Son las series de las que todo el mundo habla: Patria y Antidisturbios. Para bien y para mal. Ambas han roto moldes, la primera al abordar un tema, el del terrorismo de ETA, hasta ahora prácticamente inexplorado en las series; y la segunda, por tener al cuerpo policial más discutido como protagonista. En el caso de la adaptación de la novela superventas de Fernando Aramburu, la polémica le salpicó incluso antes de su estreno, con un cartel promocional que, según sus detractores, equiparaba a las víctimas de ETA con sus verdugos. El debate está en la calle, y sobre todo en las redes, con elogios y también insultos y descalificaciones.

La guionista y periodista Laura Jurado ha seguido las dos series. “Antidisturbios ha logrado muy buenas críticas, decían que era muy adictiva, y me apetecía ver si en realidad respondía a esas expectativas. Y es cierto que engancha, yo me la ventilé en una sola tarde. Tiene una subtrama relacionada con desahucios y alquileres turísticos que sí me parece muy acertada, un tema que todavía no se había visto en España. Me interesa más eso que ver cómo es una unidad policial por dentro”, valora sobre la serie de Rodrigo Sorogoyen, duramente criticada por los sindicatos policiales Jupol, SUP y CEP, al considerar que contiene “mentiras y clichés” y que no muestra las “condiciones reales” en las que trabajan los agentes. “Sinceramente, no me esperaba que me contaran que hay antidisturbios con un premio Nobel. Esa parte, insisto, no me interesa. A mí lo que me preocupa es la ignorancia. Cuando salió la serie sobre lo ocurrido en Chernóbil muchos pensaron que lo que se contaba en ella era lo que había ocurrido en realidad. El deber de la ficción no es ser un retrato fiel y fidedigno de la realidad”, subraya Jurado.

Lo mismo sucede con Patria. “Como ha dicho Aitor Gabilondo, no se puede considerar Patria como el relato definitivo de lo que ha pasado en el País Vasco. No creo que el autor de la novela quisiera hacer la gran tesis del conflicto vasco”, señala la guionista.

“Una serie no tiene por qué reflejar la realidad y menos la de algunos”, espeta Rafa Gallego

Al crítico y autor teatral Rafa Gallego no le sorprende todo el revuelo montado. “España está echada a perder para siempre, no creo que sea recuperable en lo que se refiere a libertad de expresión y respeto por los creadores. Es un país que aún tiene muchos dejes totalitarios. Sigue habiendo mucha gente, y mucha de ella en los cuerpos policiales, que tienen una idea poco democrática de lo que es la sociedad. A los creadores hay que dejarlos crear, y ya está. Una serie, una película, un libro, no tiene por qué reflejar la realidad y mucho menos la realidad que determinados colectivos, como puede ser la policía, quieren”.

“Al final, críticas como esas molestan porque interfieren en tu trabajo, es el ruido que te hace perder tiempo y energías, y seguramente te condiciona para el próximo proyecto. Imagínate el director de esa serie o de cualquier otra que haya recibido tantas hostias, cómo se enfrenta a otro proceso que tiene que ser financiado por una productora. Corremos el riesgo de la autocensura porque el ruido, por mucho que intentemos abstraernos, al final te acaba condicionando”, añade Gallego. Como ejemplo de autocensura pone La mort de Guillem, película que se centra en la figura de Guillem Agulló, un chico de 18 años, antifascista y antirracista, que fue asesinado de una puñalada por un grupo de extrema derecha en 1993. “Su primer protagonista se negó a interpretar a Guillem por miedo a represalias de los grupos neonazis. Ahí apareció esa niebla espesa que muchas veces rodea a los creadores cuando se atreven a hacer algo diferente y que interpele al público”.

Cuando un creador toca un tema, digamos, incómodo, el foco se pone sobre él, de inmediato, y los comentarios se suceden en las redes, de todo tipo. “Veo mucha agresividad. Todos tienen muchas ganas de expresar su opinión como si fuera un dogma. Y crear debates sería interesante. Se ha impuesto la cultura del odio y la agresividad, el dejar por los suelos la creación de otro”, lamenta la cineasta Marga Meliá.

Dos series que han roto moldes, pero el deber de la ficción no es ser un retrato fiel de la realidad

La directora de Dona, cortometraje con el que no deja de ser seleccionada en festivales y muestras, sufrió en sus propias carnes el azote de las descalificaciones de las que habla, por un titular en prensa: A las mujeres se nos ha dicho siempre que estemos calladas. “La mayoría no había visto ni el corto. Respondía a ese deseo de polemizar. Fue muy heavy. La mitad eran insultos. Si hubiera un debate. Pido más calma, más argumentos, a favor o en contra, porque no todo es blanco o negro. Veo que tienen ganas de pelea y cualquier cosa les enciende. Y eso es bastante peligroso”, advierte.

“No me ofende que haya gente que se ofenda con las ficciones pero lo encuentro preocupante”, confiesa el escritor Sebastián Alzamora. “Esto apunta hacia un nivel educativo bajo. Si no hay una distinción nítida entre lo que es ficticio y real, los discursos demagógicos, falsos, mentirosos e intoxicadores tienen el camino abierto. Quiere decir que partimos de una percepción de la realidad poco consistente y poco matizada. En la actualidad vivimos tiempos de eslóganes y de posturas muy viscerales y muy de todo negro contra todo blanco, sin ningún tipo de matices, y eso lleva a confundir la ficción con la realidad”.

“Si un creador decide romper la baraja y apostar por un discurso muy radical creo que tiene que ser totalmente libre de hacerlo. Los lectores también serán libres de juzgarlo y de aceptar aquella ficción o rechazarla. Yo no soy partidario de los límites, y menos previo”», aclara Alzamora.

“Yo sí tengo límites, que son los que me marco yo misma, lo que para mí es inaceptable. No me preocupa tanto la censura externa como la propia. Hay temas que tienes que tratar de un modo ecuánime”, defiende la documentalista Núria Abad.

“No hay que establecer límites en una obra artística. Cuando se trata de un espectáculo no podemos esperar que llueva a gusto de todos, y el espectador siempre tendrá la decisión de verlo o no verlo”, considera el cineasta Bernardo Arzayus, preocupado por los ataques a quienes cuentan lo que no gusta en clave de ficción: “Es enfermizo, pero qué otra cosa puede salir de una sociedad enferma como la nuestra”.

“Vivimos tiempos de eslóganes, y eso lleva a confundir ficción y realidad”, lamenta Alzamora

Igual, o incluso peor, están en EEUU. La plataforma HBO, la misma para la que se ha producido Patria, ha retirado de su catálogo Lo que el viento se llevó, de 1946, “por ofrecer una visión idealizada de la esclavitud y perpetuar estereotipos racistas”, algo que, para el también cineasta Alex Tejedor, es ”absurdo”. “¿Qué será lo próximo? ¿Meterán en la cárcel por irreverentes a los que quedan de Monty Phyton?”.Tras la polémica desatada por la publicación del primer cartel de Patria por la supuesta equiparación de víctimas y terroristas, HBO lanzó un nuevo tráiler de la serie que se centró en el recuerdo de las víctimas y el sufrimiento de sus familias. |

“Los policías están dolidos”

“La imagen que da Antidisturbios del cuerpo policial es extremadamente violenta, con muy poquita empatía, y eso les duele, se sienten ultrajados. Sí, es una obra de ficción, pero daña la imagen de la policía”, ha asegurado Pablo Pérez, secretario de comunicación de Jupol, el sindicato mayoritario dentro del Cuerpo Nacional de Policía. “Lo que más les molesta es que Sorogoyen y su equipo han afirmado que han estado asesorados por parte de la Dirección General de la Policía. Y no nos sentimos respaldados, de momento. Estamos esperando las palabras tanto del director general como del ministro del Interior, por eso del asesoramiento. Si la persona que ha asesorado a Sorogoyen lo ha hecho para que salga esa imagen nos hace pensar que puede haber un interés oculto de desprestigiar a estas unidades”, espeta Pérez. | Gabi Rodas