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Una parábola de nuestro tiempo

Offill relata en ‘Clima’ la búsqueda de un orden para afrontar la confusión contemporánea

Una parábola de nuestro tiempo

Quien haya frecuentado las páginas de la anterior novela de Jenny Offill, Departamento de especulaciones, recordará el gusto de la autora por el fragmento y el collage como elementos constructivos. Sus textos, como sucede en su nueva entrega, Clima, servida otra vez en magnífica versión de Eduardo Jordá, no se desarrollan al modo de una narración con argumento, nudo y resolución, sino como un elenco de estampas, cierto que con un núcleo de personajes y motivos, pero con multitud de digresiones y excursos que invitan a concebir sus obras más como máquinas centrífugas, de irradiación, que como artefactos centrípetos, de concreción.

Como sucedía en su anterior libro, para expresar sus intenciones Offill se sirve en Clima de los muchos subtextos que un palimpsesto tan complejo como es el de la cultura en el tercer milenio pone a su alcance. Encontramos así que perspectivas sancionadas por la academia (las escuelas helenísticas, la tradición budista o los ensayos de Timothy Snyder) dialogan con basura seudomística y con diversas formas de propaganda (las galletitas de la suerte, la correspondencia electrónica o la estulta prosa del merchandising) para decantar de tan abigarrado conjunto un producto típico de la época contemporánea, ese efímero, a menudo mísero, casi siempre extravagante residuo que conforma la credulidad en el reino de la espesura digital, la precariedad afectiva y las nuevas formas de la esclavitud laboral.

Para destilar semejante alquimia, Offill apela a un doble hilo que le permite dibujar una sensación de continuidad. Uno de los aspectos de esa continuidad es un decorado externo a la peripecia. Tiene que ver con la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos en 2016 y con el incontenible raudal de odio, malestar y espectacularización de la vida pública en que dicha decisión se tradujo. El segundo aspecto unitario, cómplice en este caso del devenir de la novela, atañe al trabajo de la protagonista como ayudante de una influyente divulgadora empeñada en llamar la atención sobre los desmanes climáticos y el abismo hacia el que nos encaminamos como especie. El diálogo entre ambos elementos resuena en la aventura de la narradora (como esposa, como madre, como hija, como hermana, como pluriempleada) y en su afán por encontrar un orden al que encomendarse, un lugar desde el que afrontar los peligros de un tiempo acelerado.

Un tiempo que Offill caracteriza mediante otro de sus recursos más queridos, el de la parábola destinada a encerrar una enseñanza moral, en este caso concretada en el encuentro de dos caminantes con un oso hambriento y la decisión de uno de ellos de calzarse unas zapatillas deportivas ante el estupor de su compañero, que le recuerda que eso no va a detener el hambre de la bestia. La respuesta del hombre precavido es, según Offill, el más transparente resumen de lo que llamamos filosofía del capitalismo tardío y, de paso, la más contundente explicación a tantas de nuestras miserias: “No me las pongo para correr más que el oso, sino para correr más que tú”.

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