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Carlos Javier Morales.LA PROVINCIA/DLP

Carlos Javier Morales y el arte de vivir

En el libro 'La vida como obra de arte' profundiza en aspectos como el espíritu, el amor y el proyecto personal

Conjugar la vida cotidiana con la creación es la gran tarea pendiente del ser humano, una aspiración o un ideal que el poeta y crítico canario Carlos Javier Morales (Santa Cruz de Tenerife, 1967), desde una profunda formación humanística, aborda en La vida como obra de arte. Morales compagina su labor poética, ensayística y crítica con las actividades docentes en Tenerife, tras haber cursado sus estudios en Madrid, en cuya Universidad Complutense se licenció en Filología Hispánica, y donde se doctoró con una tesis sobre la poética de José Martí. Su primer libro, El pan más necesario (1994), obtuvo el premio de Poesía Villa de Martorell, y desde entonces, su producción poética cuenta con siete libros, de los que él mismo publicó en 2017 la selección titulada Una luz en el tiempo. (Antología poética, 1992-2017). Por otra parte, ha escrito numerosos artículos dedicados a la poesía contemporánea de España e Hispanoamérica, a José Martí, al modernismo hispánico y a la literatura de fines del XIX y primer tercio del XX en lengua española, como Antonio Machado en la poesía española (2002) o César Vallejo y la poesía posmoderna. Otra idea de la poesía (2013). Colabora regularmente en publicaciones como C uadernos Hispanoamericanos, Clarín, Letras Libres, y desde el 2009 hasta el año 2011 dirigió la revista Poesía Digital.

En importante lugar en el seno de esta producción literaria hay que colocar ahora La vida como obra de arte, un ensayo en el que Morales profundiza, mediante un lenguaje muy cercano al lector, en aspectos tales como el espíritu, el amor y el proyecto personal como requisitos fundamentales para convertir la vida en nuestra mejor creación artística. Este libro se presenta, en efecto, como un largo ensayo dividido en doce capítulos, que abarcan desde la vida creadora en relación a un mundo autómata y consumidor hasta la libertad personal y su conquista diaria, pasando por el espíritu, la intimidad, el cuerpo, la vocación, el destino y la aceptación de uno mismo.

El autor nos propone un saber vivir que se inicia, como el arte, en "esa imagen cuya luz nos atrae de forma irresistible y permanente", y a partir de la cual creamos, pero no producimos. A partir de esta imagen comienza, por tanto, la creación, en tanto se cuenta con la primera condición que es el espíritu (y la intimidad que le sucede), el cual tiende al infinito y, por ello, no puede ser satisfecho con bienes materiales, de por sí limitados. Esta aspiración a la inmensidad o el infinito es causa de que busquemos la imperfección en la otra persona, lo cual genera una plenitud que nos vincula al ser amado, como señala el autor: "solo en relación con la persona amada puede uno crear el santuario de su intimidad". Morales aboga, por tanto, por la idea de que uno es en relación a cómo el otro conoce el mundo, que, siendo el mismo, es diferente al modo personal que uno tiene de verlo y de estar en él. Lo mismo que el artista hace con su obra, es importante, según el autor, que la vida tenga también un proyecto personal motivado por una luz inicial que se corresponde con la vocación. De este modo, contrapone la vida automática a una vida creadora. Esta idea de creación le permite a Morales introducirse en planteamientos sobre la existencia de un destino, como así también de un otro creador supremo, Dios, capaz de modificar el proyecto de vida personal. El escritor tinerfeño no duda: "El destino es el cumplimiento de una llamada personal del Otro". Formulada esta concepción desde el pensamiento cristiano, habría sido interesante, sin embargo, conocer cuál sería el parecer del autor ante una posición agnóstica o no cristiana, como la muy conocida de Bertrand Russell en P or qué no soy cristiano.

A través de una mirada personal que se enriquece con la narración de experiencias propias, y mediante el diálogo intertextual que se establece con otros poetas y filósofos como Antonio Machado, Xavier Zubiri, Octavio Paz o Josef Pieper, el escritor santacrucero propone proyectar la vida como una analogía con la creación artística, una creación que nunca está terminada. Por lo tanto, la tarea creadora, para la que cada uno ha nacido con un don, requiere de un trabajo continuo que debe ser alimentado en su proceso con valores reales, con capacidad crítica y con libertad personal para poder elegir.

Este libro representa en la evolución intelectual y crítica de Carlos Javier Morales un importante punto de inflexión, puesto que recoge todo lo que el autor ha observado y experimentado hasta el momento no solo como escritor, sino como un ser y un estar en un mundo que responden a un contexto cultural e histórico preciso y a unas realidades determinadas, tales como la sociedad de consumo, la moda, una ideología de mercado y un sistema educativo en el que no se fomenta precisamente la capacidad crítica (recordemos que Morales ha dedicado gran parte de su vida a la enseñanza universitaria y, actualmente, a la secundaria). Con todo, este libro, en el que resuena una muy audible voz crítica propia con aportaciones personales que se distancia de la obra poética e investigadora realizada hasta la fecha por Morales, puede convertirse en el principio de una línea de reflexión que exige ser ampliada en cada uno de los numerosos frentes que el autor abarca en doce capítulos. Precisamente, este es uno de los hechos más remarcables de este libro, pues Morales hila con acertada precisión cada uno de los grandes aspectos que componen la vida cotidiana, unos aspectos que parten de la contemplación serena de la belleza que se halla en la base de todo su trabajo de creación y pensamiento.

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