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Pierre Lemaitre: “En el caos es necesaria la solidaridad”

“En el caos es necesaria la solidaridad”

A Pierre Lemaitre le gusta situar a pequeños personajes de carne y hueso en el remolino de la gran historia con un estilo popular, rescatando novelas folletinescas del XIX. El autor, que venía de escribir novelas policiacas, recibió un Goncourt con Nos vemos allá arriba, trilogía que cierra con Espejo de nuestras penas .

Siguiendo la fórmula de Balzac o de Galdós, Louise, una niña, personaje secundario de la primera entrega situada tras la primera guerra mundial, es aquí –en abril de 1940, mientras los nazis ocupaban el norte de Francia y la población huía en desbandada– una de las protagonistas que acabará encontrándose por los caminos con dos desertores y con Desiré, un personaje mitómano e impostor que adopta diversas personalidades para regocijo del lector.

Esta novela, que apareció en Francia a primeros de año, ha sido una de las más leídas allí durante la pandemia. ¿Cree que los libros han tenido su importancia para resistirla?

Claro que sí, pero no para todos. La pandemia ha sido un revelador brutal de la brecha que divide a ricos y pobres y lamentablemente eso también tiene un correlato en la cultura. Hay mucha gente que no ha tenido un capital cultural para sobrevivir dignamente, para ellos no ha habido ni libros ni películas. Creo que es importante pensar en ello porque la injusticia es más brutal si cabe.

De los tres libros que integran la trilogía, este es el más coral y del que se desprende una fuerte intención de solidaridad. ¿Se podría decir que tiene el espíritu que se necesita para esta crisis sanitaria?

En efecto, el libro entronca con nuestra época en el sentido de que en los periodos de confusión cada cual se encuentra en una situación que le obliga a replegarse sobre sí mismo. Y muy pronto se encuentra con una paradoja, porque la única solución es la comunidad, el estar juntos. La solidaridad es necesaria en el caos. Es el grupo el que debe sobrevivir. Esta novela se construye sobre esta idea y, claro, con la pandemia resuena con fuerza. Pero, naturalmente, eso solo se debe al azar. No tenía pensado que los acontecimientos iban a darme la razón.

Ha asegurado que cuando escribió Nos vemos allá arriba no sabía que acabaría haciendo una trilogía. Pero en aquella novela hay una línea en la que dice que Louise encontrará su destino en 1940.

Pero entonces yo no tenía ni idea de cuál iba a ser ese destino. Construí la novela a partir de esa promesa. Y fue divertido. Me iba bien que fuera un personaje apenas esbozado, porque no conté demasiado de esa niña. Así que, por suerte, había muchas cosas que se podían imaginar.

El marco histórico es lo que se ha llamado la drôle de guerre, la guerra de broma, y la huida correspondiente de millones de franceses hacia el sur. ¿Por qué centrarse en el momento menos heroico de la contienda?

Me cansa escribir sobre cosas que ya tienen mucha literatura detrás. Sobre la resistencia o el Holocausto se han escrito libros excelentes, y eso me ha impedido hacer crecer una narración en ese terreno. Por el contrario, el tema del éxodo apenas se ha explotado en literatura y en cine y el asunto era ingente: 10 millones de personas que se lanzan a las carreteras en menos de dos semanas es un acontecimiento sorprendente. Sentía que, como dice Pérez Galdós, cada uno de ellos llevaba implícita una novela.

¿Cómo llegó a conocer el episodio en el que el Estado francés obligó a su Ejército a quemar el dinero para que no cayera en manos enemigas?

Eran solo dos líneas en un libro de Historia. El Banco de Francia decidió llevar camiones repletos de billetes a establecimientos donde habitualmente se quemaba la basura. Me dije que ahí estaba todo lo que adoro como novelista: un episodio olvidado, el símbolo del estado de pánico del momento y el valor social de ver a unos tipos que ganan el equivalente a 1.000 euros actuales viéndose obligados a quemar la fortuna de Francia y además se les controla como si fueran sospechosos.

El gran personaje de la novela es Desiré, un impostor que brilla en cualquiera de los oficios a los que se enfrenta mintiendo sobre su formación.

Algunos amigos que leyeron el libro me dijeron que les gustaría conocer el pasado de Desiré. Así que hice varios intentos para mostrarlo, pero que no me gustaron nada. Hasta que comprendí que era una especie de ángel, alguien que cae del cielo, que no tiene historia y de repente desaparece tal como llega. Me gusta que sea el resto de personajes los que planteen las preguntas y Desiré quien dé las respuestas.

Es algo así como un Leonardo DiCaprio de Atrápame si puedes.

La diferencia es que es una persona más altruista. Por eso, a mí, que no creo en Dios, me pareció bien hacer de él un falso cura. El de cura es un papel fantástico para un usurpador.

Encabeza esta novela con la frase de Pérez Galdós que citó antes. Imagino que es buen lector suyo.

Creo que es un escritor fantástico que puede rivalizar con los grandes autores europeos del siglo XIX.

En España no todo el mundo piensa lo mismo.

Pues no lo entiendo. En él hay una amplitud novelesca con un trasfondo social en el que toma partido poniendo en escena a gente común y corriente. No fabrica héroes para contentar al lector. Solo espero que el centenario de su muerte, que se cumple este año, sirva para que los editores franceses vuelvan a traducir sus novelas y recuperen las que todavía están inéditas

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