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Claudio Utrera: arte y ensayo

La Muestra de Cine de Lanzarote entrega en su décima edición el premio honorífico al crítico y exdirector del Festival de Cine de Las Palmas

Claudio Utrera: arte y ensayo

Se dice, y se dice con razón, que los homenajes deben encontrar su momento adecuado. La Muestra de Cine de Lanzarote cumple la próxima semana su décimo aniversario. Número redondo y consolidado que invita a echar la vista atrás, a hacer memoria. Cuando hace algunos meses nos sentamos a pensar acerca de quién debía recibir el premio honorífico de una edición tan especial, lo hicimos con la mirada puesta tanto en el presente como en las últimas décadas. La decisión fue rápida y unánime, fruto de un impulso necesario, casi inevitable. Más que un homenaje se trataba de un acto de justicia. Vale decir que era la memoria colectiva quien otorgaba el premio honorífico de la décima edición de la Muestra de Cine de Lanzarote al periodista cultural, crítico de cine y director de un gran festival: Claudio Utrera, nacido en 1949 en Las Palmas de Gran Canaria.

Seguramente, como le suele ocurrir a quienes hacen las cosas por compromiso y por necesidad, Claudio no es consciente de la extraordinaria influencia que ha ejercido, y ejerce, con cada una de sus críticas, con cada una de sus reflexiones y con cada uno de sus proyectos. La sensación que tenemos nosotros es la de alguien que siempre ha estado ahí, que está; al pasar la página del periódico, después de cada estreno, desde cada festival. Alguien que nos ha acompañado toda la vida con sus críticas, con sus crónicas y, sobre todo, con unas reflexiones que han abierto puertas y ventanas hacia una experiencia distinta y más enriquecedora del cine. El de Claudio Utrera ha sido, en cada uno de sus artículos, un ejercicio de calidad y, sostenidos todos ellos en el tiempo, una labor ingente, una cantidad inaudita de pequeñas joyas con las que podría engarzarse una muy particular y fascinante historia del cine. Debemos insistir en esto: su trabajo es de ayer, de mañana, de todos estos años; muchos no habíamos nacido aún cuando sus textos y sus reflexiones ya propiciaban un espacio cultural más rico para Canarias. Su peso y su solidez, pero también su ilusión, su convicción y su esfuerzo, son incontestables e incansables. Podemos afirmar, sin duda alguna, que el cine en estas islas no sería el mismo sin su figura. O dicho de otra manera: Claudio Utrera es ya parte de la historia cultural de Canarias. Y así quiere reconocerlo la Muestra de Cine de Lanzarote.

Las Palmas, ciudad abierta

Si uno teclea el nombre de Claudio Utrera en el buscador de Google, encontrará que la mayor parte de las entradas se refieren a su tarea como director del Festival Internacional de Cine de Las Palmas, que ejerció durante quince años, entre 1999 y 2014. Una labor extraordinaria, crucial y determinante. Entre los innumerables logros de ese festival, debemos señalar, ante todo, que conformó a escala nacional un evento cinematográfico que podríamos denominar de “nuevo tipo”; con una programación arriesgada, transgresora y alternativa, diseñada con el criterio y la valentía para proclamarse periférica, tanto geográfica como estéticamente; una apuesta, antes que nada, por las películas y sus autores como los auténticos protagonistas de cada edición. Hoy puede resultar obvio porque este modelo de festival se ha ido expandiendo y consolidando por numerosos lugares de la geografía española, pero el Festival Internacional de Cine de Las Palmas fue el gran impulsor de nuevos rumbos cinematográficos que, sin duda, necesitaban las islas en un momento en que los festivales convencionales seguían barriendo bajo las alfombras rojas los polvos y los lodos de un cine tan monopolizador como monopolizado. No fue tarea fácil. Bien lo saben quienes se enfrentan a ella: pensar un proyecto cultural diferente es complicado, pero pensarlo, desarrollarlo y llevarlo a cabo, esto es, materializarlo, roza lo heroico. Como en distintas ocasiones ha confesado el propio Claudio, durante las primeras ediciones se vio forzado a realizar algunas concesiones; hubo que invitar a grandes estrellas de la alfombra roja que no representaban el tipo de cine que a él más le interesaba. Aunque, bien pensado, a quién no le hubiera gustado estrechar, en una de esas “renuncias”, la mano de Alberto Sordi. Cantos de sirenas a un lado, lo cierto es que, edición tras edición, el festival se fue abriendo paso, construyó una nueva identidad cinematográfica y se consolidó como un proyecto innovador que miraba con hambre y ambición los nuevos horizontes que abría el siglo XXI.

Tal vez podríamos remontarnos a José Luis Cienfuegos, cuando asumió la dirección de FIC Xixón en 1995, si queremos encontrar el primer soplo de aire fresco para el mundillo de los festivales cinematográficos en España. Pero lo cierto es que muy poco después, el Festival de Las Palmas, con Claudio Utrera al frente, se embarcó con el mismo rumbo, llevando ese reto hasta sus últimas consecuencias. Sería imposible enumerar aquí los hitos históricos cosechados por aquel proyecto, pero no podemos dejar de mencionar la enorme apuesta que Claudio hizo por el cine de no ficción. Fue éste, sin duda, uno de los ejes vertebradores de su programa, que dio lugar a ciclos como D-Generación, y que se hizo eco del trabajo todavía incipiente de cineastas de la talla de Lluis Escartín, Alberte Pagán, María Cañas y Óliver Laxe, por mencionar solo a unos pocos.

Tampoco podemos olvidar de aquel festival los encuentros, conferencias y publicaciones, como Cineastas frente al espejo, que pasaron a formar parte de nuestra educación sentimental y racional. O la retrospectiva dedicada al tailandés Apichatpong Weerasethakul, en 2006. O la intervención en años sucesivos de figuras clave del cine contemporáneo como Jia Zhangke, Chantal Akerman o Hirokazu Koreeda.

En fin, tantos acontecimientos fundamentales en la vida cultural de las islas que fueron posibles gracias al trabajo arduo y entusiasta que Claudio llevó a cabo. Un trabajo en el que poco a poco le fueron acompañando jóvenes especialistas a los que invitó a formar parte del proyecto. Suele decirse que el mayor logro de una dirección es saber rodearse de las personas adecuadas, y sin duda el conocimiento riguroso de Luis Miranda o Antonio Weinrichter resultó fundamental para la solidez que logró adquirir aquel proyecto.

Si tuviéramos que destacar sólo un logro más de aquel festival extraordinario, soporte e inspiración de tantos otros proyectos culturales, sería la creación del Foro Canario. Esta sección, auténtico semillero de una nueva generación de cineastas que ha crecido y progresado en buena medida gracias al festival, estaba consagrada a los cineastas locales. En ella se hizo patente la semblanza de un hombre obstinado por traer a Canarias todos los cines del mundo con la misma pasión que tenía por promover e impulsar el cine producido en estas islas. En ese sentido, nunca faltarán para Claudio las palabras de reconocimiento, de cariño y de respecto de cineastas como David Pantaleón, Víctor Moreno, Nayra Sanz, Amaury Santana, José Ángel Alayón, Macu Machín y tantos otros.

Nuestra memoria se remonta más atrás. Mucho antes de asumir la dirección del Festival de Cine de Las Palmas, Claudio Utrera se distinguió con la dirección de un programa de televisión que se denominaba Cine canario. Una propuesta de Javier Jordán para Televisión Española en las islas que conoció tres etapas; la primera en 1983, la segunda en 1984, y una última edición en 1988. Cada una ellas fue apasionante a su manera.

Eclosión del super-8

Las dos primeras entregas reflejaron una época única y maravillosa en la historia del cine: la eclosión del soporte doméstico en super-8. Revolución tecnológica que supuso el nacimiento de cineastas en todos los rincones del archipiélago. El programa repasaba algunas de las obras más significativas que se habían producido por entonces, y abordaba toda clase de temáticas: desde revisiones de la conquista de Canarias a problemas más candentes como el de la vivienda en las islas. La heterogeneidad de las propuestas era grande, pero en ese totum revolutum brillaron con luz propia el talento de directores como Luciano de Armas, Roberto Rodríguez, Jorge van de Walle o los Hermanos Ríos, todos ellos enrolados más adelante en el cine profesional. Precisamente, una de las cuestiones de aquel momento se refería a la calificación de estas películas como cine “no profesional”, frente a la consideración, siempre un tanto peyorativa, de “cine amateur”. Una reivindicación que Claudio defendió cada vez que tuvo oportunidad, haciéndose eco de asociaciones y colectivos que proliferaron en esa época, así como de decenas de certámenes, concursos y pequeños festivales que florecían en todas las islas.

Claudio Utrera conoció y animó esa época de explosión de primera mano durante los últimos años del tardofranquismo y los primeros de la Transición. Era también el momento de aquellos debates acerca de lo que era “cine canario” y “cine hecho en canarias”. Debates bizantinos que el Foro del Festival de Las Palmas contribuyó más tarde a disipar, propiciando una generación de cineastas diversos, sin complejos, con espíritu crítico, que ha presentado sus obras a lo largo y ancho del mundo.

La última etapa de Cine Canario en televisión consistió en la puesta en marcha de trece proyectos con los cineastas que habían participado en cada una de las ediciones anteriores, a partir de otras tantas propuestas de guión. Ese mismo año Claudio Utrera asumió una nueva responsabilidad. La Filmoteca Canaria, que había sido una vieja aspiración de varios colectivos como Yaiza Borges, se hizo por fin realidad con la constitución de las islas como comunidad autónoma. Y Claudio Utrera fue designado como primer coordinador del proyecto, para ocuparse de los departamentos de documentación y programación.

Flashback

Aquellos programas de Televisión Española en Canarias ponían por fin cara a la firma que se repetía en decenas de críticas y artículos que veníamos leyendo año tras año en la prensa. Y si dejamos volar nuestra memoria más atrás en el tiempo, llegamos incluso a ver sus primeras reseñas, que se remontan a 1962, en el desaparecido Eco de Canarias, las primeras colaboraciones en el Diario de Las Palmas, La Provincia o Canarias 7.

Leer sus artículos era toda una experiencia. Y lo sigue siendo. Exigen sobre todo concentración; son textos muy elaborados, lo que no significa que sean impenetrables. Al contrario, leyendo a Claudio Utrera varias generaciones empezaron a entender conceptos como el ritmo narrativo o la importancia crucial del encuadre. Su estilo puede ser contundente, pero sin estridencias ni aspavientos. Procura siempre cierta objetividad. Y nunca lo hemos visto dejarse arrastrar por los vaivenes de las modas. Probablemente, fue uno de los primeros corresponsales canarios en festivales de la categoría de Cannes, Berlín o Venecia. En la Mostra de 1983 consiguió entrevistar nada menos que a Ingmar Bergman, aunque, como las grandes leyendas, esa entrevista no se registró ni pudo publicarse nunca. Y en alguna ocasión nos ha contado, con emoción, que entre todas sus experiencias en festivales, le marcó profundamente el director turco Yılmaz Güney, al que tuvo oportunidad de conocer en la Seminci de 1979, en Valladolid.

Si hacemos un esfuerzo aún mayor y vamos todavía más atrás en el tiempo, al territorio de una memoria que ya es más suya que nuestra, llegamos al Cine Club Universitario y a los salones del Cine Club Borja, fundado por los jesuitas, donde descubrió el cine del Este y otro tipo de películas que no se podían ver en los circuitos convencionales. “Un importantísimo hito dentro de nuestra pequeña historia del cine en Las Palmas”, nos comentó hace poco tiempo.

Y si diéramos aún un paso más hacia el pasado, llegaríamos incluso a la raíz de esa emoción por películas y cineastas que le viene de la infancia, cuando frecuentaba los cines de Vegueta con una asiduidad y una pasión inusuales para un muchacho en edad escolar. Las salas que recuerda de entonces son el viejo Cine Avellaneda, hoy Guiniguada, el Cairasco o el San Roque, en sesión continua. Quizá para amar el cine como lo ama Claudio haya que haberlo disfrutado por primera vez en pantalla grande, como grande es su respeto por el cine y su esfuerzo para que sea la cultura la que haga crecer nuestras islas.

Y la vida continúa…

La obra periodística de Utrera se encuentra en miles de recortes de prensa desperdigados aquí y allá. Una contrariedad a la que piensa poner remedio pronto, con una recopilación de textos. “Una antología en dos volúmenes”, según nos ha revelado, sin dejarse llevar por el entusiasmo. Claudio no es amigo de laureles. Lo que le ocupa es su compromiso, que se ha mantenido inalterable año tras año, día tras día. Recientemente hemos tenido la oportunidad de disfrutar de sus reseñas a propósito de la Muestra de cine iberoamericano, Ibértigo. Sigue publicando puntualmente artículos y crónicas, ahora en las páginas de cultura de este periódico. Y emociona aún más leer esas líneas con la perspectiva de tantos años y tantas batallas libradas por el cine.

Una vida comprometida con la cultura no es poca cosa en un mundo de poses y altas dosis de cinismo. Entenderán ahora por qué el premio honorífico de la décima edición de la Muestra de Cine de Lanzarote no podía ser otro. Después de un brevísimo repaso a sus andanzas, quién duda que Claudio Utrera merecía este pequeño gran homenaje.

(*) Marco Arrocha es miembro de la Asociación de Cine Tenique, organizadora de la Muestra de Cine de Lanzarote.

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