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Retratista de la reina de Inglaterra

Miriam Escofet: “Isabel II es pequeñísima, pero resplandece”

Miriam Escofet.

Dos apuntes de interés para adictos a ‘The crown’. Uno, Isabel II de Inglaterra utiliza Zoom. Y dos, el último retrato oficial de la reina lo firma una catalana, Miriam Escofet (Barcelona, 1967), hija del también pintor Josep Escofet, que hastiado de la posguerra dejó, en 1979, el barrio de Montbau y se mudó a Londres con su esposa, Alma Allen, y sus tres hijos. Un retrato de Miriam a su madre le abrió el camino hasta la reina de Inglaterra.

¿Fue a la cita con ‘The crown’ sabida al dedillo?

[Ríe] Debo ser la única persona en el mundo que no ha visto la serie.

Es de las pocas que la ha visto a Ella.

En dos sesiones, de 60 minutos: una en julio del 2019, en Windsor, y otra, el pasado febrero, en Buckingham.

No escatime detalles.

A la primera cita llegué tres horas antes para prepararlo todo. La gente de palacio me puso nerviosa con los protocolos. Esperé en la sala contigua a sus habitaciones privadas, cuya puerta quedaba oculta tras un biombo. A las 12 en punto, salió de detrás. ¡Me impresionó! Es pequeñísima, pero resplandece. No soy aduladora, y mucho menos monárquica, pero Isabel II desprende una enorme fuerza vital.

Una frente a otra, ¿qué hicieron?

Antes de darme la mano, me miró medio minuto y me sonrió. Me pareció una muestra de diplomacia increíble. Y empezó a conversar, para calmarme.

¿Sobre?

No puedo revelar el contenido, pero me dio la impresión de que tiene los pies en el suelo. Bajo el peso de la pompa, hay una persona muy sencilla. Me permití un par de atrevimientos y mostró un sentido del humor muy inglés. Hice las fotos que pude, hasta que dijo: “Quizá ya hemos hecho bastantes”.

“Mientras trabajaba en mi obra cumbre, el mundo entero estaba encerrado. ¡Y no podía decírselo a nadie!”

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¿Cero apuntes al natural?

Preferí asegurar. En la segunda cita, el cuadro estaba muy evolucionado y me centré en su rostro.

Menos mal. Al poco llegó el covid.

Mientras trabajaba en mi obra cumbre, el mundo entero estaba encerrado. ¡Y no podía decírselo a nadie!

¿Cómo le cayó un encargo así?

En el 2019 recibí un e-mail de la National Portrait Gallery, organizadora del BP Portrait Award, que gané en el 2018 con un retrato de mi madre. Decían que el subsecretario permanente de la oficina de Asuntos Exteriores, sir Simon McDonald, les había consultado a quién encargar un cuadro de la reina para la sala de recepción del edificio. De la lista que le propusieron, sir Simon recordó haber visto el retrato de mi madre. “¿Te interesaría aceptar el encargo?”, acababa el e-mail.

Muero por saber su reacción.

Leí cinco veces el correo. Me entró ilusión y luego espanto. Pintar a un monarca puede ser tóxico para un artista. Los monárquicos y los antimonárquicos pueden poner el grito en el cielo, te pueden etiquetar como un cierto tipo de artista. Acepté, claro. Y tuve que esperar meses a tener la primera cita.

Isabel II vio el resultado vía Zoom y se limitó a sonreír. Poco expresiva, ¿no?

Me habría encantado una reacción más personal, pero es la uberdiplomática del país y no dice lo que piensa para no herir a otros. Todo el mundo me dijo después que se la veía muy feliz.

¿Y los plebeyos, en qué nos fijamos?

Quise poner algún toque surrealista. Al principio pensé que saldría en la moqueta, pero mientras trabajaba en el estampado me vino a la mente Los embajadores de Holbein el Joven, en cuyo pavimento hay un cráneo deformado por anamorfosis. Aparqué la idea de la moqueta e incluí el toque anamórfico en la taza. En el platito puse la estrella de la Orden de San Miguel y San Jorge, que se refleja en el oro de la taza. Otro guiño está en las flores, algunas marchitas, que hablan de la última etapa del reinado de Isabel II.

¿Nada oculto que descubran dentro de 100 años?

Como había convulsión política, con el brexit y las elecciones, tuve la tentación de incluir un guiño político en la moqueta, pero lo descarté.

Es mujer y figurativa en un mundo del arte masculino y conceptual.

Tiene su dificultad. Hasta hace poco, el figurativo estaba en la basura. Y ser mujer artista... Bueno, el ego del hombre le inclina a decir: “Mira, esto es lo que hago y es cojonudo”. Piensan que el escenario les pertenece.

¿Y usted qué piensa?

A mí me gusta seducir con la técnica y llevar al espectador a otra dimensión. Me fascinan la posibilidad del misterio y la imaginación. El mundo que podemos crear es tan real como el que vivimos.

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