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Fin de una serie y de una época

Fin de una serie y de una época

Lo sabe su importante séquito de fans: Call my agent es (y lo fue, sobre todo, en sus dos primeras temporadas) la serie ingeniosa, divertida y très chic que Emily in Paris tan solo sueña con ser. Desde hace unos años, las tribulaciones de la (ficticia) agencia de talentos parisina ASK han ofrecido una visión tan irónica como creíble de la industria del espectáculo, de sus personas y personajes, de sus prima donnas y de los anónimos que ayudan a que el negocio siga girando y las estrellas brillando.

Además de las entretenidas trifulcas internas (en gran parte, esto es una comedia de oficina de toda la vida), Call my agent cuenta con el importante gancho de sus estrellas invitadas: cada episodio tiene como leitmotiv un actor o actriz reales que hacen de sí mismos con mayor o menor grado de autoflagelación. En este sentido, un precedente claro de la serie es la británica Extras, del tándem Gervais & Merchant, en la que personajes reales del cine se reían a mandíbula batiente de su propia sombra. Inolvidable aquel Ben Stiller como tirano director de una película seria sobre el genocidio en Inglaterra. Como en aquella, en Call my agent se hace sátira de la obsesión por los premios, en este caso los César.

Juego de estrellas. En su cuarta y última temporada, única sin la creadora Fanny Herrero al frente del desarrollo de los guiones, las celebridades pintan quizá más que nunca: puede haber más de una por episodio y se invita al juego a una estrella del otro lado del charco, Sigourney Weaver, para un quinto episodio en el que los guionistas de la serie hacen justicia sobre la discriminación por edad. Pero la primera en liderar un episodio (el que Cosmo estrenó el domingo, día 13) es Charlotte Gainsbourg, engañada por su agente Andréa (Camille Cottin) sobre el guion de un amigo: le dice que lo ha leído y es fantástico, cuando en realidad no lo ha hecho y, según informa Camille (Fanny Sidney) demasiado tarde, “¡es atrozmente nulo!”. La falsa opinión de Andréa tranquiliza a Charlotte, quien se siente obligada a participar en el proyecto porque conoce a su autor desde los tres años y es “hipersensible”. El enredo está servido.

Otros nombres importantes que se meten en líos esta temporada son Sandrine Kiberlain, José Garcia, Jean Reno o, de regreso tras la primera temporada, Nathalie Baye, esta vez sin su hija Laura Smet.

Aire crepuscular. Como es de esperar, la propuesta que formula Call my agent sigue siendo, en esencia, una sucesión de equívocos más o menos gloriosos, referencias chistosas a títulos y personajes de la industria audiovisual e intromisiones diversas en el delirio metaficcional. Pero la conciencia del final ha conducido a los guionistas a teñir la función de un aire crepuscular. La serie se descompone y cierra al tiempo que la agencia se desmorona después del golpe de estado contra Mathias (Thibault de Montalembert), el agente estrella posiblemente inspirado en el mítico Dominique Besnehard, productor de Call my agent, para más señas. Hay, además, alusiones a un paisaje audiovisual cambiante donde las series cada vez tienen más fuerza (“se cargarán el cine”, avisa la veterana Arlette) y las estrellas no son los actores, ni los directores o guionistas, sino los conglomerados corporativos. Es el posible fin de una era. 

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