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John Ford, cine y amistad

Los historiadores Emilio Soler y Mario Martínez Gomis analizan el sentido de justicia del realizador a través de ‘El hombre tranquilo’

Un fotograma de ‘El hombre tranquilo’ (John Ford, 1952). |

Fue el mismo día, a la misma hora y en el mismo cine de barrio cuando quedaron fascinados por El hombre tranquilo (1952), otra de John Ford. Ya le admiraban por Fort Apache o La diligencia y, aunque ellos entonces no lo sabían, años después el título de otra de sus películas, Dos cabalgan juntos, daría la definición perfecta a un futuro compartido que ahora ya es pasado y presente. Emilio Soler (1945) y Mario Martínez Gomis (1946) fueron vecinos de pupitre en ese viejo colegio de crucifijo en la pared; siguieron siéndolo en las aulas del Instituto Jorge Juan; se mantuvieron unidos en la Escuela de Magisterio y unas décadas después compartieron despacho en el departamento de Historia Medieval y Moderna de la Universidad de Alicante.

Lo que no intuían es que iban a cerrar el círculo y que John Ford les iba a arrastrar a ese punto de partida donde se iban a ver las caras de nuevo con John Wayne y Maureen O’Hara. Y que iban a volver al Innisfree que tanto añoraban y del que tantas y tantas veces habían hablado. Y visto en la pantalla. El reencuentro con El hombre tranquilo llegó el pasado mes de marzo, en plena pandemia, cuando la editorial Tirant Lo Blanch propuso a Soler firmar un nuevo volumen de su colección Cine y derecho. La cinta de Ford fue una de sus propuestas junto a Horizontes de grandeza y La escapada, pero la incógnita se despejó cuando descolgó el teléfono y propuso hacer un libro a cuatro manos a Mario Martínez Gomis.

Como doctores -en este caso en Historia- tiene El hombre tranquilo, pues lo tuvieron claro. Aquella película era una de sus favoritas y Ford uno de sus directores fetiche. Y allí estaban ambos, en sus propios confinamientos, uno en la ciudad y otro en el campo, compartiendo material, opiniones, charlas y disputas sobre esta cinta que conocían al dedillo. Faltaba unir la historia de Sean Thornton, la vuelta a su Irlanda natal, la búsqueda del amor y la lucha contra el poder establecido, con el mundo del derecho. Gracias a la dote que el hermano de una de las pelirrojas más insignes del mundo del celuloide se negaba a pagar al forastero para impedir que se casara con ella, encontraron el hilo conductor para llegar a una sociedad en la que el derecho consuetudinario pesaba más que la propia Constitución.

El libro empezó a tomar forma a 70 kilómetros de distancia. Y ahora ve la luz. El hombre tranquilo. Ford: Identidad, ley y justicia es el rimbombante título con el que Soler y Martínez Gomis se han resarcido con la historia de Thornton, con la de Ford y con la suya propia. “Ha sido la peor época de nuestras vidas, pero al mismo tiempo ha sido muy divertida”.

Para Emilio Soler, el libro se convirtió en una válvula de escape en unas circunstancias complejas. Para Mario Martínez, en una fórmula para “establecer contacto con algo creativo”. Y, sobre todo, para volver a disfrutar con una de sus películas favoritas. “Hemos hecho una historia divertida, en la que nuestros recuerdos, a veces un poco confusos, se han superpuesto a algunas lecturas que hemos tenido que hacer”, afirma Soler, sobre una película que es “homérica, que yo creo que se basa mucho en La Iliada y La Odisea... es como Ulises que va a buscar a su Penélope”.

El tema de la dote les abrió el camino del mundo de la jurisprudencia. O de la falta de ella, porque la dote, la necesidad de autorización del padre o del hermano varón para poder casarse en esa sociedad fue la clave para dar sentido al libro dentro de la colección. “Vimos que la dote, que se rige por el derecho consuetudinario, es uno de los temas centrales de la película y aprovechamos eso para hablar de John Ford y su sentido de la justicia a lo largo de su filmografía”, afirma Mario Martínez. “Y ahora en pleno siglo XXI se siguen negociando matrimonios con dote”, apunta Soler.

En las páginas del libro se recoge cómo Ford, “un hombre tosco, brusco, áspero, cascarrabias y con salidas de tono”, según Martínez Gomis, contrasta “con la ternura y la sensibilidad de los personajes de sus películas”. Por eso, lo define como “una especie de farsante”, con ese espíritu “de los pioneros del viejo Oeste, pero con un gran sentido de la justicia”.

Para Martínez Gomis, Ford es “una especie de farsante, con el espíritu de los pioneros del viejo Oeste”

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El hombre tranquilo, una película que “derrocha optimismo”, se realiza en los años 50, “en el momento en el que Holllywood es una fábrica de sueños; es la época del color, de las películas optimistas y las comedias blancas”. Por eso, para Mario Martínez, “es el momento en el que por el precio de una butaca compras magia, material para soñar”.

Emilio Soler ha escudriñado en el anecdotario de un rodaje, en el que Ford quería ser tan realista que enfrentó en la realidad a John Wayne y Víctor McLaglen para que la pelea fuera real. “Tanto que uno acabo con una fisura en la costilla y otro con la cara morada”. Hace referencia también a las “grandes borracheras” durante el rodaje o a las reticencias del productor, Herb Yates, que no quería que la cinta durase más de 120 minutos. Ford no recortó los nueve sobrantes sino que dejó a los exhibidores con la miel en los labios durante la primera proyección cortando justo en las dos horas de metraje y al final pidieron que se emitiese al completo. “Acabaron aplaudiendo con mucho entusiasmo la película”. Y cuenta cómo la actriz Maureen O’Hara murió escuchando la música que Victor Young compuso para El hombre tranquilo.

La colección de Tirant Lo Blanch, en la que se publica El hombre tranquilo. Ford: identidad, ley y justicia forma parte de la colección Cine y derecho que tiene como objetivo “ofrecer otra mirada sobre el derecho a los juristas, profesionales del derecho y estudiantes a través de esa enorme herramienta que es el cine y, al mismo tiempo, fomentar la cultura cinematográfica”, destaca Javier de Lucas, director de la colección. En su opinión, “el derecho ha tenido expresiones en todas las manifestaciones artísticas y el cine no le es ajeno, hace una mirada muy amplia del derecho prácticamente desde todas las perspectivas y géneros”.

Testigo de cargo, El Verdugo o El hombre que mató a Liberty Valance son otros títulos que se han analizado desde el punto de vista jurídico en esta colección que busca sobre todo utilizar “la enorme fuerza didáctica que tiene el cine porque pedagógicamente es un instrumento muy interesante”, afirma Salvador Vives, director de la editorial que fue pionera en España en la introducción del análisis del cine desde el punto de vista jurídico. “La elección de la película la hacemos con los autores; a veces nosotros elegimos el tema y entonces buscamos al autor, y también nos llegan propuestas. El reto es encontrar a autores que sepan mucho de derecho y también de cine”.

Si se pregunta a los autores de este nuevo volumen, Emilio Soler y Mario Martínez Gomis, por qué hay que ver, y ahora leer, El hombre tranquilo, lo tienen claro. “Por su visión optimista de la vida, por su ternura, por el canto al amor y la amistad, y por proponernos un lugar para vivir y tomar cerveza negra como no existe otro”.

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