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La nueva internacional de los pseudocultos

La nueva internacional de los pseudocultos

Hans Ulrich Gumbrecht, profesor de literatura la Universidad de Stanford desde 1989, originario de Alemania, protagonista de los tiempos de mayo de 1968, es un ensayista y sociólogo altamente perspicaz por su visión ya histórica a caballo entre dos siglos. Acaba de publicarse en castellano su obra, de 2018, El espíritu del mundo en Silicon Valley: Vivir y pensar el futuro (Planeta, 2020). Uno de los capítulos centrales de su libro se titula La nueva Internacional de los pseudocultos y se fija en que “A finales de 2016, inmediatamente después de que Donald Trump fuera elegido presidente de Estados Unidos de América, el campus de la Universidad de Stanford, por lo general concentrado en los flujos de energía intelectual, explotó. El núcleo pensante de Silicon Valley degeneró en un bullicio inusualmente agitado. El mismo escenario se repitió unas semanas más tarde, cuando Trump asumió el cargo.

De repente, entre clases y seminarios, cientos de estudiantes marchaban entre edificios de aspecto monástico, cantando en español, cual nietos del Che Guevara, la consigna El pueblo unido, jamás será vencido, tan popular en este tipo de estado anímico. Al igual que sus predecesores durante los movimientos estudiantiles de 1968, protestaban impulsados por la ingenua convicción de que eran parte y representación visible del pueblo, entendido como la masa supuestamente solidaria de todas las clases y grupos desfavorecidos.

El desarrollo filosófico al inicio del siglo de la OOO equivale a una filosofía del transhumanismo

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De manera involuntaria, no dejaba de tener su gracia. Los miembros de una futura élite, admitidos en Stanford por sus altas capacidades, difícilmente pueden arrogarse esta reivindicación identitaria… Desde una perspectiva histórica, resulta obvio que nuestros estudiantes ese otoño se sumaron a una pésima tradición ilustrada según la cual los intelectuales están en posesión de una competencia única capaz de reconocer con una autoridad infalible los verdaderos intereses del pueblo, incluso aunque las expresiones de su voluntad indiquen lo contrario”. Concluye Gumbrecht: “Precisamente en este sentido, Jean-Jacques Rousseau, con su distinción entre volonté de tous y volonté générale, quiso destacar que incluso una expresión unánime de la opinión de los ciudadanos individuales debía someterse a una reconstrucción filosófica por parte de los intelectuales para determinar sus intereses objetivos. De esta manera, ha proporcionado a los Estados totalitarios, desde Robespierre hasta Kim Jong-un, una potencial y prestigiosa legitimidad”. Eso es lo que explica el por qué la internacional “pija” no se molesta en mostrar sus propios valores, que no los tiene, sino que siempre se monta en la giba del “Pueblo”, al cual arrea, en posición mesiánica, para salvarlo, en una especie de maldición gitana en la que los lamentos esclavos de los de abajo se originan siempre a los de arriba, ya sea por quienes por su natural posición ejercen la esclavitud, ya sea por quienes quieren liberarlos para ejercer otra esclavitud alternativa.

Finaliza Gumbrecht: “Pero, exactamente, ¿qué excluyen o malinterpretan estos nuevos pseudocultos en su monocromático conocimiento del mundo? … En su versión más bondadosa, interpretan que los votantes de las clases populares, con su comportamiento electoral alejado de las expectativas educadas, son víctimas dignas de compasión de una manipulación cínica”. De forma extraña, pero obligatoriamente motivo de estudio, Gumbrecht recorre cómo Silicon Valley es el nudo gordiano alrededor de cuya órbita gestora y tecnóloga de la información existente en la antroposfera, se domina el mundo y su economía.

Despues de que Trump fuera elegido presidente de los EEUU, el campus de la Universidad de Stanford explotó

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El filósofo Markus Gabriel, en conversaciones peripatéticas en el sur de la isla grancanaria, me mostraba gran preocupación por la fuerza transhumanista de Silicon Valley, la cual consideraba montada sobre una falacia pero factualmente potentísima, siendo que, incluso el pensamiento de Martin Heidegger era estudiado por ellos para aclarar la naturaleza de la tecnofobia y el tecnogobierno mundial. No de otra cosa habla Gumbrecht en su libro, en el que cabe perfectamente el pensamiento alemán como explicación al fenómeno tecnológico, y de voluntad de poder, de Silicon Valley. La sustancia ontológica y sus relaciones se están desmontando y deshumanizando, en favor de la Ontología Orientada a los Objetos, la OOO, desarrollada por el neorrealista Graham Harman desde 1999, en su disertación doctoral Tool-Being: Elements in a Theory of Objects, y arrastrando a todos los pensadores del realismo especulativo con él.

El desarrollo filosófico, al inicio de siglo, de la OOO, equivale a una filosofía del transhumanismo, siempre que entendamos el transhumanismo como la superación del humano, tomado su lugar por la Inteligencia Artificial, o sea, la Inteligencia de los Objetos. Como posición filosófica, la OOO defiende, antikantianamente, que los objetos existen independientemente de la percepción humana, y arranca en postulados de Heidegger como tecnófobo, porque lo vio venir: no hay privilegio de la existencia humana sobre la de los objetos no humanos. El filósofo realista francés Quentin Meillassoux quiere definir una relación correlativa del pensamiento y el ser, pero Harman no admite siquiera esa correlación, por antropomorfa. La objetualización de la OOO llega a exposiciones como la de Timothy Morton y los hiperobjetos, por ejemplo, el “cambio climático” es un hiperobjeto que funciona por sí mismo. La Onticología de Levi Bryant distingue cuatro tipos diferentes de objetos: objetos brillantes, como los “smartphone”, objetos tenues, como los neutrinos, objetos oscuros, que no producen manifestaciones locales, y los objetos rebeldes o no autorizados, que producen entropía ontológica y rechazan el orden, con una dinámica mutable. También se ha hecho un hueco entre los filósofos de la OOO, Ian Bogost, investigador de videojuegos en el Instituto de Tecnología de Georgia, creando una OOO aplicada, y que engloba bajo el título de “fenomenología alienígena”, con el metaforismo como herramienta principal. En fin, el inmaterialismo (Harman, 2016) o el pancomputacionismo, son definiciones casi vicarias de lo que se esconde tras la OOO, que no es sino el imperio de la vigilancia globalista e inhumana hasta escachar cualquier rastro de humanismo. El ser humano será superado en velocidad y en inteligencia por la OOO y su sustancia ubicua, la Inteligencia Artificial, resultado evolutivo de esa cáscara, uña o queloide caído, que es ya casi la inteligencia humana. ¡Bienvenido Silicon Valley! ¡Su venida será inmensamente más veloz gracias a la Nueva Internacional de los Pseudocultos! Los pseudocultos, los que serán recordados en un archivo perdido como quienes cavaron la tumba del humanismo.

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