Por fin se cumplió el ansiado sueño. Pasadas las 22.00 horas, con algo más de 30 minutos de retraso sobre el horario previsto, Sting arrancaba en el estadio de Gran Canaria el concierto que ponía fin a dos décadas de espera. Los acordes del policiano Every little thing she does is magic recordaban a las más de 12.000 personas de público que estaban ante una de las grandes leyendas del pop-rock británico, forjador de himnos que se saben millones de personas.

El respetable, que abarrotaba el aforo previsto, disfrutaba de un sonido muy bien ajustado y unas interpretaciones diferentes, con toda la exuberancia que impone a un repertorio pop el acompañamiento sinfónico, en este caso a cargo de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria. Tras este arranque llegó If I ever lose my faith in you, uno de los temas más conocidos de su andadura en solitario.

De su discografía en solitario está también extraída la que fue tercera canción de la noche, que además permitió a Sting presentarse al público en español. Explicó que era la primera vez que estaba en Las Palmas y, antes de lanzarse con la conocidísima An englishman in New York, se reconoció un "englishman in Gran Canaria".

Los éxitos seguían llegando, la cadenciosa Englishman daba paso a uno de los momentos mágicos de la noche, a la canción sobre la que The Police cimentó su carrera, la historia de esa prostituta llamada Roxanne. Un acompañamiento de guitarra acústica bastó para devolver la magia de aquella melodía 24 años después. Siguieron otras canciones de melodías bien conocidas, como Russians o Fields of gold. La noche ya era, definitivamente, de Sting.

Carisma y arreglos

Como quedó ayer patente, el músico inglés conserva intactos el carisma y la personalidad arrolladora que le dieron la fama, y ha alcanzado la perfección musical con esos arreglos orquestales que sorprendieron a todos los asistentes. Ya sea acompañado con sólo dos músicos o con una orquesta de sesenta y cinco, el inglés desprende la misma pasión y el mismo magnetismo de aquella estrella del rock que sorprendió en el panorama musical mundial hace tres décadas.

Con el respaldo de los 55 músicos de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria y los que trajo de su formación, el ex de The Police sedujo a la audiencia con canciones adictivas, bajo el manto de la instrumentación sinfónica.

La instalación, semejante a la de un teatro al aire libre, permitía que el concierto se escuchara perfectamente desde cualquier lado del estadio. Otro elemento digno de ser destacado es que el hecho de que distribuyera el tiempo en dos partes de sesenta minutos, con un intermedio de 20, permitían que el concierto se desarrollara de una forma apacible.

Sting llegaba a Gran Canaria inmerso en la gira más ambi-ciosa a la que pueda aspirar una estrella de pop-rock, la que le permite arropar sus canciones con toda una orquesta sinfónica. Symphonicity -un juego de palabras con el título del últi- mo LP de The Police, Synchronicities-, surgió como un proyecto discográfico y se con- virtió en exitosa gira. La difi-cultad que entraña un tour de estas características -sería carísimo y poco operativo viajar con una orquesta- se solventa tocando con las formaciones locales, que ensayan antes las partituras.