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Canarismos

Ni tuge ni muge

Ni tuge ni muge

La expresión “ni tuge ni muge”, como se escucha todavía en algunos lugares de las islas o en la forma “ni cruje ni muge”, viene usada en sentido lato para referirse a alguien que asistiendo a una conversación permanece en silencio y al margen del asunto que se trata. Bien porque no tiene nada que decir o porque “no quiere mojarse”, que se diría coloquialmente. En sentido más preciso se utiliza para hacer notar la actitud de alguien cuya opinión no cuenta para nada por carecer de autoridad o capacidad a la hora de tomar una decisión, en suma, alguien que “no pinta nada”. En ambos casos tiene un sentido peyorativo y puede ser sinónima de la locución de uso general en castellano: “ni pincha ni corta” que se dice de quien tiene poca importancia o influjo en un asunto o decisión.

En cuanto a la variante de voces de la primera parte de la locución: “cruje” y “tuge”, esta última es probablemente una deformación dialectal de la primera, del verbo “crujir” (‘ruido que producen algunas cosas cuando rozan con otras o se rompen’). En cuanto a “(ni) muge”, del verbo “mugir”, es la voz que emite la vaca (‘dar mugidos’) que en sentido figurado significa ‘no tener nada que decir’, esto es, “no decir ni pío” o “no decir ni mu”, donde ‘pío’ y ‘mu’ son onomatopeyas que imitan el piar de los pájaros o polluelos y el mugido de la vaca, respectivamente.

La locución puede entenderse como un antónimo de “ser el macho que más mea” –ya comentada en estas páginas– a la que se recurre para designar a “quien lleva la voz cantante”. [Donde podría verse un antagonismo subliminal entre “voz” (“la voz cantante” o “tener la última palabra”) y “silencio” (“no resollar”, “no decir ni mu”), para expresar respectivamente quien tienen capacidad de decidir (“tener voz y voto”) u opinar frente a quien no es considerado: “ni cruje ni muge”]. “El macho que más mea” hace referencia a la persona de mayor autoridad o rango en un grupo social, “el que más manda” (‘mandamás’), a razón del escalafón que ocupa dentro de una estructura jerarquizada o de las cualidades físicas o intelectuales que exhibe o se le reconocen.

En definitiva, se pregona de quien tiene la última palabra o del más competente o influyente. Y como antítesis de este superlativo de superioridad que expresa la imagen simbólica del macho (cabrío) asilvestrado que deja su impronta con la meada (una metáfora de la excreción de la orina como acto instintivo de “amojonar” o “marcar” el territorio frente a potenciales “contendientes”) se sitúa la de aquel que “ni cruje/tuge ni muge”, que “no pinta nada”. El juego de voces “cruje” o “tuge” con “muge” parece más bien una suerte de sonsonete que busca la musicalidad de la locución en la rima al estilo de otros dichos y modismos (v. gr. “del tingo al tango”, “sin ton ni son” o “ni fu ni fa”) que acaso hace más pegadiza la expresión. Resulta intrascendente, pues, cuál de estas voces pueda ser la versión más genuina en el español de Canarias (cruje o tuge) ya que el significado de la frase es el mismo.

Sólitamente se recurre a esta locución en el territorio doméstico para referirse al marido calzonazos, escarnio propio de una cultura androcrática como la nuestra; o bien en el ámbito de la sátira política respecto a un gobernante puede escucharse: “¿Ese?, ese ni cruje ni muge”, para dejar bien claro que el sujeto en cuestión “es un cero a la izquierda” que no cuenta para nada su opinión, ya sea por falta de capacidad o por carecer de valor, autoridad o maestría necesarios “para hacerse oír”.

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