La buena imagen dancística de Las Palmas ha atraído a la ciudad a los más grandes coreógrafos norteamericanos, unas veces en persona -casos de Mercé Cunningham o Barishnikov- y otras representados por las compañías herederas de su legado. Entre éstas, las de Balanchine, Alvin Ailley y, ahora, Martha Graham.

Inaugurando este año el gran escenario al aire libre del Parque Santa Catalina con tres creaciones directas de Graham y otra reciente inspirada en su poética, este grupo de extraordinarios bailarines tuvo un éxito rotundo. En toda su pureza, el lenguaje de la fundadora ratifica la modernidad y vigencia imprescindibles para perdurar en vivo, más allá del museo. La huella estatuaria de las cráteras délficas y los bajorrelieves tebanos, asociada a la gestualidad africana, sigue proyectando una estética mixta, entre neoclásica y expresionista, de enorme garra. Todos los intérpretes bailan descalzos y al límite de la extensión de sus miembros, palmas siempre abiertas, tensos ejes verticales, escasas elevaciones y constante "jetté". Simetrías y asimetrías dibujan un código en el que cabe la improvisación. Los puntos de partida, temáticos o abstractos, se desarrollan en variaciones imaginativas que pueden ser estrictamente coréuticas o ahondar en especulaciones psicológicas. La rigidez de los mitos se humaniza en la observación del cuerpo humano enfrentado a la coyuntura cotidiana. El escueto vestuario es parte de la danza, como vimos en el legendario Lamento interpretado en vídeo por la misma coreógrafa, donde la tela es una segunda piel que cerca y aprisiona el movimiento. En pocas palabras, un espectáculo de inquietante actualidad.

El primer título, Diversión de ángeles (1948), despliega con un tríptico de concepciones del amor lo más estilizado del sello Graham, descrito en valores sustanciales a través del mejor virtuosismo. Dibujos, figuras y arabescos de las tres parejas y el cuerpo de baile visualizan la música de Norman dello Joio en la raya de la absoluta perfección. Rigidez y elasticidad explican una tesis contrastada del espíritu de la cultura contemporánea que no es posible contemplar con indiferencia.

Conversación de amantes (1981), también en tres secciones con música del danés Nielsen y una parte electroacústica es lo que podría entenderse como el "pas a deux" según Graham, si bien la sección central se constriñe al solo femenino. La técnica trascendental de los bailarines ilustra la exaltación y la angustia, el instinto de vivir y la agonía del dolor.

Crónica (1936) nació tras la negativa de Graham a actuar en el Berlín de Hitler durante la Olimpiada del mismo año. Es otra triada de propuestas (Espectro-1914, Pasos en la calle y Preludio a la accion), en que la música de Wallingford Riegger inspira tres meditaciones antibelicistas de diversa factura, todas ellas muy expresivas en su nada previsible ideación. Sorprende en todo momento la contraposición de solos y conjuntos en geometrías variables pero dirigidas por un pensamiento de disciplinada coherencia.

En cuanto a Variaciones del Lamento (2007), es una coreografía post-Graham arraigada en su caligrafía. Se trata igualmente de una triada de coreógrafos actuales (Keigwin, Move y Pagarlava) con músicas de Mahler, Chopin y Savage. Ilustra de manera muy íntima, incluso psicoanalítica, algunas reacciones al apocalipsis de las Torres Gemelas en 2001. Entre la plasticidad del movimiento indumentario del solo y las abstracciones sobre la perplejidad y el horror, se desarrolla un relato sencillamente impresionante.

Dirigida hoy por Janet Eilber, esta compañía deja en la ciudad una huella sin duda perdurable. Gran comienzo del 15º Festival de verano, felizmente salvado de las rebajas de la crisis.