Ayer falleció Manolo Almeida, a los 57 años, apenas dos más que quien esto escribe. Cuando me asenté definitivamente en Escaleritas después de que mis padres, mi familia y algunas de las familias vecinas evitaran que me malcriara del todo en las calles de Las Rehoyas y Schamann ya había oído hablar de él en el entorno del Alonso Quesada viejo. Aunque no lo conocí hasta años después. Siempre fue un hombre inquieto para con todo lo que tuviera que ver con la cultura: la música se le daba, las letras se le daban y en las distancias cortas, aunque tímido, tenía un déjame entrar imparable. Pronto mis amigos y amigas de entonces iban tras él y sus colegas a sus conciertos con Nueva Semilla, el grupo que fundó muy joven, no sé si con 17 o 18 años. Era una banda fresca, moderna y enraizada en lo canario, pero con un punto folk revisado en lo literario y lo musical, tenía su cosa. Su trayectoria fue corta pero dio tiempo para dos discos. La música en Canarias era en aquella época, como en tantas otras, un mundo hostil para los canarios. Quien se salía de las versiones o las bandas de verbena municipal y daba rienda suelta a su punto de creatividad andaba listo. Era complicado. Tengo para mi que Manolo Almeida nunca se arredró. Cuando desaparecía era para resurgir. Creo no equivocarme si digo que en ello tuvo que ver en no pocas ocasiones Rosi Morera, su pareja, e incluso su hijo Yuri, que ya de enano daba muestras de haber heredado dotes musicales cacharreando por donde podía o le dejaban, y el segundo niño, Alejandro, al que imagino ya galletón. Con Rosi coincidí en años de radio. En Radio Popular y Cadena 100 tuve la oportunidad de conocer a esta periodista y polifacética profesional de la comunicación. Tras el periplo musical de Manolo y su desaparición o retiro a cuarteles de invierno y reflexión lo vi resurgir, o así lo percibí, en en el entorno de LA PROVINCIA tras haber quedado finalista del Premio Alba de Editorial Prensa Canaria con Tres en Raya, un libro sobre familia, amigos, magia, música y locales y rincones de la noche de Las Palmas de Gran Canaria. Aquí se le recuerda como un periodista riguroso y documentado hasta el punto de que se integró en el equipo de cierre, algo así como la última red de protección, el lugar donde se evita que los colegas de redacción se estampen. Luego siguió su carrera periodística en Canarias 7, La Tribuna, La Gaceta,... Muy unido desde entonces con el también periodista Martín Marrero. Con él estuvo además en tareas de comunicación en el Gobierno de Paulino Rivero y desde octubre de 2019 en el área que dirige Román Rodríguez. Por si fuera poco tuvo una brillante etapa en internet, donde creó productos de calidad y volvió a dejar la impronta de su talento y capacidad.