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Los niños que acaban como los peces en la sartén

El escritor y periodista italiano Roberto Saviano prosigue su ciclo napolitano con una secuela de los mafiosos adolescentes de Forcella, un fresco desgarrador y poderoso sobre una generación criminal recién nacida

Los niños que acaban como los peces en la sartén

Si los niños de Nápoles roban, disparan y a menudo matan, lo hacen porque las cosas deben mostrarse tal que son en ese ofendido paraíso habitado por demonios que el mar no baña como escribió Anna Maria Ortese y fue juzgada por ello por los propios napolitanos. Los niños de la paranza disparan porque donde reina la Camorra, donde no hay ley y las calles no tienen nombre, la vida de cada criatura desafía a la muerte hasta que la muerte la toma.

Es el lenguaje áspero del desencanto, la moraleja del beso feroz, el último aviso de Roberto Saviano a un país que no quiere reflejarse en sus miserias. En esta nueva novela, la segunda tras La banda de los niños, los adolescentes de Forcella vuelven a protagonizar un fresco desgarrador y poderoso sobre una generación criminal recién nacida y ya perdida de seres que viven y mueren sin conocer la infancia, que ahogan su ira en una relampagueante adolescencia cubierta de polvo y plomo. Y que finalmente se traduce en la soledad de quién sabe que solo tiene un destino: librar en el fuego una batalla donde el bien y el mal no existen, en el que tan pronto eres depredador como presa.

Los lectores de La banda de los niños tienen en Beso feroz, que ha publicado Anagrama, el eco de la conciencia cívica en la que Saviano ha querido que no perdiéramos de vista a Pasolini: el ascenso de los mosquitos que crecen y escalan la cúpula de la mafia del narcotráfico con ametralladoras e intentan apoderarse del centro histórico de la ciudad, socavando el reinado de las familias antiguas y formando alianzas con las nuevas. La misma historia que también está presente en las dos últimas temporadas de Gomorra, la serie de televisión creada por Saviano y basada en el título de su famosa primera novela pero que ha seguido la pauta de estas dos últimas.

Forcella, en dialecto local Furcella, es uno de los barrios históricos del centro de Nápoles. Situado entre el Pendino y San Lorenzo, cerca de la via Duomo, su nombre se debe a la forma de horquilla de su trazado. Desde hace unos pocos años su fisonomía está presidida por la cara grande, en la Piazza Crocelle, de San Gennaro, un enorme mural de arte callejero moderno inspirado en Caravaggio que representa al patrón de la ciudad.

En Forcella comienza a abrirse paso la paranza dei bambini, una banda de diez adolescentes decididos a conquistar el sacrosanto imperio de la Camorra. Ninguno de ellos tiene más de 16 años, todos salvo uno proceden de familias honradas, pero nadie está dispuesto a llevar una vida normal. No quieren ir a la escuela, ni aspiran a trabajar. Prefieren ganar dinero, obtener respeto. Nunca serán esclavos. "¡Don Vito, Forcella está en el centro de Nápoles, nosotros estamos al lado del mar! ¿es usted quien está en una jaula!. Su barrio se ha convertido en una cárcel" (pag. 49 de Beso Feroz).

En Nápoles se conoce como paranza a los balandros que se utilizan para pescar, y a los pescaditos de la fritura. Rápido nacen en el mar, rápido pican, rápido acaban en la sartén candente, rápido llegan a los dientes, rápido es el placer precoz, escribió el autor de La banda de los niños para redondear su metáfora. El secreto de los pescados fritos, rebozados en harina, está en masticarlos todos juntos. Los paranzini no tienen jefes, están unidos como hermanos y libres de todas esas reglas que siempre han caracterizado a los viejos clanes y al sistema; perciben que realmente pueden marcar la diferencia jugándose el todo por el todo, incluso sus jóvenes vidas. Su pensamiento también es rápido y simple: si mueres a los 90 tienes cien años, si caes a los veinte te conviertes en una leyenda. Las suyas son vidas que perder, que se consumen en un instante al que no se le permite tiempo.

A través de las páginas de su novela, Saviano se detiene asimismo en el control parental: describe tres tipos diferentes de madres, las que no aceptan la vida criminal de sus hijos y buscan ayuda en el Estado, aquellas otras que, aunque inicialmente se rebelan, acaban por resignarse y aceptan ser mantenidas hasta con orgullo por ellos, y las que incluso los educan en las viejas reglas de las organizaciones criminales. La historia de Beso feroz parte del plan urdido contra aquellos que se atrevieron a matar a Christian, el hermano de Nicolas Fiorillo, Marajá, y prosigue con una escalada de venganza, guerra hegemónica, alianzas y enfrentamientos.

Saviano, como Pasolini y Sciascia lo fueron en su día, representa la conciencia de Italia, uno de los pocos intelectuales, probablemente el único, que todavía tiene el coraje de desafiar las convenciones y conveniencias. Mantiene un discurso inconformista para los inmigrantes o la muerte digna, como cuando contó la conmovedora historia de amor de Piero y Mina, Piergiorgio Welby y Wilhelmine Schett; la liberalización del cannabis o contra la corrupción. Pero, por encima del resto, las organizaciones criminales son su obsesión civil. Con ellas convoca a un despertar brutal.

Cada línea suya está ahí para recordarnos que la realidad supera el crimen sumergido en las series de televisión y en los reality shows. Hunde su ficción en la crónica de todos los días. Muestra de forma descarnada lo que no vemos o pretendemos no ver. Marajà, en esta trágica secuela de La banda de los niños, es solo el álter ego literario de un capo adolescente que nació y murió en la vida real: Emanuele Sibillo, del clan Nuovi Giuliano, asesinado en Forcella, con un disparo por la espalda de la banda rival de Buonerba. Al igual que Nicolas, Emanuele aún no tenía 20 años.

No resulta fácil poder sobrevivir en un mundo brutal y despiadado como el de los paranzini, hambrientos de ira y de feroces besos grabados en sus labios. Besos que no conocen los límites de la carne y quieren ser lo que besan. Estamos ante la colosal novela de un cronista que coloca al lector frente a la realidad más cruda: una voz imprescindible que clama ante la descomposición social del mezzogiorno a manos de los grupos criminales organizados.

Un meridional amenazado de muerte por los clanes que denunció, que vive con escolta, y que se ha alzado para abrirle los ojos al mundo ante la lacra del delito infantil en una tierra donde los asesinos también son asesinados.

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