que su presencia advertida en Gran Canaria desde 1529, cuando empezaron a aparecer varios menores muertos. "Se asociaba con ellas porque se decía que eran 'chupadoras' de sangre de niños y de ellas se dice hasta que volaban. De hecho, hay un proceso que relata cómo un brujo fue volando desde Vegueta hasta los arenales de Santa Catalina", asevera el archivero. No obstante, aclara, en Canarias apenas hay una quincena de procesos por brujería que recogen hasta la forma en la que las personas que la practicaban le entregaban un trozo de uña al diablo como muestra de entrega y servidumbre a él.

Otras, como sor Juana de San Bernardo, optaron por pactar con Satanás mediante un contrato que la mujer, que fue obligada por su familia a meterse en el convento, aseguraba haber escrito y firmado con su propia sangre. Un hecho que quedó descartado hace unos años por una de las restauradoras del museo que, tras analizar una muestra de la 'tinta' del documento, determinó que no se trataba de sangre humana. En cualquier caso, este fue uno de los procesos que el Santo Oficio suspendió al considerar que la religiosa había perdido la cabeza. Y es que aunque en el Archipiélago no se llegaron a dictar sentencias de muerte porque se consideraban delitos menores, sí que se persiguió a hechiceras y brujas para reducir la superstición de la población.

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