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Biografía testimonial de Azaña

Una reivindicación del hombre erigida con detalles y viveza por Josefina Carabias

Retrato de Manuel Azaña.

Azaña, los que le llamábamos don Manuel, de Josefina Carabias, es una reedición de un libro publicado en 1980 por una de las pioneras del periodismo femenino en España (uno, que ya peina canas, todavía recuerda con admiración sus crónicas periodísticas en el diario Ya durante la dictadura), cuya semblanza traza con maestría Elvira Lindo en el prólogo de esta reedición. Carabias no llegó a ver publicada su obra porque falleció ese mismo año antes de que viese la luz.

No estamos ante una biografía académica más del que fue ministro, jefe de Gobierno y presidente de la II República (entre las que hay que destacar, sin duda, Vida y tiempo de Manuel Azaña, del fallecido y recordado Santos Juliá), sino una biografía testimonial que relata con detalle y viveza la relación y los encuentros de nuestra autora con don Manuel a lo largo de aquellos diez años en los que se desarrolló su ascenso, caída y resurrección política, a los que puso final el trágico desenlace de la Guerra Civil para los republicanos y, con él, su muerte en el exilio francés.

Josefina Carabias conoció a Azaña en el Ateneo de Madrid, donde, con otros jóvenes ateneístas de su generación, promovió su candidatura a la presidencia de aquella institución cultural en cuyos salones se creó y actuó el llamado Comité Revolucionario que trajo la II República y del que fue miembro destacado don Manuel. De esa relación nació entre la periodista y el político republicano una amistad que se mantuvo a lo largo de aquellos diez años, que fueron el tiempo político de la vida de Azaña. Y lo hace, con el detalle, realismo y brillantez de la excelente periodista que era, poniéndolo no solo en el contexto de la dura y variada peripecia de la vida política de Azaña, sino también en el marco de la vida cotidiana y la sociedad del Madrid de esos trágicos y decisivos años, de las cuales nos aporta un brillante y significativo espejo.

Azaña, los que le llamábamos don Manuel

Azaña, los que le llamábamos don Manuel

La finalidad del libro de Carabias es poner de relieve que la teoría de los dos Azañas que defendió Miguel Maura y difundieron sus enemigos políticos, que fueron legión, no se corresponde con la realidad de la personalidad de nuestro político. No hubo un Azaña estadista, excelente parlamentario e intelectual brillante, y un Azaña hosco, duro, intratable, enemigo acérrimo de los periodistas (“yo solo hablo para la Gaceta” esto es, el Boletín Oficial, llegó a decir), de actitudes autoritarias derivadas de su complejo de superioridad intelectual, de difícil trato con sus colegas políticos, incluidos muchos de los de su propio partido.

El Azaña con el que tuvo relación Carabias fue, además del gran político que todos: amigos y enemigos, han reconocido, una persona con sentido del humor, irónico, afable en las distancias cortas y siempre amigo de sus amigos; además de un hombre sensible, como probaba su afición por el arte y la decoración o su afición por los paisajes naturales y el desmedido amor que demostraba por su mujer.

Si hay un episodio por excelencia que contribuyó a difundir esos aspectos negativos de la personalidad de Azaña, y que sus enemigos utilizaron a fondo para destacar su frialdad, su actitud despótica y escasa sensibilidad humanitaria, fue, sin duda, el de la represión contra los campesinos anarquistas de Casas Viejas. La ambigüedad de sus palabras en el Congreso sobre aquel trágico suceso le pasó factura: “En Casas Viejas no ha pasado nada más que lo que tenía que pasar”. Pero la autora le defiende precisando que “lo de los tiros a la barriga” que se le atribuyó no lo dijo nunca Azaña y que, por otra parte, mostró respeto y apoyó a su ministro de la Gobernación y no descargó su responsabilidad en él pidiéndole la dimisión.

Desde luego, la reedición de este libro nos parece oportuna para ponerlo a la disposición de los lectores que no tuvieron la ocasión de leerlo en la edición original, dada la actualidad que hoy sigue teniendo la figura y el pensamiento de don Manuel.

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