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Una visión prismática del dolor

Una visión prismática del dolor

Patria, de Fernando Aramburu, era una novela fragmentaria sobre una sociedad fragmentada: 125 fragmentos de una cronología del dolor, parafraseando a Haneke. En su ambiciosa y conseguida adaptación para la televisión (o mejor dicho, HBO), Aitor Gabilondo (El príncipe, Vivir sin permiso) recoge esos fragmentos y los reordena sin sacrificar, en ningún caso, la visión prismática del libro, su navegar entre tiempos y puntos de vista.

Los personajes ya son de sobras conocidos, pero los recordaremos. Patria aborda la influencia de ETA, o de la violencia más en general, sobre dos familias ficcionales del País Vasco, y más en concreto dos mujeres. Una de ellas es Bittori (Elena Irureta), la viuda del Txato (emotivo José Ramón Soroiz), un empresario asesinado por la banda. La otra es la que fuera su amiga Miren (Ane Gabarain), esposa del sensible Joxian (Mikel Laskurain) y madre del terrorista Joxe Mari (Jon Olivares), quien pudo o no ser el autor de los disparos que mataron al Txato. En esta última duda radica el suspense. Drama y thriller son uno, e incluso los momentos de sosiego están teñidos de un clima de amenaza.

Pero Patria no solo habla de madres y esposas, sino también de hijos y hermanos. Sobre todo a partir de su segunda mitad, la serie atiende los caminos de los hijos del asesinado, más zigzagueante el de Nerea (Susana Abaitua), más resignado el de Xabier (Iñigo Aranbarri), y de los hermanos del a veces vacilante etarra, la discapacitada Arantxa (Loreto Mauleón) y el aspirante a poeta Gorka (Eneko Sagardoy).

A nivel puramente narrativo, la serie es insólita, casi un milagro. Algunas escenas pueden repetirse en momentos distintos y ganar resonancia dramática con cada iteración. Liberado de los ritmos y los cortes publicitarios de la ficción en abierto, Gabilondo se permite jugar fluidamente entre perspectivas, sin necesidad de grandes señalizaciones que acoten el dónde o el cuándo.

Puede que en momentos contados se caiga en la tentación del melodrama y se rompa el tacto de lo real. O que ciertas frases, también contadas, suenen mejor escritas que dichas. Pero en general todo en Patria rezuma emoción creíble, algo a lo que ayuda la sobria dirección de Viscarret y Pedraza. El efecto acumulativo de la exposición prolongada a estos pequeños o grandes dramas es simplemente demoledor. Sabes que unos personajes te han ganado y derrotado cuando las lágrimas pueden brotar espontáneamente durante nada parecido a un clímax. Solo una familia caminando alegremente por la calle.

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