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Lapso de tiempo

‘Calendario sovietico 1929-1930’ | | LP/DLP

“Las construcciones de la historia son comparables

a las órdenes militares”

Walter Benjamin

Desde hace relativamente poco, me estoy refiriendo a los siglos XVIII y XIX, ha irrumpido la conciencia histórica que ha acabado con la idea de un tiempo “histórico”, inmutable y continuo, dando paso a lo discontinuo, lo inestable, el cambio.

El último libro del enorme historiador de la Edad Media, Le Goff, indaga en si la historia es una y continua o seccionada en compartimentos. De ahí su título entre interrogantes: ¿Realmente es necesario cortar la historia a rebanadas?

Se ha recurrido a periodizaciones: eras, edades, épocas, ciclos, o siglos (de seculum, ora referido a lo cotidiano, “vivir en el siglo”, ora a un periodo bastante corto, mal delimitado, asociado a un nombre propio, el “siglo de Pericles”). Para Hobsbawm, el siglo XX, que él calificó de corto, tenía 77 años: de 1914 (primera Guerra Mundial) a 1991 (final de la Unión Soviética). Ya lo decía Kant: la cronología debe supeditarse a la Historia y no la Historia a la cronología.

El primer modelo de periodización se encuentra en el Antiguo Testamento: Daniel tiene una visión en el que aparecen cuatro bestias, encarnación de cuatro reinos sucesivos que constituirán el tiempo completo del mundo. Otro, el de San Agustín, se compone de seis periodos como los días de la Creación y como las edades: infancia, pubertad, adolescencia, juventud, madurez y vejez.

Hoy, hay quien sugiere que tras la Modernidad y posmodernidad nos hallamos en el Antropoceno (Latour) que, a su vez, sería una era geológica tras el Holoceno. Mientras, la aparición de Vacuna se considera un hito, todo un acontecimiento histórico; como en algún programa televisivo, todo, absolutamente todo, es un acontecimiento.

El acontecimiento: cambio, mutación, discontinuidad, singularidad, umbral; un conjunto de “vibraciones con una infinidad de armónicos” (Deleuze), un incidente intempestivo (Virilio). El acontecimiento que supone una ruptura de la larga duración, verdadera tradición en la historia. Recordemos el excelente título de otro libro de Hobsbawm: La invención de la tradición. Sí, la tradición se inventa.

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