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John Le Carré, el espía que surgió de exclusivos internados

Tuvo una infancia traumática que le obligó a inventarse como hijo de una familia normal

El escritor John Le Carré, en el hotel Ritz de Barcelona en 2007.

John Le Carré se sentía “horrorizado” al ver que a sus nietos se les había robado la libertad de movimientos de la que él y el resto de los británicos han venido disfrutando hasta ahora. “Aborrezco el Brexit. Aborrezco a Trump. Lo que tenemos es una Europa atrapada entre dos fuegos, con las reglas democráticas asaltadas en las dos orillas del Atlántico”, dijo el año pasado. El Brexit fue su última batalla, la que le ha mantenido activo, furioso, militante hasta el final. Hasta que una neumonía se lo llevara a los 89 años el sábado.

Escena de la miniserie 'La chica del tambor'

Un padre muy turbio

El que iba a convertirse en uno de los grandes autores de la literatura contemporánea británica comenzó a escribir cuando tenía veintitantos años. Pronto abandonaría su nombre de nacimiento, David Cornwell, por el seudónimo con el que el mundo le conocería después. Para entonces había dejado atrás una infancia traumática en Dorset, con un padre, Ronnie, especialista en negocios de dudosa legalidad (tuvo tratos con los gemelos Kray, terribles jefes del hampa londinense de los años 50 y 60), fraudes y bancarrotas, que en algunos momentos acabó entre rejas. Su madre, Olive, se fugó con un agente inmobiliario. A él le dijeron que había muerto.

Desde muy pronto tuvo que inventarse otra vida familiar, mucho más apacible y normal, según mandan las reglas, para sobrevivir en el colegio y evitar los abusos de sus compañeros en los internados ingleses. Aquel fue un aprendizaje amargo, pero muy fructífero, para un futuro miembro de los servicios de inteligencia y escritor de ficción. “Aprendí a ser amable. No tenía los hábitos de las clases altas –contó–. No tenía un pony, ni cosas así. Mi padre pasó parte de mi niñez en la cárcel. Así que llegué al corazón del establishment, en la educación privada, como un espía, como alguien que se pone un uniforme, afecta la voz y los gestos y cuenta una historia que no es la suya”. La relación con su progenitor, que le pegaba y vigilaba continuamente, le marcó para siempre, como él mismo reconoció. De su vida personal habló en Volar en círculos, libro publicado en 2016.

Le Carré estudió alemán en la ciudad suiza de Berna y más tarde se graduó en Oxford, para acabar trabajando un par de años como profesor en Eton, el colegio más elitista del país. Su conocimiento de la lengua germana le valdría para ser reclutado por los servicios secretos británicos y acabar destinado en 1961, en lo más gélido de la Guerra Fría, en la embajada de Bonn, la antigua capital de la Alemania Federal. El éxito de su novela El espía que surgió del frío (1963) le obligó a dimitir. Las ventas del libro en Estados Unidos le convirtieron en un hombre rico.

Connery y Pfeiffer.

Le Carré escribió 25 novelas de las que se han hecho incontables adaptaciones para el cine y la televisión. En sus relatos despojó de glamur el mundo del espionaje, a diferencia del James Bond de Ian Fleming. Lo que presentó fue la crueldad de la Guerra Fría, el cinismo de políticos y grandes potencias, los dilemas morales en la lucha contra el mal. Las nuevas generaciones pueden encontrar en sus novelas una descripción de esa dura época. Más tarde, con El jardinero fiel, mostraría la falta de escrúpulos de una compañía farmacéutica experimentando sin consentimiento en Kenia una droga peligrosa.

Oldman como Smiley.

El ‘Brexit’, la última batalla

En la vida siempre fue a su aire, con firmes convicciones y sin miedo a expresarlas en voz alta. No le gustaban los círculos literarios, nunca se sintió a gusto en ellos. Cuando en 2011 le nominaron para el prestigioso Premio Booker pidió inmediatamente que retiraran su nombre de la lista de candidatos. En el pasado había rechazado otros honores, por no vincularse con quien no quería. Cuando el Gobierno de Margaret Thatcher le nombró Caballero del Imperio Británico, rechazó el galardón. Su visión de la sociedad era incompatible con el capitalismo salvaje del thacherismo. Su aversión a la avaricia como filosofía vital, a la indiferencia de los ricos ante las penalidades de los pobres, al perverso sistema de clases británico le convirtieron en un escritor capaz de dibujar con profundidad una época, como Charles Dickens –con quien se le ha comparado–, que supo plasmar las injusticias sociales de la era victoriana.

Votante laborista, fustigó a Tony Blair por haber llevado el país a la guerra con falsedades y mentiras y participó en las manifestaciones contra la invasión de Irak. En una de sus cartas se refirió al exprimer ministro como a “bad Scottish piglet”, un cochinillo escocés malo. Le Carré donó sus documentos y manuscritos a la Biblioteca Bodleian en Oxford.

Hombre afable, reservado, siempre atento a lo que ocurría en el mundo, desde hacía más de 40 años vivía con su segunda esposa, Jane, en St Buryan, un pueblecito del condado de Cornualles. Su último libro, Un hombre decente (2019), es un grito contra la irracionalidad del Brexit y el declive de su país, aprisionado entre los intereses económicos de EE UU y Rusia y al que cada vez se sentía menos ligado. “Creo que mis propias ataduras con Inglaterra se han relajado en los últimos años. Es un tipo de liberación, pero es muy triste”.

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