La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La vida corriente contada a una amiga muerta

El escritor danés Jens Christian Grondahl narra la cotidianidad e imprime una visión social e intimista desde el umbral de la vejez

La vida corriente contada a una amiga muerta

Con un título tan poco habitual como expresivo, A veces estoy contenta, pero tengo ganas de llorar (Tusquets Editores, 2020), el escritor danés Jens Christian Grondahl nos da las claves en que debemos leer su novela, que trata de nuestra vida o de la de nuestras amistades: la vida diaria de la gente corriente, compuesta de luces y sombras, de encuentros y desencuentros y de risas y llantos. Es un largo monólogo de una viuda reciente, septuagenaria, que le cuenta a su amiga muerta lo que pasó en su entorno desde que esta falleció.

Pero no es sólo una visión social del desarrollo de Copenhague en los últimos cuarenta años, es también una narración intimista de los sentimientos y el estado de ánimo de la narradora, porque, desde las primeras líneas, sabemos que a esta y a su interlocutora les une algo más que la amistad: "Ahora tu marido también está muerto, Anna. Tu marido, nuestro marido".

No se trata de un ajuste de cuentas, ni de una queja sostenida, sino, simplemente, de contar sus penas y alegrías a alguien que sabe que la habría escuchado con atención y empatía. Que la amiga esté muerta es sólo un incidente más en una vida cuajada de experiencias diversas.

"La vida continuó sin ti; los años han pasado como un tren expreso con las ventanas llenas de caras nuevas". Esas caras nuevas y lo que han significado en la que fuera familia de Anna es lo que Ellinor trata de explicarle. Al hacerlo, constata que las personas muertas no envejecen, se detienen en nuestros recuerdos en el momento del tránsito y dan lugar a situaciones peculiares; así, Ellinor evoca a su madre, que es "una mujer más joven que ella", y no tiene problemas para comunicarse con una amiga que nunca tendrá más de 30 años.

Al intentar que Anna entienda sus motivos, Ellinor va descubriendo matices en la relación que ella misma tuvo con su madre, así como aspectos de su vida y reacciones personales que en su momento parecían obvias y naturales, pero que el paso del tiempo desdibuja y, hasta cierto punto, modifica. Por eso la ironía es frecuente en estas páginas, ya que la edad desmarca a la narradora de lo políticamente correcto y puede, por ejemplo, escandalizar a su nuera cuando llama "criada filipina" a quien, oficialmente, es "una chica au pair", término que modifica, sólo en apariencia, la relación sirvienta / ama de la casa.

Teniendo en cuenta la edad y la situación de ambas mujeres, una mayor y otra muerta, es lógico que se desgranen, a lo largo de la novela, referencias a la brevedad de la vida y a la dificultad de ordenar el pasado convincentemente: "Los años se confunden, Anna. A distancia, parecen comprimidos, sin aire, sin intervalos, una masa compacta de acontecimientos y sentimientos desordenados". Y si es difícil desenmarañar la propia vida, más difícil aún es saber lo que Anna hizo, si lo hizo, y, en este caso, por qué lo hizo, puesto que "los hechos de una vida se hacen enigmáticos cuando esa vida termina". Con esta situación no determinada, Grondahl introduce un elemento de intriga muy bien diseminado por toda la novela, lo que constituye una razón más para leerla con interés. Si bien, en la tónica sostenida de la obra, no hay sucesos espectaculares ni sorprendentes, solamente vidas "normales".

Compartir el artículo

stats