- ¿Su personaje de Salvador Bellido Huerga en Amar en tiempos revueltos esconde un guiño a algún dramaturgo de los años cincuenta?

- En un principio, cuando los guionistas lo escribieron, parecía que había una especie de inspiración en Buero Vallejo ya que él escribió Historia de una escalera en la cárcel. Luego, cuando yo me hice cargo del personaje, el director no me dijo nada, pero mucha gente me lo preguntaba tras la representación. Salvador Bellido es un escritor que, después de la guerra, los fascistas lo meten en la cárcel y se pasa 10 años dentro, donde escribe una obra. Cuando sale, el escritor la presenta a concurso con el nombre de otra persona y gana. Esa situación ocurrió con muchos intelectuales en aquella época, pero también hubo muchos otros que no pudieron exiliarse y que tuvieron que cesar en su profesión. Mi personaje se ganaba la vida con novelitas pulp, de serie negra y del oeste.

- ¿Es complicado mantener los elementos de la obra para que el público que vaya al teatro que no conoce la serie no se marche defraudado?

- Sí, pero aquí hay elementos que lo ha facilitado todo. El hecho de que los tres autores, Josep María Benet i Jornet, Rodolfo Sirera, Antonio Onetti, además de guionistas en televisión, son y han sido antes autores dramáticos. Los tres tienen obras que dentro de algunos años los chicos estudiarán en las escuelas de arte dramático como claves de una generación determinada. Los tres se dieron cuenta de que, de los casi 300 capítulos que tiene una temporada, ésta podía ser una obra de teatro. Y como conocen bien ese mundo pudieron convertirla en obra de teatro que satisficiera a los fans de la televisión, aunque también a aquellas personas a las que sólo les guste el teatro. La serie tiene una audiencia de 3 millones de espectadores, pero el reto era que pudiera verla y gustar a todo el mundo, sobre todo a los que no la habían visto en televisión.

- La serie parece que cambia sutilmente los argumentos, pero con la precaución de que siga siendo interesante para el espectador.

- Sí. Cuando yo entré era la historia de un falangista con su familia, con los tejemanejes de los ascensos y las corruptelas, y posteriormente, el mundo de la universidad visto por una chica de aquella época. Una de las tramas principales de la quinta temporada era ésta: una compañía de teatro que trata de montar una obra y se tiene que enfrentar a la censura, ya que el autor era un represaliado.

- Su voz es una de sus mejores virtudes sobre el escenario ¿No cree que muchos actores descuidan este aspecto importantísimo para el teatro?

- Siempre he considerado a la voz como un aspecto importantísimo. El teatro es palabra. En el cine y la televisión un actor tiene la suerte de que la cámara y el micrófono te lo ponen donde sea, pero en el teatro, como dijo una vez Manuel Gutiérrez Aragón, a un actor al que no se le entiende es un actor fuera de foco.

- Usted es un actor muy prolífico, que ha llegado a realizar en un mismo año cuatro películas y varias series de televisión.

- Nunca estaré lo suficientemente agradecido a esta profesión porque disfruto con lo que hago y he tenido la oportunidad de trabajar en los tres medios de una forma muy digna. Empecé en el Teatre Lliure, luego estuve en Els Joglars. Hice autores como Shakespeare, Boadella, Joyce, Galdós, Sánchez Sinisterra o Ignacio Díaz. Empecé en el cine con Gutiérrez Aragón en La mitad del cielo que ganó la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián. He trabajado con Camus, Chavarri, y con directores extranjeros, e hice La Odisea con el Nobel Derek Walcott. En Televisión he hecho La forja de un rebelde, Médico de familia que, con el tiempo se ha demostrado lo bueno que era, Cuéntame o Amar en tiempos revueltos que, cuando yo entré, tuvo un subidón. En Electra hicimos un trabajo muy bonito y tuvimos mucho éxito.

- Llama la atención que nunca haya ganado un Goya.

- Sí, pero te juro que me da igual. Lo único importante es hacer bien tu trabajo. Ahora que estamos llenando todos los teatros prefiero que le den el premio a otro. Los reconocimientos están bien y me gustan mucho, pero vivimos en un país un tanto raro respecto a la cultura.

- ¿Y tiene algún recuerdo entrañable de toda su carrera?

- Sí, pero a veces no es el éxito de las películas, sino con el momento y las circunstancias. Para mí hay un antes y un después de La forja de un rebelde. Se hicieron decorados grandiosos en Madrid, me pilló con treinta y pico años y fue un tour de force impresionante. También mi trabajo en el teatro con Els Joglars o en La Odisea, ya que Derek Walcott es un tipo increíble.