El actual fan de Sting no responde a las pautas de comportamiento habituales que aparecen en los espectáculos multitudinarios. Acostumbrados a los conciertos de artistas más bien latinoamericanos que arrastran a una serie de espectadores adolescentes, y que no ocultan exteriorizar su devoción hacia el artista, hacía tiempo que no se veía en el Estadio de Gran Canaria a un público de las características del de ayer por la noche.

A eso de las 19.00 horas, una fila de unos 200 espectadores hacían cola ante la taquilla del Estadio para adquirir alguna de las 500 entradas que sólo se podían recibir de este modo, formando una fila que llegaba hasta prácticamente la carretera.

Muchos de ellos se quejaban ante la lentitud con la que estaban siendo atendidos. Sólo, a eso de las 19.30 horas, se abriría una segunda taquilla que ayudaría a agilizar estas entregas. Con un predominio de espectadores cuyas edades oscilaban entre los treinta y cincuenta años, una parte de los afortunados que consiguieron una entrada para el espectáculo del ex cantante de Police eran verdaderos seguidores de la música anglosajona en su conjunto, algunos incluso se expresaban como expertos del rock de los setenta.

Otra, sin embargo, controlaban su carrera por grandes éxitos como Everybreath you take o Englishman in New York, pero no sabían diferencias en qué disco estaba uno u otro. También se trataba de un público más contenido y maduro, que no mostraba grandes arrebatos de fanatismo como pudiera haber ocurrido con otras estrellas más actuales. Salvador Hernández, de 46 años, reconoce que su pasión por Sting comenzó en la época de Police, cuando escuchaba a bandas como Elvis Costello o The Knack, "cuando el pop recuperaba su esencia tras la monstruos del rock sinfónico". Paradójicamente, Hernández nunca imaginó que vería a Sting por primera vez con una orquesta. Marta Rodríguez y María Suárez, dos amigas de 37 años, ya habían visto a Police hace cuatro años, en su reunificación, y la experiencia las había dejado muy marcadas. No podían pasar por alto una cita como esta, afirmaron.

También se podían a ver muchos extranjeros. Un grupo de amigas, formado por dos chicas inglesas y dos polacas, que residen en Las Palmas, reconocían que a ellas les gusta Sting más que sus canciones y que les daba igual si tocaba con una banda de pop que con una orquesta, ya que lo emocionante era poder ver a su ídolo de toda la vida.

Pedro García, de 50 años de edad, señalaba que no veía muy ortodoxo eso de interpretar música pop con una orquesta, pero "es lo que hacen la mayoría de los músicos de esa época cuando llegan a los cincuenta", señala este espectador, "si no, observa a gente como Joe Jackson", apunta convencido.

Nuria y Rosa, dos amigas de 30 y 32 años, declaraban que ya era hora de que viniese a Las Palmas a actuar un músico que no fuese de salsa, merengue o de música latina, "porque nos han querido vender que esta es la música que aquí se consume, pero como puedes ver hay un público igual de amplio para escuchar el pop de siempre".

Alguno, más versado en la carrera en solitario del cantante inglés, como Antonio Lorenzo, de 39 años, aseguraba que no debería resultar extraño ver a Sting con una orquesta sinfónica, ya que "si echamos un vistazo a su carrera comprobaremos que ha experimentado muchas veces con la música".

Grabaciones

Lorenzo se refería más concretamente a la grabación de un disco en 2006 como El Songs from the labyrinth y que es un compendio de canciones de un compositor británico contemporáneo de William Shakespeare con el que el cantante se apuntó otro nuevo logro: el haber publicado el disco de música clásica más vendido del año.

De forma muy parecida se expresaba Nicolás Dámaso, de 40 años, que sentenciaba que "Sting es uno de los músicos más completos y exitosos de la historia", sólo hay que ver cómo ha grabado desde pop hasta jazz, pasando por música medieval e incluso clásica". Para Dámaso, lo ha logrado, además, sin dejar de ser un número uno de ventas en el mundo, pues su carrera en solitario mantiene la excelencia de la de Police. "Parece mentira", aseguraba, "que haya que pasar 30 años para poder ver en mi ciudad por fin a un artista que realmente admiro de verdad"

De forma casi fortuita, entre los asistente también se podían encontrar a jovencitas, como dos veinteañeras, Arantxa y Sonia, que rogaban que Sting interpretaran alguna de sus canciones favoritas que se localizan en sus discos en solitario y que no se encontraban entre las más conocidas del inglés como Be still my beating heart, When we dance o Send your love.

Un concierto que, por las declaraciones, reunió a una serie de personas que conocían bien al cantante, y sin ningún atisbo de un tipo de espectador que se pudiera dejar arrastrar por la moda del momento, con una admiración moderada. Algo que, desde luego, quedaría reflejado durante la impresionante puesta en escena del cantante inglés.