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Kairòs

Jorge Lozano

“Hase de caminar por los espacios del tiempo al centro de la ocasión”

Gracián

Era un dios. Hijo de Zeus y Fortuna. Lo inmortalizó Lisipo como joven, lozano, en movimiento, portando una balanza desequilibrada y con solo flequillo en la cabeza. Los romanos lo llamaron Ocasión u Oportunidad, del mismo género que fortuna. Fidias la representó bella, con los pies alados, encima de una esfera mostrando así inestabilidad y con apenas pelo en la frente. De ahí la expresión, la ocasión la pintan calva.

Kairòs, oportunidad fugaz, ocasión, momento propicio para una acción justa, instante decisivo precedido de la reflexión. De kairòs no se olvidó Aristóteles: “el bien en el tiempo”. Tiempo es Kairòs: "el tiempo es aquello en lo que hay kairòs y kairòs es aquello en lo que hay poco tiempo" (Hipócrates).

El que en el momento oportuno haya poco tiempo lo convierte en necesario para cualquier situación donde se requiera astucia. Los griegos la llamaban metis y ciertamente la relacionaban con la ocasión. “La metis es rápida, improvisa como la ocasión que debe coger al vuelo, sin dejarla pasar” (Detienne y Vernant).

‘Il tempo opportuno’ de Francesco Salviati, en el Palazzo Vecchio de Firenze.

‘Il tempo opportuno’ de Francesco Salviati, en el Palazzo Vecchio de Firenze.

En el Siglo de Oro, considerado el siglo de la disimulación, Gracián, que se ocupaba de ingenio o agudeza, como análogos a metis, sostenía: tiene la astucia su propio modo de fundar, que fue valerse siempre de la ocasión. Vivir a la ocasión. El gobernar, el discurrir, todo ha de ser al caso.

Se podría alegar cuán lejos nos encontramos del Barroco y aún más del helenismo; sin embargo no estaría mal que mandatarios, representantes, responsables de toda laya, “aquellos que pretenden que todas las circunstancias del acierto se ajusten a su manía”, tuvieran presente estos conceptos. Habrá quien argüiría que el político se debe a sus destinatarios y que el bien general es una pura entelequia justificando así cualquier ocurrencia intempestiva en tiempos desquiciados dirigidas a un nosotros cada vez más reducido, más local y por ende menos universal. Recordemos: “El sabio sabe que el norte de la prudencia es portarse a la ocasión” (Gracián).

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